EL PAíS › EL PLEBISCITO DIVIDE AL GOBIERNO
Un arma de doble filo
Por Raúl Kollmann
El domingo, cuando el entorno del Presidente vio la tapa de Página/12 -el título de la edición era: ¿Aguanta Duhalde?–, surgió la propuesta: “¿qué pasa si hacemos un plebiscito para afirmarnos en la presidencia hasta el 2003?”. La idea consistía en legitimar el mandato con votos, salirles al cruce a las ansias electorales que –están seguros– mueven a José Manuel De la Sota y Néstor Kirchner y hacerle sufrir una derrota a Carlos Menem, todos fantasmas que obsesionan a la Casa Rosada. Ayer, el funcionario que le relató a este diario la escena del domingo a la mañana, agregó: “Es una locura y casi le diría que fue un exceso verbal ante la tapa del diario”.
Lo cierto es que el propio Duhalde dejó abierta ayer la posibilidad de llamar a un plebiscito: “Si siguieran los cuestionamientos, habría que pensar una cosa así. Pero me parece que ahora no estamos para convocatorias, sino para tirar juntos fuertemente”, dijo el Presidente.
Uno de sus hombres más cercanos, José Pampuro, coordinador general de la Presidencia, sintonizó la misma onda: “Si bien el Gobierno no considera por ahora la posibilidad de hacer el plebiscito, si la situación lo requiere, se hará”.
Con mayor serenidad, otros habitantes de la Casa Rosada evaluaron que un plebiscito entraña enormes riesgos. Aunque este diario publicó el domingo encuestas en las que un 60 por ciento de los consultados decía que Duhalde debe seguir hasta el 2003 y sólo un 35 por ciento se inclinaba por elecciones, lo cierto es que los plebiscitos y las consultas populares suelen producir resultados muy diferentes a los esperados. “A los plebiscitos los carga el diablo”, dicen los consultores políticos, reflejando que la gente termina expresando a través del voto, no una respuesta a la pregunta que se formula, sino la bronca con los políticos, con el Gobierno, con los planes económicos o con lo que sea. El voto anulado, los ausentes y los votos en blanco de octubre perfectamente se pueden volcar en contra de Duhalde. Además, buena parte de los partidos harían campaña por un no a la continuidad de Duhalde. En una palabra, Duhalde –y tal vez cualquier otro político– tiene más chances de perder un plebiscito que de ganarlo. Por eso, anoche, más de un hombre del Presidente consideraba que la idea pasó en dos días al archivo.