EL PAíS › LA RENUNCIA INDECLINABLE DE NAZARENO, OTRO DURO GOLPE AL MENEMISMO
Corte supremo a una larga injusticia
Asediado por el juicio político, desamparado por casi todos sus pares, el ex presidente de la Corte escribió una escueta dimisión. Lo hizo tal como anticipó Página/12, hasta en la fecha. La mayoría menemista queda así diezmada. Su actual jefe, Moliné O’Connor, bien puede ser el próximo. Comienza el fin de un ciclo de desprestigio de la Justicia, al servicio del proyecto neoliberal y de negocios propios. Los problemas que le quedan a Nazareno.
Por Irina Hauser
Julio Salvador Nazareno, 67 años, 13 en la Corte Suprema, timón de la mayoría automática, presentó la renuncia cuando era evidente que el juicio político en su contra no tenía retorno. Su caída marca el fin de una época. O cuanto menos desarticula a un equipo de jueces que durante más de una década sentó la doctrina de favorecer al poder político y económico sistemáticamente. Pone en evidencia, a la vez, la pérdida de protagonismo y espacios del menemismo. Para el gobierno de Néstor Kirchner, que logró en pocos días su cometido de obtener una vacante en el tribunal, se abre una etapa de puesta a prueba de su voluntad de fundar una Justicia realmente independiente.
El riojano por adopción basó las seis líneas de texto de su despedida en “razones de índole personal”. Fue bastante más audaz en el descargo que presentó el miércoles, donde trató a los legisladores de “ignorantes” y al Gobierno de “fascista, marxista o cesarista”. El proceso de remoción que había iniciado la Comisión de Juicio Político de Diputados cae ahora instantáneamente, pero le queda por enfrentar al menos 17 causas penales en el fuero federal y algunas otras que podrían ser presentadas (ver aparte). Por ahora no podrá cobrar jubilación alguna, según informó a Página/12 el titular de la ANSeS, Sergio Massa (ver aparte).
De acuerdo con los usos del alto tribunal, el sucesor de Nazareno en el sillón presidencial será su gran amigo, hasta ahora vicepresidente, Eduardo Moliné O’Connor. Podría ocurrir, sin embargo, que alguno de los otros ministros objete esa posibilidad y pida que se hagan elecciones. Así comenzarían a mostrarse renovados y, además, la verdad es que están todos convencidos de que Moliné, considerado como el cerebro de los automáticos, será el próximo juez en el banquillo. Para Carlos Fayt, que hace dos meses parecía al borde de la destitución, se calmaron las aguas y en la Casa Rosada cuentan con que podría irse hacia fin de año.
“La Corte está quebrada”, se lamentó ayer un ministro. Lo decía en parte por el clima de inquietud que hay entre los supremos, que tiemblan por su propio futuro, pero otro tanto en sentido literal. “Yo digo que está quebrada porque quedamos literalmente cuatro y cuatro”, describió. La mayoría suprema que tanta pleitesía incondicional rindió a su creador, Carlos Menem, dejó de existir ayer. De aquel bando sólo quedan Moliné O’Connor, Adolfo Vázquez y Guillermo López. A ellos se ha sumado en fallos recientes Fayt. El otro grupete incluye como fieles a Antonio Boggiano –un ex automático al que sus contrincantes acusan de “adosarse al oficialismo reinante”– y Juan Carlos Maqueda, ex senador al que el ex presidente Eduardo Duhalde nombró a fines de diciembre con métodos no menos arbitrarios que los utilizados en los noventa. A ellos dos tienden a sumárseles Enrique Petracchi y Augusto Belluscio. En este último cuarteto se vieron señales de beneplácito cuando el adiós de Nazareno se perfilaba como un hecho. Pero ayer en el plantel cortesano se escuchaban quejas por lo que algunos consideraron “un acto de linchamiento”.
Nazareno había tomado la decisión de renunciar varios días atrás, sólo le restaba poner la fecha. Al asumir el nuevo gobierno primero pensó que, igual que el año pasado, los intentos de remoción iban a naufragar con una ayuda del hermano Eduardo (Menem), su verdadero padrino político. Pasó días jactándose de que resistiría estoicamente, igual que lo hizo con los cacerolazos, de los que incluso se burló. Pero a los nuevos cargos en su contra que se multiplicaban en Diputados, se agregó su pérdida de predicamento dentro de la propia Corte. En las últimas semanas tuvo cartón lleno: sus viejos compinches no quisieron firmar con él la redolarización, se negaron a suscribir una respuesta “institucional” con la que pretendía contestar al mensaje por cadena nacional en el que Kirchner instó al Congreso a separarlo del cargo, le pidieron que se callara la boca después de que le contestó a un periodista “dejate de joder” y tampoco dieron mayoría para avalar el ascenso de su hija a comienzos de esta semana. Este patético escenario contrasta con los grandes gustos que Nazareno –también ex jefe de la policía riojana– se dio para sí y para el menemismo en sus años de vida útil dentro del máximo tribunal, cuya cabecera ocupó por una década, aunque el último final lo logró gracias a que se votó a sí mismo. La semana pasada no consiguió apoyo para promover a su hija Florencia, su secretaria privada, al cargo de prosecretaria administrativa, pero unos días antes, el 9 de junio, logró que Moliné, López, Vázquez y Fayt firmaran junto a él la designación como secretario letrado (equivalente al de juez de primera instancia) en su vocalía de su futuro yerno, Christian Axel Pantaleón. Para ahorrarle futuros disgustos el lunes pasado le dio un pase al Cuerpo de Auditores de la Corte.
Entre otras de sus vivezas riojanas se anotó la de haber dispuesto para uso personal automóviles secuestrados en causas judiciales. También venía cobrando un plus por desarraigo, aunque tiene domicilio en Capital Federal. Entre los fallos históricos que fogoneó, y que marcaron a la mayoría menemista, siempre viene bien recordar el que permitió con un escandaloso per saltum la privatización de Aerolíneas Argentinas. Eso fue tres meses después de su entrada a la Corte, recién llegado del estudio que compartía en La Rioja con los hermanos Menem. Con Carlos tuvo un entuerto cuando le retaceó el apoyo en sus aspiraciones reeleccionistas, pero después lo sacó de la cárcel al eliminar la figura de asociación ilícita en la causa sobre la venta ilegal de armas.
El fin de una era en la Corte comenzó a respirarse el año pasado. El juicio político a todos sus miembros –aunque fue un fiasco y derivó en la renuncia de Gustavo Bossert, el menos cuestionado de los ministros– profundizó las fisuras entre ellos, que se agarraron de los pelos públicamente. Puertas adentro, comenzaron a delinearse nuevas alianzas. Todavía, no obstante, persisten ideas alentadas por Nazareno como la de avalar la constitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. La sociedad civil, mientras tanto, siguió exigiendo largamente un cambio de cultura judicial y política, un reclamo del cual al nuevo gobierno parece decidido a hacerse cargo. Ahora, nuevo proceso de selección mediante, tiene un gran desafío por delante.