Domingo, 22 de mayo de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Santa Fe y Capital, dos elecciones determinantes a las que se llega por caminos diferentes. El oficialismo con candidatos propios. La fórmula porteña kirchnerista, la mejor que llegó con sorpresa. El escenario capitalino, los precedentes, las encuestas. Santa Fe, ambiciones en juego. Y las boletas nuevas puestas a prueba.
Por Mario Wainfeld
El cierre de listas de ayer en la Ciudad Autónoma (CABA) y las primarias de hoy en Santa Fe definen los candidatos en dos distritos bien relevantes, de modos bien diferentes. Las internas obligatorias y simultáneas, que desde este año regirán también en el ámbito nacional, son un avance institucional y un medio para dinamizar la participación e implicación ciudadanas. En la CABA, que se ufana de tener una normativa avanzada, primó la decisión de cúpula, de modo ampliamente transversal. Hasta los radicales, que son mandados a hacer para (y se deleitan con) organizar internas, resolvieron desde arriba. Ya en el ruedo, las dos competencias tienen postulantes de alto nivel y sus resultados pueden trascender las geografías provinciales.
En Santa Fe, Agustín Rossi y el ex canciller Rafael Bielsa puntean (en ese orden) en las encuestas para las internas del Frente para la Victoria (FpV). Si cualquiera de ellos ganara el kirchnerismo, por primera vez desde 2003, presentará en dos de las provincias más grandes sendos candidatos surgidos de su gestión nacional. En la CABA, la fórmula entera cumple ese paradigma. Hablamos de protagonistas surgidos del riñón del gobierno nacional, implicados en sus políticas y sus luchas desde el comienzo. Daniel Filmus y Carlos Tomada fueron ministros del primer gabinete del presidente Néstor Kirchner. El titular de Trabajo, batiendo todo record de permanencia, se mantiene en ese cargo.
Rossi se sumó a Diputados en 2005 y fue desde entonces jefe de bloque, en mayoría relativa y en minoría difícil. Bielsa fue canciller hasta 2005.
El dato no es baladí. Al kirchnerismo le ha costado hacer pie en las provincias, donde tiene aliados de perfil peronista-conservador popular, tipología que incluye al bonaerense Daniel Scioli. Otros son los apodados radicales K. Dirigentes consustanciados con las grandes líneas de la propuesta kirchnerista desde el vamos, prácticamente no existen. Arriman el bochín, sin pertenecer del todo, el chaqueño Jorge Capitanich y el entrerriano Sergio Urribarri.
El FpV da la impresión de ser competitivo en las dos provincias, en sintonía (aunque no en paridad) con el enorme repunte que tuvo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en ambas. En 2008, el campo santafesino y las calles porteñas abominaban a la mandataria y a su fuerza. En 2009, sus electorados trataron muy mal al FpV dejándolo apenas arriba del 10 por ciento de los votos. En 2011 el panorama es muy otro. El FpV saldrá mucho mejor que entonces y hasta podría triunfar en uno o en los dos. Desde luego, ningún futuro está cerrado, lo que también incluye la derrota en ambos. De cualquier manera, haber subido mucho y poder postular a dirigentes de probado compromiso y congruencia ideológica es, en este punto de la carrera, un avance considerable.
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La mejor baraja: La Presidenta escogió (en gran medida inventó) la mejor fórmula imaginable, dentro de lo disponible, para ofrecer a los porteños. La decisión de la extraña interna entre los dos designados y el ministro de Economía Amado Boudou se mantuvo encriptada hasta anteayer. Se especuló sobre su resultado y hasta sobre una fórmula Boudou-Filmus. Entre todos los cálculos y especulaciones previas, nadie imaginó la dupla que escogió Cristina Kirchner, que manejó las barajas que todos conocían, formando la mejor baza. La decisión política, eventualmente, es eso: disponer lo existente del modo más adecuado. A veces, se puede sorprender con una combinación tan sencilla como inesperada.
El favoritismo de palacio se inclinaba por Boudou, las encuestas siempre favorecieron a Filmus. Las objeciones al mejor posicionado se fundaban en su presunta falta de apego a las directivas de Olivos y la Rosada (Ley de Glaciares, candidatura testimonial) y a una cierta carencia de perfil peronista. Tomada, previa aprobación presidencial, se sumó a la interna para cubrir un flanco flojo de Filmus, remixando un perfil apreciado por los progresistas con una tonalidad y estilo cercanos al corazón y la simpatía de los peronistas.
