SOCIEDAD › OPERATIVO SALVATAJE PARA PERUANOS EN EL PAIS
Adiós a la crisis argentina
Un grupo de 50 peruanos salió ayer de Ezeiza de regreso a su país. Varias entidades de esa colectividad y una aerolínea ofrecen pasajes gratuitos para escapar de la crisis argentina.
Por Alejandra Dandan
La escena en el aeropuerto de pronto se volvió trágica. Una periodista peruana se metió entre cincuenta compatriotas que estaban a punto de abandonar la Argentina. Cuando vio a Amalia Venacio le pidió una anécdota. La mujer la miró y después de un momento se acordó de una: “Ya sé –dijo-, me acuerdo del día que me querían hacer dormir en la cucha de un perro.” Eso sucedió hace un año, cuando Amalia buscaba trabajo en una casa de Avellaneda. A partir de ahora, esa escena será sólo parte de los relatos de viaje del contingente de peruanos que ayer a las cinco de la tarde se fue a su país. Son sólo un grupo de los miles que en estos días buscan el modo de escaparse de la crisis: tras la devaluación, ya no tiene sentido trabajar aquí. Los de ayer salieron desde Ezeiza por Aero Continente, una línea de bandera peruana que anunció este traslado gratuito como parte de un “Operativo Retorno al Perú”. Esta especie de fuga en masa está impulsada por un grupo de ONG y las radios de la colectividad. Todos trabajan desesperadamente para salvar, dicen, a los que están sumergidos en una pesadilla cada vez más límite.
Tal vez la mejor forma de acercarse a este grupo repleto de bolsos, cajas y valijas, sea Manuel Padro Guevara. Es el presidente de la Mesa Permanente de Apoyo al Inmigrante y uno de los que se prepara para tomar el vuelo que en unas horas estará entrando en Perú: “No nos estamos escapando –advierte–, aquí no hay nada de eso: estas familias ya no tienen ningún tipo de contención en este país”. Y es cierto, muchas perdieron sus trabajos hace varios meses, cuando los síntomas de la crisis hicieron añicos buena parte del país. Este flujo de inmigrantes encontró cierto apoyo entre el puñado de ONG de la colectividad. En un comunicado distribuido en el aeropuerto de Ezeiza por la compañía aérea, se asegura que hasta ahora la mayoría de los inmigrantes no recibió ayuda del gobierno peruano.
Desde diciembre, la colectividad entró en estado de alerta. Con el peso devaluado ya no tenía sentido sobrevivir en un país donde la cucha de un perro hasta podía reemplazar a un cuarto de servicio. Desde ese momento hasta ahora, dice Padro Guevara, se han ido unos 10 mil peruanos por vía terrestre. Por día son unos 200 los que abandonan el país, donde aún residen unos 170 mil inmigrantes.
Cuando las primeras cacerolas empezaban a sentirse fuerte en Buenos Aires, Luz Crisóstomo y Armando León, su marido, juntaron lo que tenían para planificar su propia operación retorno después de cuatro años y medio de vida en la urbe porteña. Luz había trabajado en un geriátrico hasta octubre, cuando una reestructuración de gastos la dejó afuera. Armando era canillita en un puesto de diarios: “Con lo nada que se vende –dice Luz– se la pasaban todo el día mirándose la cara entre ellos.”
Hasta ahora, Buenos Aires había sido una alternativa buena. Con lo que ganaron en los dos primeros años de estadía en el país, construyeron una casa en Chingote, una ciudad que está a unas seis horas de Lima. Pero esos tiempos prosperidad se derrumbaron hace unos meses. No sólo suspendieron los envíos de dinero, tal como le ocurrió a buena parte de su gente: ya ni siquiera podían pagar los 280 pesos del alquiler en Buenos Aires. Nunca, ni aun en las mejoras épocas, habían pensado en quedarse acá, tal vez por eso rápidamente encontraron la forma de marcharse.
Esa forma apareció un sábado a la tarde en un programa de radio. La escucharon en la misma audición que oía Yuri Oregón, una chica de 24 años que ahora también regresa a su país. La conductora de “Nosotros los Peruanos” no anunciaba ni un concurso ni alguno de los sorteos de siempre: les ofrecía un modo para marcharse del país: “¡Uy hijita! –le salió a la madre de Yuri–, dijeron que hay que anotarse ya!”
En la casa de Yuri todos corrieron hasta la radio. Querían volver a escuchar la noticia que daba Elizabeth Avila, la conductora del programa del sábado. La propuesta era cierta. En la radio anunciaban que Aero Continente abría una lista para los peruanos que se hallaban en unasituación extrema y debían regresar a su país. Así se enteraron los 50 inmigrantes que ayer estaban en Ezeiza. Cada uno anotó sus datos en un registro, que fue evaluado por las organizaciones nucleadas en torno a la Mesa Permanente. Se analizaron los motivos, la situación de cada uno y sus papeles para controlar si estaban en condiciones de salir del país. Todo eso se hizo en una semana. Ayer este primer, y por ahora único contingente, tenía todo listo para partir.
“Nos cayó de mil todo esto”, dice Luz a medida que avanza hacia el mostrador del check in. Cuando llegue tendrá apenas unos días para buscar algún colegio en Chingote donde anotar a sus hijos, pero eso no importa ahora. Primero tiene que salir de un lugar donde, dice, “siempre nos sentimos fuera de lugar y ojo –aclara– ojo, que conocí gente buena”.
Por atrás, en esa cola que avanza hacia la zona de embarque están las cosas de Marta Mendoza. Después de pasarse un año en Buenos Aires, en unas horas Marta volverá a reunirse con sus dos hijos en Perú. No tiene dudas de la decisión de marcharse. Hasta ahora el esfuerzo valía la pena. Con los 500 pesos, equivalentes a 500 dólares, que cobraba hasta diciembre podía sostener el universo abandonado en Lima. Ahora no gana eso ni siquiera en pesos. Después de hacer algunas números se dio cuenta de que ganaría la misma cantidad de soles aquí o allá. Pero en Perú además tiene su casa y también están Antony y Renato Alvarado, sus hijos de 4 y 8 años que esta tarde, más que seguro, la pasan a buscar.