Martes, 18 de octubre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Juan Gabriel Tokatlian *
En su nota del domingo 16 de octubre, y con el mismo título de este escrito, Martín Granovsky se interrogaba acerca de si la Argentina debía o no negociar políticamente con Irán. Sostiene Granovsky lo siguiente al final de su nota: “La pregunta es si la Argentina, a pesar de ser un actor serio en el mundo, puede dialogar con un país que cuenta con funcionarios presuntamente involucrados en el atentado a la AMIA. Respuesta: si lo que se busca es justicia, ¿por qué no negociar para conseguirla?”.
Un interrogante similar se podría plantear en el terreno económico: ¿puede la Argentina negociar comercialmente con un país cuyos funcionarios han estado presuntamente vinculados con el atentado a la AMIA? Buenos Aires y Teherán han mantenido, desde mediados de los ’90, una relación oscilante en su intercambio de bienes. Cuando en 1995 se optó por no romper los vínculos diplomáticos, se buscó, sin embargo, preservar un espacio acotado para el comercio bilateral. Para finales de la década, ese limitado intercambio fue descendiendo, aunque siempre con un superávit a favor de la Argentina. Al inicio del siglo XXI se revirtió la tendencia. Así, en 2002, el país le exportó a Irán por valor de U$S 339 millones y no le compró nada. Pero en 2003 cayó el comercio a U$S 47 millones y para 2005 no hubo más intercambio. Probablemente una conjunción de factores, entre otros, la decisión del gobierno de Néstor Kirchner de endurecer el reclamo diplomático argentino hacia Irán y la determinación iraní de limitar el vínculo económico como señal de rechazo, llevaron a que a las tensas relaciones políticas se sumara una inexistente relación comercial. Para Buenos Aires y Teherán resultaba más funcional a sus respectivos objetivos el mantenimiento de lazos gélidos.
Sin que se haya modificado de modo sustantivo la postura argentina en términos bilaterales y en foros multilaterales, se puede observar un gradual matiz en la posición de Irán. En breve, la Argentina siguió con un discurso fuerte hacia Irán en el marco de la Asamblea General de la ONU y votando en contra de Irán en la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) en el último trienio; mientras Irán, paradójicamente, fue intentando ciertas señales de distensión. Es muy probable que el creciente aislamiento del gobierno del presidente Mahmud Ahmadinejad, producto de una política de cercamiento, presión y amenaza liderada por Estados Unidos, y la búsqueda de mercados alternativos y de alta calidad para su abastecimiento de materias primas, en medio de una difícil situación doméstica, contribuyeran a que renaciera la relación comercial bilateral, nuevamente muy superavitaria para la Argentina. Así, entonces, en 2010 las exportaciones argentinas a Irán llegaron a U$S 1477 millones y las importaciones iraníes a la Argentina fueron de U$S 25 millones.
Lo anterior suscita varias inquietudes que remiten, de algún modo u otro, a la interrelación entre ética, política, derecho y economía. En la diplomacia se manifiesta una proverbial tensión entre esas dimensiones de los asuntos internacionales. Hay distintas formas de aproximarse a dicha tensión. Una primera es evaluando si los negocios tienen precedente sobre los valores o, en otras palabras, si el pragmatismo se antepone siempre y bajo cualquier circunstancia a los principios. Una ponderación equilibrada y fáctica muestra que, a la fecha, la Argentina no ha modificado su búsqueda de justicia en el caso de la AMIA y su demanda concreta al gobierno de Irán para que colabore en el esclarecimiento de aquel hecho. Asimismo, y en el terreno específico del comercio, no se trata de relaciones Estado-Estado. Es verdad que el Estado iraní es un actor clave en el sistema de compras de ese país, pero no ocurre lo mismo con el lado argentino: son conglomerados como Cargill, Louis Dreyfus, Bunge, entre varios, los que le exportan a Irán soja, maíz, trigo y otros productos primarios. Tampoco se alteró la crítica diplomática argentina a otros países con relación al caso iraní. Por ejemplo, la Argentina le exigió a Bolivia que echara al ministro de Defensa de Irán, Ahmad Vahidi –vinculado, por parte del fiscal Alberto Nisman, al atentado de la AMIA–, cuando éste visitara el vecino país en mayo de 2011. Buenos Aires le ha solicitado a Brasilia, desde 2009 en adelante y en distintas ocasiones, mayor claridad sobre su postura diplomática y nuclear hacia Irán como lo muestran, entre otros, los Wikileaks sobre Brasil. En síntesis, nada parece indicar que la Argentina haya abdicado su creencia o comportamiento con respecto a Irán como resultado de las mayores relaciones económicas entre los dos países.
Otro modo de aproximarse al tema de la tensión entre ética, política, derecho y economía en el ámbito de los asuntos internacionales es a través de una mirada comparada. Sin duda, las ventas argentinas a Irán han alcanzado un valor relevante, pero en términos regionales es Brasil el primer exportador de América latina a aquel país: en 2010 le vendió por valor de U$S 2120 millones de dólares. Asimismo, el principal proveedor mundial de Irán, a pesar de las sanciones impuestas por Occidente, es Alemania: sólo en 2010 sus exportaciones alcanzaron los 3800 millones de euros. En el caso de Estados Unidos, este país le exportó a Irán por valor de U$S 208 millones de dólares e importó desde Irán por un total de U$S 94 millones de dólares en 2010. Por su parte, Israel, por vía de la triangulación realizada con países como Jordania y Dubai, le ha vendido a Irán medios de producción e irrigación para el campo, fertilizantes y otros bie-nes a cambio de ciertos productos como el pistachio. Asimismo, la compañía israelí Ofer Group le ha vendido a Irán 13 barcos tanqueros durante la última década. Finalmente, la mayoritariamente sunnita Turquía ha firmado con la mayoritariamente chiíta Irán una serie de acuerdos para alcanzar un comercio de U$S 20 mil millones en los próximos años. Ahora bien, ninguno de los países mencionados ha modificado su posición diplomática con respecto a Irán.
En conclusión, nada parece invalidar –al menos hasta el momento– la preservación de un ámbito de vínculos comerciales de la Argentina con Irán. Habrá que ver qué desarrollo tiene –en términos de evidencias verosímiles– la llamativa denuncia del complot de parte de actores ligados al gobierno iraní para llevar a cabo un acto terrorista en Washington contra la embajada de Arabia Saudita, que reveló Estados Unidos hace unos días. Al gobierno y al país les conviene moverse con suma cautela y mucha habilidad ante ello. Lo que sigue siendo vital para los intereses de los argentinos es no dejar impune el atentado de la AMIA. Lo que es clave para la política exterior argentina es defender la causa de los derechos humanos, procurar la paz internacional, diversificar su inserción económica y recuperar influencia en los asuntos mundiales.
* Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella.
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