La hipótesis, sensata, es que la fórmula puede interpelar a todos los sectores que podrían mirar con simpatía al kirchnerismo.
La Presidenta reservó su designio hasta último momento, citó a los tres pretendientes a Olivos. Los fue recibiendo, por así decir, por orden porteño ascendente. Primero al ministro de Economía, para que conociera por su boca la resolución. Luego a Tomada, por último a Filmus.
Asistentes al ulterior palique con los tres aseguran que “Cristina estaba exultante”. Según ella, respetó la tendencia de la voluntad popular, que se vuelca mayoritariamente por el ex ministro de Educación. Agregó que las presencias de Filmus, Tomada y Juan Cabandié a la cabeza de la boleta para legisladores expresa un trípode de las principales políticas del “modelo”. Filmus se asocia al financiamiento educativo, la Ley de Educación Superior. Tomada a todos los logros, materiales institucionales y legales, en materia de trabajo. El joven Cabandié corporiza la política de derechos humanos.
La Presidenta sugirió a los candidatos resaltar los logros de gestión, no ideologizar mucho la campaña, evitar la agresividad hacia el diputado Fernando Solanas y cuestionar a Macri “con altura”. La competencia del FpV sumó a sus varias rarezas la de ser un juego de gentlemen, sin agravios ni golpes bajos al menos en la escena pública. Cristina Kirchner predica con el ejemplo un cambio de tono y más moderación en su discurso. Aconsejó-ordenó a sus representantes en consonancia.
La anfitriona en Olivos anunció que se implicará en la campaña, lo que corroboró ayer participando en el acto de lanzamiento en el ND/Ateneo.
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El escenario: El sentido común dominante de los encuestadores coincidía en que Filmus convocaba la mayor intención de voto. Aun los asiduos de palacio se sorprendieron con la fórmula, que les abrirá la rentable oportunidad de realizar nuevas mediciones, esta vez sin escenarios virtuales. Su primer vistazo, reseñado en la edición de ayer de Página/12, es que Tomada refuerza el potencial de Filmus. Anticipan una sinergia, es un augurio. La buena onda entre los dos protagonistas, un hecho, ayuda.
El vaticinio más extendido es que el FpV entrará al ballottage, hasta ahora en general se cree que segundo detrás del jefe de Gobierno Mauricio Macri. Hasta el consultor Artemio López, uno de los contados que “leía” con más chances a Boudou, comentó en su blog Ramble Tamble que la fórmula entrará en la segunda vuelta.
El sociólogo Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, apuntó hace semanas que una peculiaridad de la coyuntura es la gran semejanza de los pronósticos entre distintos especialistas. La intención de voto de Cristina Kirchner en Capital supera el 35 por ciento, coinciden consultores que trabajan con el Gobierno o con partidos y medio opositores. Es altamente improbable, según las mediciones y el (jamás infalible) ojímetro del cronista, que la lista para jefe de Gobierno alcance esa marca, los competidores locales son muy fuertes, en especial Macri. La sensación térmica de la calle porteña, por no hablar de sus taxistas, transmite una merma de la popularidad del jefe de Gobierno. Pero los datos duros recuerdan que es un dirigente muy mimado por el padrón capitalino, con altísimas cosechas de votos. Hasta hoy, suena razonable que supere el 30 por ciento de los votos, un guarismo de difícil acceso para quienes desean desplazarlo. Al cierre de esta nota, en la noche del sábado, es el favorito para salir primero el 10 de julio, aunque lejos del caudal de votos que se llevó en igual instancia, cuatro años atrás.
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Proyecto Sur también existe, otros no tanto: Proyecto Sur conserva aspiraciones, sustentadas en su notable desempeño del 2009. Si lo repitiera, quedaría en las puertas del ballottage. No le está negado de antemano ni le será sencillo. El cierre con otros partidos progresistas no excita el voto a “Pino” pero embellece su lista. El acompañamiento del diputado Jorge Selser no tiene el condimento de diversidad o tracción de apoyos que hubiera podido tener el de Graciela Ocaña o, el más accesible, de la diputada Victoria Donda.
Como fuera, Proyecto Sur pinta para dar batalla y estar en el podio, como piso. Dadas las características de la campaña y el estilo de Solanas da la impresión de que direccionará más críticas y denuncias contra el kirchnerismo que contra el macrismo. En parte porque es su sesgo actual, en parte porque es razonable leer la primera vuelta como una disputa por el segundo puesto.
