EL PAíS › DANIEL FILMUS, COMPAÑERO DE IBARRA
“Se puede ser progresista y eficiente en la gestión”
El secretario de Educación porteño está asumiendo su pase a la arena política como candidato a vicejefe de Gobierno. Advierte: “No voy a ser un tocador de campanita en la Legislatura” y apuesta a coordinar todo el área social. Está casi decidido a votar por Néstor Kirchner.
Por Nora Veiras
Hace treinta años que empezó a militar pero es la primera vez que será candidato. El sociólogo Daniel Filmus pasó su primer día como compañero de fórmula de Aníbal Ibarra encerrado en su casa recibiendo llamadas. A los 47 años, está acostumbrado a investigar, escribir, dar clases y gestionar pero no a hacer discursos de campaña. “Estoy en estado de shock”, dramatiza. En el campo educativo se siente seguro, es el terreno que domina y desde el cual se catapulta a la vicejefatura de Gobierno para confrontar con Mauricio Macri. Aceptó la propuesta porque la idea es que si logran la reelección se ocupe de toda el área social. “No voy a ser un tocador de campanita en la Legislatura”, dice aludiendo al tradicional rol de los vice en la Argentina. Está casi decidido a votar por Néstor Kirchner y se sigue reivindicando como peronista.
–¿Por qué aceptó la candidatura?
–Acepté por el desafío que significa tratar de generar una política social integrada para la Ciudad de Buenos Aires. Desafío desde lo conceptual y desde la gestión. Acepté porque creo que va a haber una disputa ideológica muy fuerte en la Ciudad, diferentes concepciones de Estado, de ciudadanía, de la justicia social, y que ésta es una causa noble y vale la pena dar la pelea. Acepté porque uno es un investigador crítico y se pasa la vida diciendo cómo no deben hacerse las cosas, es la oportunidad para hacerlas diferentes y entonces aunque sea costoso desde lo personal vale la pena aceptarlo. Después de lo que pasó el 20 de diciembre y todo el mundo decía que se vayan todos y ahora uno mira que las caras son las mismas... entonces cuando le dicen a alguien que no es de los mismos y no acepta no hay por qué quejarse después.
–¿A qué se refiere con una decisión costosa desde lo personal?
–La gestión pública en general es un esfuerzo personal de tensión, angustia y preocupación permanente que es muy difícil comparar con otro, para el que no tiene problema de trabajo, fuera del Estado. Yo dejé un trabajo que me fascinaba en Flacso y ahora soy una persona preocupada porque si llueve mucho tengo qué ver qué pasa en las escuelas; comen 180 mil chicos por día y hay que garantizar que no tengan problemas y al mismo tiempo ocuparme de la transformación pedagógica. Tengo una beba de 9 meses, tomar esta apuesta de riesgo significa también que se resienta el funcionamiento familiar. También es costoso porque quiera o no, tendré escasas posibilidades de continuar investigando, leyendo.
–¿Cuando plantea que habrá una disputa ideológica en la Ciudad se refiere a la polarización con Mauricio Macri?
–Creo que tiene mucho que ver con lo que ocurrió en los ‘90. La Argentina mostró que se puede crecer, como ocurrió entre el ‘90 y el ‘98, y al mismo tiempo que se profundice la desigualdad y la pobreza. Se hicieron transformaciones tecnológicas y productivas profundas y al mismo tiempo se produjo cada vez más desocupación. En los ‘80 hubo más pobreza pero en el contexto de la década perdida. En los ‘90, la consecuencia de la aplicación de las políticas definidas por el Consenso de Washington demostró que no alcanza con el crecimiento para que la gente viva mejor. Pueden ser propuestas atractivas desde lo macro pero si no tienen en el centro disminuir desigualdades y mejorar condiciones de vida, pueden ser buenas para pocos pero negativas para la mayoría. Nosotros tenemos que mostrar que la eficiencia en el Estado no es patrimonio de algunos, tiene que ver con mejorar el uso de recursos para los que más lo necesitan. Desde nuestra perspectiva es posible desarrollar un proyecto de solidaridad, justicia social, sin descuidar que la primera obligación del Estado es ser eficiente y racional en el uso de los recursos. Se pone al progresismo como ineficiente, pero en la Ciudad tanto en el manejo del Banco como en la cultura, la economía, las políticas sociales y la educación, por nombrar algunas áreas, se ha demostrado que se puede ser progresista y eficiente.
