Jueves, 8 de marzo de 2012 | Hoy
EL PAíS › EL TITULAR DE LA CORTE, RICARDO LORENZETTI
Ante la “descontextualización” de su discurso en distintos medios, el ministro habló sobre la relación con el Ejecutivo y el rol de la Corte.
Por Mario Wainfeld y Nora Veiras
Los ya clásicos discursos del titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, siempre levantan polvareda. En primer lugar, porque instaló una costumbre novedosa. En segundo término, porque su ambición temática, sus referencias a la realidad y al desempeño de los poderes del Estado interpelan a los medios y también a otros protagonistas de la política. Lorenzetti dialogó con los firmantes de esta nota en el programa Gente de a pie, que se transmite por Radio Nacional. Habló de repercusiones erradas de ese discurso, de la cabal medida del poder de la Corte, de su relación con los jueces y con el Ejecutivo. Dijo bastante, como se verá.
–Su discurso al inaugurar el año judicial ha tenido gran repercusión en los medios, ¿Cuál fue el sentido general del mismo? ¿Se siente reflejado en la repercusión que tuvo?
–El sentido ha sido dirigirse a los jueces, planteando la necesidad de un nuevo modelo, más cercano a la población. Planteamos un recorrido de todo lo que hizo la Corte en estos años. Nosotros creemos que es un nuevo modelo de Justicia más vinculado a la gente y a las preocupaciones sociales que tienen que ver con la participación ciudadana. En ese contexto, fui citando todos los fallos de la Corte. Ahora, la repercusión no siempre refleja lo que dije. A mí me preocupó, en particular, un titular que saca bastante de contexto la cuestión. Yo hice una referencia al terrorismo de Estado, al trabajo que está haciendo la Corte en esta materia. Y ahí, dije que no sólo se trata de acelerar los juicios sino de promover una comisión interpoderes para el tema de la educación para que nuestros hijos y nietos sepan que el Estado no los puede perseguir. La misma referencia la hice el año pasado. Entonces (mi frase), “que el Estado no persiga a los que piensan diferente” hace referencia a que se usó al Estado para perseguir a los que piensan diferente durante el terrorismo de Estado. Ahora, si de ese concepto uno dice sólo una parte y repite “El Estado no debe perseguir a los que piensan diferente” y lo desvincula del terrorismo de Estado (que es lo que yo dije) y lo pone en otro contexto, es una descontextualización. Eso es lo que me parece incorrecto del titular del diario La Nación, un artículo de (el periodista) Adrián Ventura. Quiero aclararlo porque me parece que hay que ser justo y no fue ése el sentido. Yo no hablo en forma personal, sino institucional. Lo que ha dicho la Corte es exactamente eso.
–Usted, además, hizo algunas acotaciones referidas a la libertad de expresión y a la libertad de prensa, nos gustaría que las remarcara.
–Eso formó parte de toda la descripción, pero no tiene nada que ver con esto del terrorismo de Estado. La idea era describir los principios que defiende la Corte en todos los campos como una relectura que hay que hacer de la Constitución en nuestra generación. Hablamos de los derechos económico-sociales, mucho; hablamos de la posición en temas ambientales y dentro de las libertades, de los dos fallos referidos a la libertad de expresión. Uno fue la causa Patitó, en la cual un periodista critica al Cuerpo Médico Forense y entonces fue condenado a pagar una indemnización. Lo que la Corte dijo es que la crítica periodística es buena, es una actividad que mejora la democracia, el debate, y que no debe haber sanciones civiles ni penales. Después se dictó una ley derogando las sanciones penales, coherente con este fallo. Es decir que si un periodista hace una crítica no puede generar responsabilidades del periodista. También nos referimos a dos causas en las que hemos fallado: una del diario Río Negro y otra de Editorial Perfil, referidas al tema de la publicidad oficial. En el caso del Río Negro, se había retirado la publicidad oficial frente a una información crítica, entonces se dijo que no se puede hacer. Son fallos sostenidos por su composición actual de la Corte.
–Nos parece bien que el titular de la Corte Suprema se exprese, máxime presidiendo un poder que es parco en la comunicación. Pero mi impresión es que tal vez es demasiado parco cuando se refiere al Poder Judicial. La Corte es la cabeza de ese poder. Me parece que la Corte es firme y precisa cuando habla de los otros poderes del Estado y que respecto de su propio poder se sitúa en un lugar de sugerencia, de planteo y no en el lugar de cabeza de un poder donde hay muchos jueces que realmente dan vergüenza.
–Lo que pasa es que nosotros no tenemos facultades de gobierno del resto del Poder Judicial. Los fallos de la Corte son modelos ejemplares. Pero no tenemos facultades para obligar a ninguno de los jueces. Este es un tema serio. Primero, en toda la historia del Poder Judicial no hubo nunca una Corte que avance tanto sobre los jueces. Por ejemplo, en las directivas en el campo de los delitos de lesa humanidad. Lo que a ustedes les parece a lo mejor poco, para el Poder Judicial es muchísimo. La semana pasada discutimos con los jueces nuevos de Casación y, realmente, no hay facultades. Lo que tuvieron que hacer son sugerencias, directivas que no son inmediatamente obligatorias. Los tribunales superiores no tienen esas facultades.