Otros partidos arrancan de muy atrás y sería una sorpresa que salieran de ese pelotón. Los radicales y la Coalición Cívica, si miran bien su imagen corporal en el espejo, se aplicarán a contar cuántos legisladores arriman y no abrigarán ilusiones sobre la liga mayor.
Desde luego, todo son presunciones, en la cancha se ven los pingos... o los matungos con facha de pingazos.
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Modelo y experimento: Santa Fe, con su primaria organizada en la que prevalecen dos coaliciones, es un modelo a imitar. La nueva boleta única se pone a prueba, se testeará si transparenta y aligera el escrutinio. La metodología dista de ser sencilla, son necesarias herramientas jamás usadas, cinco boletas (una por cada clase de candidatura, desde gobernador hasta concejales), cinco urnas. Puede fallar o, cuanto menos prolongarse mucho.
Es desmesurado homologar recuentos remolones con fraude pero la suspicacia nacional y el patético precedente de Chubut incidirán en el veredicto, si el resultado se posterga hasta la madrugada o cosa así.
El gobernador Hermes Binner apuesta su futuro nacional, a través de su empecinado apoyo a Antonio Bonfatti. Si su compañero Rubén Giustiniani venciera en la primaria socialista radical, dejaría sin futuro nacional inmediato a Binner y sin senador nacional a su partido. No es favorito como hace dos meses pero tampoco está perdido.
Si Bonfatti pega el batacazo, Binner tiene un abanico de opciones por delante, premios a su construcción y a su tozudez.
Los socialistas gobiernan Rosario desde 1995 en forma ininterrumpida y destacable. Rompieron la primacía provincial peronista (que venía desde 1973) recién en 2007. Revalidar para ellos es crucial porque Santa Fe es la única provincia en la que ejercen el Ejecutivo y, aún, en la que son fuertes electoralmente.
Al PRO, en Capital, le ocurre algo similar.
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Juegos de poder: Es ritual asociar la quema del cajón de Herminio Iglesias con un viraje del electorado a último momento. Tal vez, el ejemplo sea forzado, las cartas ya estaban echadas para Raúl Alfonsín. Pero sobran acontecimientos imprevistos que quebraron la tendencia, el atentado en la estación Atocha o el reciente escándalo provocado por Dominique Strauss-Kahn dieron por tierra con favoritos, en democracias estables. Sin caer en lo excepcional, las campañas, los protagonistas, el devenir político económico de la coyuntura siempre impactan en el resultado, jamás sellado de antemano.
Por lo tanto, mucho está por decidirse y una ración importante depende de la performance de los aspirantes. En campaña, como en el fútbol, toda táctica es un diseño hipotético cuya eficacia se comprueba durante la competencia donde el rival también juega. Los medios intervienen con todas sus fuerzas, los poderes fácticos ululan desde la platea cuando no arrojan bengalas al campo de juego.
Viene a cuento un libro simpático y recomendable de Dick Morris, titulado Juegos de poder. Morris, se recordará, es un notorio asesor de campaña que prestó servicios a los presidentes Bill Clinton y Fernando de la Rúa. La trayectoria divergente de los contratantes sugiere que el protagonista es siempre determinante. O, acaso, que ningún consultor es infalible. Volviendo al libro, Morris relata “cómo juegan la partida los grandes líderes políticos” y mezcla ejemplos de distintas tácticas para llegar al poder o conservarlo. Por ejemplo: tomar las banderas del adversario y hacerlas propias. O, al contrario, acentuar los principios partidarios, radicalizarlos. Lo simpático del libro es que da un ejemplo exitoso y uno fracasado de la misma táctica. Por ejemplo: los republicanos Ronald Reagan y Barry Goldwater “se mantuvieron fieles a sus principios conservadores”. Uno fue presidente reelecto, el otro se fue al nacional B. La moraleja es cabal, no hay métodos infalibles, aunque sí saber acumulado y manuales sobre errores fatales.
Las elecciones, máxima instancia de compromiso y poder ciudadano, son la prueba ácida de la democracia. Ojalá que hoy en Santa Fe sean masivas y sin incidentes serios. Siempre es formidable que el pueblo decida, aunque nunca habrá pleno acuerdo sobre la sabiduría de sus veredictos.
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