EL PAíS › OTRO CASO DE CHICOS RECUPERADOS
Una doble apropiación
Abuelas obtuvo la recuperación del hijo de una mujer que también fue apropiada.
Por Victoria Ginzberg
Andrea Hernández Hobbas recuperó a su hijo, que había sido apropiado por la misma persona que se apropió de ella. Se trata de una historia compleja, pero con final feliz. En 1998 Andrea se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo porque sospechaba que era hija de desaparecidos. Así supo cuál era su verdadera identidad y rompió sus vínculos con Nélida Margarita Fontana, que la había criado. La mujer tenía la guarda provisoria de Fernando, el hijo menor de Andrea, y se negaba a dárselo a la madre. “Cree que las personas son de ella”, afirmó la joven a Página/12.
“Esta es la historia de la continuidad de la apropiación de bebés durante la dictadura militar que trasciende las etapas constitucionales y afecta a varias generaciones”, afirmaron las Abuelas en un comunicado.
Lourdes Hobbas, la mamá de Andrea, fue secuestrada en agosto de 1976. Había venido a la Argentina escapando de la persecución de los represores uruguayos. Al sentirse en peligro, dejó a Andrea con una familia amiga.
Nelson Hernández, padre de los chicos, estuvo detenido durante tres años en Buenos Aires. Cuando recuperó su libertad, volvió a Montevideo a vivir con su hijo Esteban. Poco después Nelson se fue a vivir a Francia, donde murió en 1992. Los otros dos hermanos de Andrea, Beatriz y Fernando Washington, continúan desaparecidos. Beatriz fue secuestrada en una pizzería de Munro el 5 de julio de 1977. Al día si- guiente, Fernando Washington fue atrapado en Del Viso. Cuando Andrea recuperó su identidad, se reencontró con su hermano Esteban, el único sobreviviente de la familia.
Andrea fue criada por el matrimonio Fontana, al que llegó por conocidos de la familia con la que la habían dejado. “Me dejaron con ellos creyendo que estaba en buenas manos, pero la mujer no quería que yo me enterara de nada. En cambio, el marido de ella me explicó todo cuando tenía quince años. Pero yo no podía hacer nada porque la mujer decía que me había criado ella y punto.” Andrea le cedió la guarda de su hijo a la mujer porque Fernando estaba enfermo y ella no tenía obra social. Al poco tiempo, Fontana la echó de la casa y no le permitió ver al niño, salvo en contadas excepciones. En ese momento, Andrea inició la pelea judicial. Acompañada por la abogada de Abuelas, Alcira Ríos, querelló a la mujer por su propia apropiación. Fue la primera hija de desaparecidos en tomar esta decisión. Fontana fue detenida y luego beneficiada con el arresto domiciliario. Hasta el lunes, seguía reteniendo a Fernando, de nueve años.
Las Abuelas comunicaron ayer “con inmensa alegría” que el juez Sergio José Prato, del Juzgado en lo Civil y Comercial Nº 2 de San Martín, revocó la guarda provisoria de la apropiadora de Andrea. “El terrorismo de Estado le quitó a Andrea a sus padres y dos de sus hermanos, un juez del estado de derecho en una encomiable labor jurídica y humana le devolvió al hijo a quien ella llamó Fernando como se llamaba su querido hermano desaparecido. Estas son las decisiones y las historias con final feliz que nos reconfortan y nos ayudan a seguir la lucha hasta recuperar a todos nuestros nietos”, afirmó el organismo de derechos humanos.
El lunes a la mañana, luego de dos horas de espera en el juzgado, el juez Prato le comunicó a Andrea que Fernando iba a vivir con ella. Era el fin de la doble apropiación. Concluyeron los encuentros con horarios fijados por la Justicia y los saludos en la escuela. “Me sorprendí porque creía que nos iban a dar un nuevo régimen de visita”, aseguró a Página/12 Andrea. “Creo que esta mujer todavía tiene esperanza de que el nene se quede con ella. En el juzgado le dijeron que me entregara todas las cosas y sólo mandó dos mudas de ropa y no me dio los documentos”, dijo la joven, ahora con la Justicia de su lado. Ríos, por su parte, resaltó la labor del juez y destacó la continuidad de la conducta de la apropiadora. “Lo que hizo con Andrea lo hace con el nene, al que le creó una confusión terrible. El no sabe la historia de su mamá ni la suya. La mujer le intentaba inculcar el complejo de culpa ‘si te vas la abuelita se muere’, le decía, pero ella no es ni la abuela. Esta es una historia repetida”, afirmó la abogada.