–¿Y el peso de la autoridad del presidente de la Corte? Por ejemplo, ¿si el presidente de la Corte convoca a un encuentro de jueces para que discutan la conducta de los jueces que cajonean expedientes y al interior del Poder Judicial se debate?
–(Irrumpe.) El discurso de ayer empezó con eso. Dice que el modelo de Justicia empieza por no demorar injustificadamente las causas. Empezó con todo un análisis de por qué nosotros debemos servir a la población, no demorar las causas, no resistirse al proceso de informatización. Un discurso muy fuerte para los jueces. El grueso del discurso fue eso: la Justicia tiene que estar más cerca de la gente y por lo tanto tiene que ser más rápida. Somos cabeza de un poder del Estado en el sentido de que las decisiones de la Corte no tienen otra apelación superior. Pero la Corte no selecciona a los jueces ni reglamenta el funcionamiento: eso lo hace el Consejo de la Magistratura. No tiene muchas facultades para avanzar en el tema de cómo trabaja un juez. Tenemos que usar estos métodos porque no hay otros. Ahora, si se modifica la ley o el Consejo, tendrán que ver.
–Volviendo atrás: ¿usted en ningún momento hizo alusión a que hoy en día se esté censurando la opinión diferente en los medios o que haya una persecución desde el Estado al que piensa diferente?
–La Corte en ningún momento está hablando de una persecución del Estado a los ciudadanos hoy en democracia. Una cosa es el terrorismo de Estado y otra es la democracia. Nosotros podemos discutir, pelear, puede haber (y las hay) opiniones de todo tipo y hasta distorsiones como en este caso. Forma parte de la vida democrática, a veces caótica. A algunos el conflicto mismo les cae mal. Yo dije que el conflicto, que los intereses colisionen es la base del funcionamiento del sistema democrático, hace que la sociedad esté viva. No hemos hablado ni asimilado la democracia con el terrorismo de Estado. También hemos advertido sobre la discriminación, hay que estar atento, hubo casos de discriminación, pero no una equiparación con el terrorismo de Estado, de ninguna manera.
–¿Cómo describiría usted la relación político-institucional de la actual Corte, con los Ejecutivos kirchneristas y con el Congreso?
–Hay temas institucionales y judiciales. Sobre temas judiciales hay sentencias en los últimos cinco, seis años: algunas han favorecido la posición del Gobierno, otras no. Es lo normal de un Estado de derecho, no me parece que eso sea ninguna cuestión de crisis institucional ni mucho menos. También (ocurre con) los sectores económicos, cuando se habla de poderes hay que hablar de todos los poderes. Dije que la Corte tiene que dictar sentencia conforme a la ley. Y que no debe importar el poder, sea fáctico o no, quién esté sometido a juzgamiento. Se reciben presiones, críticas por los fallos. Eso es lo normal, pasa acá y en todo el mundo. Cada uno tiene el derecho de criticar, lo importante es que nosotros sostengamos una línea de principios coherentes. La Corte ha tratado de ser coherente y por eso hablamos de un modelo de interpretación constitucional que incluye la inclusión social, la participación comunitaria, la ampliación de participación y transparencia de procesos de relevancia, como hemos tenido hoy con los indígenas del Chaco. Todo esto es un modelo que antes no existía. En los temas institucionales hemos tenido temas que trabajamos muy bien, como la Comisión interpoderes por delitos de lesa humanidad. Y otros en los cuales hemos tenido muchas discusiones, como el retraso en la designación de las vacantes judiciales, que no es fácil de solucionar. Hay temas que están bien y otros no, hay que acostumbrarse: en la vida democrática muchas veces hay discusiones.
–¿Piensa usted que en estos años el poder de la Corte está disminuido, asediado, ninguneado por el Poder Ejecutivo?
–No, para nada. Primero porque la transformación de la Corte ha sido en este proceso. Nosotros siempre hemos tenido la libertad de decir lo que pensamos. Yo no estaría acá si no dijera lo que pienso. Todo lo que dije en el discurso es lo que escribí durante veinte años, uno no puede tirar la vida por la borda, no puede cambiar sus principios. Es fundamental que uno se respete a sí mismo y esté en una institución para llevar adelante lo que uno quiso hacer en la vida. Todos tenemos ideales y tenemos pasiones, y de eso se trata. Siempre hay dificultades, puede haber obstáculos. Pero esto no tiene relación con lo que hemos vivido (y yo lo viví mucho) como el terrorismo de Estado. Por eso me molestó mucho esta descontextualización, yo viví lo que pasó en aquellos años.
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