Sábado, 13 de noviembre de 2010 | Hoy
EL PAíS › GONZALO RUANOVA *
La muerte del ex presidente Néstor Kirchner pone nuevamente en la mesa de debate la cuestión del consenso, como el fundamento de la legitimidad política democrática. Sin embargo, uno de los legados más importantes de Néstor Kirchner fue haber desnudado la farsa del consenso. Herramienta central para mantener el statu quo, sirve para esconder el desacuerdo y la lucha de intereses contrapuestos.
La etapa que inaugura Néstor Kirchner es la lucha por la redistribución. Del poder, de los recursos, de los ingresos y de la palabra. Llevado a la política práctica, implicó devolverle su lugar a la soberanía popular, reconstruir el lugar central de la política, redistribuir los ingresos mediante políticas activas y democratizar la difusión mediática de las voces.
Esa lucha por la redistribución es una lucha centralmente política. Implica tocar intereses, recortar beneficios, modificar la estructura fáctica del poder que hizo de la Argentina un país de pocos y para pocos.
Y este desafío volvió a mostrar el eje constitutivo de la política: el conflicto. Porque la política es valorar. Elegir defender intereses de un grupo contra los intereses de otro. Es así como los sectores afectados por este proyecto se crisparon. Siempre que se tocaron los intereses concentrados y de los sectores privilegiados de nuestro país, la democracia tambaleó.
A partir de la restauración democrática se fueron reduciendo las posibilidades de éxito de intentonas militares. Desde 2003, como consecuencia de un crecimiento económico inédito, no hubo más lugar para golpes de mercados o corridas cambiarias.
La forma que adoptaron los intentos por desestabilizar fue antipolítica. El eje central fue la mesura, la prudencia, el consenso. La forma más natural de esconder el conflicto por intereses.
Reconocer que existe una aceitada estructura de poder fáctico que jaquea y chantajea la voluntad popular y las instituciones democráticas haciendo pasar sus intereses particulares como generales fue el diagnóstico más acertado luego de la experiencia crítica de 2001.
La caracterización negativa del conflicto, ligado a la rebeldía, la transgresión y la crispación, es negar la política. Néstor Kirchner fue el actor político que, después de algunos intentos de Raúl Alfonsín, pudo mostrarle a la sociedad las estructuras de poder que limitan la democracia. Pero, en diferentes circunstancias, pudo poner en marcha un proceso político inédito: limitar su poder, desmantelar sus estructuras y reconstruir así los espacios institucionales para la democracia.
Es el logro más importante. Sólo así se pueden llevar a cabo las políticas redistributivas. Porque la política es elegir qué intereses defender. Esta es la lucha por la autonomía de la política que la muerte de Néstor Kirchner no puede detener. Es el principal desafío que nos legó. Ojalá estemos a la altura de las circunstancias.
* Legislador porteño - Bloque Nuevo Encuentro.
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