EL PAíS › EL GOBERNADOR DE SANTA FE, AISLADO
El bajón de Reutemann
La visita del Presidente a Santa Fe puso en evidencia el mal momento que está pasando el gobernador. Después de la inundación, por temor a los insultos y reclamos Reutemann elude el contacto con la gente.
Por Pablo Feldman
Desde Rosario
“El Lole está entre la desesperación y la depresión”, dijo a Rosario/12 un alto dirigente del PJ santafesino que en su momento fue un disciplinado reutemista. Y si bien Carlos Reutemann se ha caracterizado por su inexpresividad, desde que renunció a la posibilidad de ser candidato a presidente el año pasado, ha perdido buena parte de ese misterio que construyó en torno de su imagen. La unificación –por primera vez– de los comicios provinciales con los nacionales y la aberrante boleta sábana –de siete cuerpos– que propicia para la elección del 7 de setiembre denotan el grado de preocupación ante la posibilidad de una inédita derrota peronista para la gobernación desde la recuperación de la democracia en 1983. A eso se agregó el jueves la bienvenida en la Casa Rosada a Hermes Binner, el intendente socialista de Rosario que encabeza las encuestas para suceder al Lole. Esa situación, las secuelas de las inundaciones y la creciente sensación en la opinión pública de que no fue únicamente una catástrofe natural generaron un indudable repliegue anímico. En cualquier caso, aun cuando pueda parecer una exageración, los últimos meses de Reutemann en la Casa Gris se presentan completamente diferentes al epílogo de su primer mandato (1991-1995), y sobre todo a las jornadas previas al 27 de abril, el fatídico día en que entraron las aguas a Santa Fe y Carlos Menem en el pasado.
“Entraron por el patio trasero”, relató un funcionario provincial sin advertir que la figura no era la más halagüeña para describir el ingreso del Presidente y el gobernador a la Casa de Gobierno. Pero la figura sirve para graficar la mala hora que atraviesa Reutemann, que además se patentiza en su rostro. “Hasta hace un par de meses el Lole entraba por la puerta principal y saludaba a todo el mundo”, contaba el empleado provincial que se asombró cuando Néstor Kirchner, finalizada la visita, decidió salir por la puerta grande, enfrentando al mismo centenar de inundados que esquivaron al entrar por la puerta alternativa. Reutemann se quedó en la escalera, se dio vuelta y subió lentamente a su despacho.
Allí, seguramente gratificado por los anuncios de asistencia económica para la provincia, le habrá vuelto una imagen que en su accionar prefiere omitir y que los acompañantes del Presidente le hicieron recordar hace un par de semanas cuando hicieron la vista de avanzada: la foto con Carlos Menem una semana antes de la elección nacional.
“El Lole sigue como si no se hubiera sacado esa foto, no hubiera perdido en Santa Fe y en Rosario contra Elisa Carrió, y como si no tuviera nada que ver con la inundación”, describía un dirigente santafesino que fichó con el patagónico en la interna y sufrió el exilio interno en Santa Fe.
Y algo de eso hay; no sólo por la insistencia en sostener la candidatura a gobernador de Alberto Hammerly que optó por la “tercera prescindencia” junto al Lole y que tiene una pésima intención de voto, sino por su innecesario y elevado nivel de exposición en las zonas afectadas por las aguas, lo que derivó finalmente en el cuadro de “leptospirosis leve” que no ha mostrado –por ejemplo– ningún bombero ni médico que estuvieron en serio en el medio de la catástrofe.
De todas maneras, en comparación con el resto del gobierno provincial, la figura de Reutemann es la que menos reproches ha recibido. Más allá de las denuncias penales en su contra, los planteos de los especialistas en cuestiones hídricas y las reconocidas falencias a la hora de asistir a los damnificados, el gobernador continúa presentándose como una víctima más.
Pero tan cierta como la foto con Menem y la ciudad inundada es que por primera vez desde que irrumpió en la política, en el peronismo santafesino no se va a hacer exclusivamente lo que Reutemann decida. Los “Fernández de Kirchner” le hicieron ver –por si hacía falta– que las cosas han cambiado y que el Presidente necesita diputados nacionales y dirigentes que no son precisamente los que el Lole colocó últimamente en las listas.
El viernes Reutemann compartió una conferencia de prensa con el jefe de Estado; durante las respuestas de Kirchner se escuchaba el incesante tamborileo de la lapicera del Lole, que con la vista clavada en el suelo sobrellevó el momento con visible fastidio. Luego advertido de la presencia de manifestantes, el Presidente decidió salir por la puerta principal, allí se topó con hombres y mujeres que esperaron tres horas para hacerle conocer su reclamos, Kirchner los escuchó y besó en la mano a una mujer de unos 80 años que no paraba de llorar.
Adentro, en el primer descanso de la escalera, distanciado de la gente, Carlos Reutemann miraba y se veía a él mismo no hace mucho tiempo. Dio media vuelta, subió lentamente las escaleras y regresó a su despacho, sumando a los pesares de su esqueleto el dolor de ya no ser.