Miércoles, 1 de septiembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › EL ARQUITECTO GONZALO CONTE HABLó SOBRE LA RECONSTRUCCIóN Y FUNCIONAMIENTO DEL CENTRO EL VESUBIO
Con imágenes, croquis y planos se rearmaron las formas vivenciales de los centros clandestinos de detención. Así se pueden explicar, por ejemplo, los ruidos que escuchaban los secuestrados y reconstruir cómo era la sala de torturas.
Por Alejandra Dandan
Gonzalo Conte está convencido de que todo debería ser de otra forma. De que los juicios orales sobre los crímenes en los centros clandestinos de detención deberían empezar por partes como ésta: la topografía de la memoria, una disciplina de la arquitectura que intenta con distintas fuentes orales pero también con imágenes y croquis rearmar las formas vivenciales de los centros clandestinos. Conte aportó su trabajo en la declaración de ayer en la causa del Vesubio. El terreno de casi trescientos metros de fondo, a poco más de doscientos metros del cruce entre Camino de Cintura y la Riccheri, contenía tres chalets donde funcionaban la jefatura de oficiales, el centro de torturas y las cuchas de alojamiento para los detenidos. La materialización con diapositivas y proyecciones del centro de detención que la represión intentó borrar aceleradamente con una demolición, cuyos tiempos también pueden medirse, acaba de trasformarse en otra prueba. “Creo que es importante empezar por los hechos físicos –dijo Conte–, que nos ayudan a conocer las otras instancias más subjetivas.”
Conte es arquitecto, trabaja en lo que define como topografía de la memoria desde la Asociación Civil Memoria Abierta. Participó en la reconstrucción de otros centros clandestinos, pero ayer era la hora de entender cuáles eran las formas del Vesubio. Una primera imagen de 1977 en poder del Instituto Geográfico Militar sirvió como disparador del trabajo al que fue incorporando otras fuentes: las observaciones de pedazos de ruinas sobre el terreno, los sonidos y los datos surgidos en el relato oral de varios sobrevivientes, comparaciones con los primeros croquis que los testigos aportaron ante la Conadep y varias pericias policiales. La suma de esos elementos son imágenes en muchos casos volumétricas que proyectadas en las pantallas de la sala de audiencia permitieron respirar y sobre todo entender la dinámica de la arquitectura del terror, en evolución constante a medida que se iban sucediendo los hechos.
“Nos dedicamos a la especialidad de los centros clandestinos de detención –explicó–. Con el objeto de descubrir su funcionamiento.” Eso que en un primer momento no fue pensado como herramienta jurídica, que tampoco alcanza la semejanza absoluta pero sí grados de precisión importantes, hizo que las querellas subrayaran que se trató, hasta aquí, de una de las pruebas más sobresalientes.
La imagen del Instituto Geográfico Militar es una foto aérea ampliada de la zona donde estuvo el Vesubio. La imagen proyectada permitió observar la distancia con el cruce de Riccheri y Camino de Cintura, por entonces más estrecho que el actual. Permitió entender que se trataba de un espacio estratégico: a unos 700 metros del regimiento de La Tablada y a metros de otro centro de abastecimiento militar. El predio que era (y aún es) un lote de 140 metros de frente por 300 de fondo estaba integrado por árboles, también protectores.
El plano de los tres chalets dispuestos en triángulo fue una de las imágenes a las que Conte volvía una y otra vez, para ubicar las referencias en el espacio. Eso es lo que era el Vesubio.
La casa número dos era el centro de torturas. Buena parte de la distribución original habría ido cambiando de formas al compás de la dinámica de la represión, como sucedió en otros centros de torturas. La puerta de entrada originalmente emplazada hacia el Camino de Cintura había sido suplantada por otra apertura en la parte de atrás. Un hall de distribución conectaba luego el ingreso con un dato recordado insistentemente por los testigos, como sala de espera para la tortura. La reconstrucción de esa estancia fue una de las imágenes más fuertes de la presentación: la sala que casi pudo tocarse era un cuarto con decenas de grilletes colocados a 35 o 45 centímetros de distancia, uno al lado del otro, afirmados contra la pared en algunos casos o un poco más sueltos. En el piso, debajo de cada grillete, el dibujo de una manta o colchón de gomaespuma señalaba la presencia de los detenidos. En uno de los laterales estaba la primera sala de tortura con una camilla. Y luego después de lo que Conte presentó como una ampliación de la casa se construyeron dos piezas más, siempre para la tortura, con flejes y camas.
Algunos relatos de ex detenidos mencionan el ruido de un tren. La reconstrucción permitió entender que esos ruidos podrían haberse escuchado desde el baño de la casa tres, que daba a la parte trasera del terreno, más cerca de la vía del ferrocarril que aún llega a la vecina estación de Aldo Bonzi.
La querella preguntó varios detalles. Por la pileta. Por las ubicaciones de las puertas. Por la cercanía de las rutas. Por la existencia de planos. Los defensores de los represores no hicieron ninguna pregunta. Más bien, sólo preguntaron una cosa. Lo hizo Gerardo Ibáñez, abogado de Héctor Humberto Gamen: “Perdóneme –dijo–, es que no logro ubicarme, ¿viniendo de la Capital todo esto estaría a la derecha o la izquierda?”.
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