EL PAíS › CREARAN UN SUPERENTE
QUE FISCALIZARA A LOS CONGLOMERADOS FINANCIEROS
Con la vista clavada en los grandes bancos
Mientras que bancos, AFJP, compañías de seguros y sociedades de Bolsa suelen pertenecer a un mismo dueño, el control se dispersa entre varios organismos, con una historia de inoperancia y corrupción. El proyecto es unificarlos.
Por Julio Nudler
Uno de los grandes proyectos que se propone encarar el gobierno de Néstor Kirchner, y que mayores resistencias corporativas generará, es la fusión de todos los órganos de control financiero en un superente que aplique la misma lógica de coordinación de los conglomerados privados. Estos incluyen bajo una marquesina común todas las vertientes del negocio: bancos, AFJP, compañías de seguros, sociedades de Bolsa, fondos comunes de inversión, ART, seguros de retiro y otras.
Para controlar a cada uno de estos segmentos, que están frecuentemente en manos de un mismo y poderoso dueño, a menudo multinacional, el Estado fue creando organismos específicos, cada uno de los cuales ve sólo una pequeña fracción de la película y actúa sobre ese fragmento. De esta manera, a los conglomerados financieros les resulta muy fácil engañar a sus clientes o aportantes, obrando con el objetivo de maximizar los beneficios del grupo, a costa de los particulares. Es, entre muchos ejemplos, el caso de las AFJP, que sistemáticamente contratan los seguros de vida e invalidez con la correspondiente compañía vinculada, luego de simular la realización de una licitación abierta para obtener la prima más barata para provecho de sus afiliados. Cumplen con la formalidad que les impone la ley, aunque burlando su espíritu.
Pero el público no es la única víctima de las operaciones intragrupo: éstas también perjudican al fisco, ya que los conglomerados están en condiciones de mover contablemente sus ganancias para hacerlas figurar en la empresa con menor carga impositiva. Esto lo logran con la misma técnica de las transnacionales: manipulando los precios de las transacciones que realizan entre sí diversas firmas hermanas, dentro o a través de las fronteras.
La unificación de los entes de control deberá superar también serias resistencias políticas, dado que hasta ahora pertenecen a diferentes áreas del aparato gubernamental, que no querrán resignar poder. Así, por ejemplo, mientras la Superintendencia de Seguros de la Nación (SSS) depende del Ministerio de Economía, la que supuestamente regula y fiscaliza a las jubiladoras privadas (la Safjp) cuelga del andamiaje de Trabajo y Seguridad Social. La mayor proeza será poder separar del Banco Central la Superintendencia de Entidades Financieras, un cargo estratégico que el presidente Duhalde confió a quien fuera su contador, Jorge Levy, cuyo socio, Horacio Picado, fue ubicado a la sazón al frente de la Safjp.
Aunque los conglomerados financieros –frecuentemente, pero no siempre, encabezados por bancos, sobre todo extranjeros– presionarán para evitar la consolidación del control estatal, ésta dista de ser un invento argentino. Entre otros muchos países, Alemania dio ese paso el año pasado, mientras que Gran Bretaña completó el proceso de fusión dos años atrás, conformando la Financial Services Authority. Como no se trata de una iniciativa realizable a corto tiempo, sus detractores dirán que es un buen proyecto para el largo plazo (no menos de dos a tres años), y que el Gobierno debe atender otras prioridades más urgentes. Sin embargo, mientras se camina hacia la concentración en un único superente de control, pueden darse pasos concretos para tapar los múltiples agujeros del sistema actual.
Un caso concreto: las aseguradoras se caracterizan en la Argentina por colocar en plazos fijos una porción desmesurada de sus reservas, pero además eligen poner casi todos esos fondos en el banco del mismo grupo. Vale decir que concentran el riesgo, que es lo último que debería hacer una compañía de seguros. Esto plantea a su vez una segunda cuestión: la inoperancia de los controles no deriva sólo de la dispersión de los órganos estatales, sino también de la cooptación de sus conducciones por los intereses privados a los que deben fiscalizar. En este sentido, el gobierno saliente no dio paso alguno para corregir el problema. ClaudioMoroni en la SSS y Narciso Muñoz en la Comisión Nacional de Valores no tienen nada destacable para mostrar al respecto.
Kirchner tendrá la oportunidad de cambiar este estado de cosas, si es lo que realmente desea. Una ocasión se le presentará en agosto, cuando venza el mandato de Muñoz, hombre colocado en el cargo por Lisandro Barry, el primer secretario de Finanzas que tuvo Duhalde. El resto del directorio deberá ser renovado en diciembre. En cuanto a la Superintendencia de Entidades Financieras, el entrante jefe de Estado podría reemplazar a Levy por otro miembro del directorio, o bien incorporar una figura nueva, despidiendo a un director que no cuente aún con acuerdo del Senado.
La abundancia de organismos unificados de control en otras partes del mundo pone a disposición de la Argentina diversos modelos posibles. Por tanto, la dificultad no radica en la preparación de un proyecto de ley, sino en la pesada decisión política que exige. Los escollos serían mayores aún si en el control unificado se pretendiera incluir otros negocios hasta ahora librados a su albedrío. El caso más notorio es el de la medicina prepaga, un sector integrado por empresas que proveen servicios de salud con el mecanismo de los seguros, pero sin ser sometidas a ninguna exigencia de capitales mínimos ni control de sus inversiones. A diferencia de las AFJP, tampoco integran un sistema, de modo que cuando una prepaga desaparece, sus afiliados quedan desamparados.
Un caso que también está en la mira de quienes quieren establecer regulaciones eficaces es el de las sociedades de ahorro y capitalización, supuestamente controladas por la Inspección General de Justicia. Esas financieras, que suelen captar recursos de franjas relativamente pobres de la población, saben esfumarse sin dejar rastros. A pesar de ello, ningún gobierno se ocupó seriamente del problema.
Más allá de evitar que el público padezca las maniobras de los conglomerados financieros, el control consolidado de éstos colocará bajo vigilancia a grupos que manejan el grueso del ahorro nacional, en una proporción no inferior al 80 por ciento. Su auge fue acentuándose a lo largo de la década pasada, y aunque la modalidad fue adoptada por algún banco privado nacional y, especialmente, por grandes bancos estatales, el sello característico de los conglomerados es su transnacionalización.
Cualquier proyección a mediano y largo plazo indica que esos grupos manejarán la mayor parte de los recursos financieros y del crédito disponible en la Argentina. Si bien el estallido de la convertibilidad abrió una pausa en el proceso, a medida que el mercado se recomponga y aumente la monetización de la economía, los conglomerados financieros volverán a crecer hasta alcanzar proporciones difícilmente desafiables por el poder de ningún gobierno.