–La vicejefatura es un cargo tradicionalmente poco ejecutivo ¿no se verá limitado en sus proyectos?
–La propuesta de Ibarra no fue la vicejefatura a secas sino la coordinación de un gabinete social donde estén todas las áreas que involucren la calidad de vida. Para nada me imagino como un tocador de campanita en la Legislatura.
–¿Cuáles son las prioridades que fijará?
–El principal problema es vincular muy fuertemente la generación de puestos de empleo con la educación, el desarrollo económico, artístico y cultural. En la Ciudad, los jóvenes tienen el doble de tasa de desocupación que el resto de la población, pensamos en generar microemprendimientos con capacitación y empresas innovadoras, tomando como eje la educación y salud. Si logramos que todos estén dentro del sistema educativo contribuiremos a la seguridad: los jóvenes que no estudian ni trabajan tienen una mayor probabilidad de caer en las adicciones o en el delito. Estamos discutiendo el tema de garantizar una ciudadanía mínima, es decir que todo aquel que viva en la Ciudad tenga acceso a bienes mínimos, no sólo el derecho a votar sino a tener trabajo, salud, educación y vivienda.
–¿Cómo?
–Generando proyectos productivos. Estamos estudiando la forma de promover una especie de carnet que acredite que ser ciudadano de Buenos Aires garantice tener un Estado protector, benefactor.
–¿La educación va a ser un tema de disputa en la campaña porteña?
–Vi un documento del grupo Sophia y otro de la Fundación de Miguel Angel Broda que abrevan con Macri y plantean estrategias vinculadas con las llamadas escuelas charters y a los vouchers. La idea de pagar por alumno que reciban, de colocar en competencia a escuelas para ver quién absorbe más alumnos. Esto se hizo en el primer período de Pinochet en Chile –la financiación de la demanda y no de la oferta– y no funcionó. Son ideas que el Banco Mundial planteó en los ‘90 y ya abandonó. Pueden sonar atractivas pero destruyen el sistema educativo.
–¿Por qué dice que destruyen el sistema?
–Algunas se lanzan a captar alumnos a partir del origen socioeconómico de los chicos porque es básico para la calidad. Las investigaciones muestran que la variable socioeconómica es la que más incide, el llamado capital cultural. En muchos países las escuelas empiezan a segregar a los sectores más pobres. Se genera una situación donde se profundiza la inequidad y se reproducen diferentes circuitos de calidad desigual. Sin mencionar que pasa por encima conquistas docentes que están expresadas en el Estatuto, que si bien tiene cosas para mejorar, en su esencia plantea que hay concursos, listas por capacidad, y no que por arbitrariedad política se coloque a los docentes. Una cosa es promover la autonomía y otra la anarquía.
–La educación entonces será central en la contienda.
–Ya es un tema central y me parece que ellos están obligados a dar marcha atrás en algunas de esas propuestas.
–¿A quién va votar el 27 de abril?
–Estoy preocupado por la falta de debate y el tipo de elección que se dio. Es muy probable que vote a Kirchner.
–¿Se sigue definiendo como peronista?
–Sí, porque a partir del peronismo se accedió a una ciudadanía plena.
El radicalismo garantizó el acceso al voto y el peronismo completó los derechos a la salud, la educación, la vivienda, el trabajo y un modelo de Nación.
–Y si gana Menem a nivel nacional...
–Me imagino que todavía tiene más sentido participar en esta contienda. Sería muy bueno mostrar que es posible construir otra cosa. Demostrar que es posible combinar la justicia social, la modenidad con eficiencia, la igualdad, la justicia, la democracia y el derecho al trabajo. Mostrar queel progresismo es eficiente en redistribuir a los que más lo necesitan. Es muy importante demostrar eso, más todavía si gana Menem en la Nación.
La palabra eficiencia no puede quedar sólo en manos del neoliberalismo. Parte de la crisis de la Alianza, y también del gobierno de Alfonsín, tuvo que ver con el no saber gobernar: concepciones progresistas con políticas que no eran acertadas.