EL PAíS › PATRICIA WALSH, DE IZQUIERDA UNIDA.
Un piso para la construcción
“La verdad es que siento que el cargo me queda grande”, respondió en la anterior elección presidencial cuando se le preguntó si no se preguntaba si la habían elegido como candidata a presidente, sólo por su apellido. Llamarse Walsh tiene su peso, más cuando se lo hereda del periodista, escritor, ensayista y militante revolucionario, Rodolfo Walsh.
De aquel momento, en 1999, cuando admitió: “No tengo una trayectoria que pueda ser reconocida a nivel nacional, ni tengo experiencia en la lucha electoral”, a ésta, su segunda postulación como cabeza de la lista de Izquierda Unida, han pasado más que los cuatro años que separan un comicio del otro. Sin mucho espacio en los grandes medios, manteniendo el inestable equilibrio de la coalición de izquierda, en el 2001 el electorado porteño la sentó en la Cámara de Diputados de la Nación. Allí Patricia Walsh logra sacar de quicio a los miembros de la mayoritaria bancada peronista. Para mayor enojo de los seguidores del General, lo hace precisamente con un discurso peronista. No duda de identificarse como peronista de izquierda, una mezcla extraña, que por estos tiempos resulta más incomprensible aún. Peronista y periodista, es la definición que Walsh prefiere entregar cuando se le pregunta por oficio e ideario político. Claro que también repite orgullosa que su militancia se remonta a sus 17 años en la Universidad de La Plata, en una agrupación trotskista. Las vueltas de la vida la volvieron a juntar con otra agrupación que se dice seguidora de León Trotski, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, que lidera Vilma Ripoll. Antes de esta elección, la coalición Izquierda Unida estuvo al borde de la ruptura cuando el socio mayoritario, el Partido Comunista que dirige Patricio Echegaray, propuso abrir el espacio político y las listas de candidatos a otras experiencias. No se trataba de un encuentro con el diablo, ni mucho menos. El PC reivindicaba sumar a la aeronavegante Alicia Castro, y también al Partido Obrero, otra formación trotskista. Pero como no hay peor astilla que la del mismo palo, las negociaciones fracasaron porque lejos de encontrar puntos de coincidencia, los trotskistas no dejaron de contarse las costillas.
En 1972, Walsh se incorporó a la Juventud Peronista. Por esa época ingresó a la revista Gente. Años más tarde se sumó al diario Noticias. Al igual que a toda su familia, la dictadura la golpeó fuerte. Su padre resistió de pie y a balazos, una emboscada de la Marina en el barrio de Constitución. Los Grupos de Tarea del ex Almirante Eduardo Massera lo llevaron casi moribundo a los sótanos de la ESMA. Su hermana Vicky resistió al Ejército en una terraza de Villa Luro, hasta que le quedó su última bala. Por milagro, su ex marido Fernando Fuentes pudo salir con vida de feroces sesiones de tortura. Ahora Walsh sueña con que después del domingo IU “obtenga un piso importante de votos que permita seguir construyendo una opción de izquierda”. Por cierto no faltan las voces que apuestan a una construcción más amplia: “La de un nuevo movimiento histórico que tenga una dirección de izquierda y pueda así superar al capitalismo con una propuesta renovada de socialismo”, como definió recientemente Echegaray en un acto en Unione y Benevolenza. Pero esa será otra historia. Tal vez la que empiece luego de los comicios de hoy.