EL PAíS
“Lavagna sólo piensa en el corto plazo, como todo ministro astuto”
Lo dice un economista ducho, que no cree que el crecimiento se detenga y propone firmar con el Fondo un acuerdo limitado al 2004.
Por Julio Nudler
Es la pregunta de moda: ¿hay política económica, hay plan? En cualquier programa de cable con un par de invitados se reitera la misma cuestión. Todo entrevistado sagaz acude al estudio con la respuesta debidamente ensayada. Los más críticos replican que no, que no hay programa, y acto seguido añaden lo que debería hacerse, desde inyectar plata en el bolsillo de desocupados e indigentes, hasta, en el otro extremo, ceder a las demandas de los diversos lobbies: privatizadas, banqueros y acreedores del país. Los más cautos contestan que tres meses de gobierno son poco tiempo para juzgar, con lo que tácitamente se pliegan al bando de la respuesta negativa, pero sin trazar un camino diferente. Página/12 optó por recoger el punto de vista de un medular analista económico, hoy distante de toda actividad política y consagrado por entero a la vida académica, quien aceptó exponer sus ideas a condición de no ser identificado. Hecho el trato, así es como ve él la cuestión cuando Néstor Kirchner está por cumplir sus primeros cien días en la Rosada.
- La gestión económica continúa como antes, y por algo el ministro es el mismo. Lo que ha hecho Roberto Lavagna es cuidarse de colocar ningún obstáculo a la reactivación. Y, efectivamente, se esperaba una expansión del 6 por ciento en el Producto, y es eso lo que tendremos.
- Cuando una economía se reactiva siempre hay alguien que dice que eso no es crecimiento. A mí esa distinción me resulta incomprensible. El consumo está aumentando y la inversión también, aunque obviamente no en algunos sectores. ¿Cómo esperar que hoy haya inversión en los servicios públicos? No confundamos el lobby de esos sectores con un problema macroeconómico. (Tampoco demonicemos la inversión que hicieron las privatizadas en los ‘90.)
- Es cierto que la resolución de algunos problemas pendientes, consecuencia de la salida de la convertibilidad, podría acentuar el repunte de la inversión, pero sólo marginalmente. La verdad es que el stock de capital con que cuenta esta economía quedó sobredimensionado en relación al actual ingreso per cápita de los argentinos, después del derrumbe, y sólo el cambio en los precios relativos (el peso pasó de estar sobrevaluado a la situación opuesta) puede justificar algunas inversiones.
- El problema de la falta de crédito existe y no será sencillo resolverlo porque el sistema financiero quedó muy golpeado, y no sólo por la situación patrimonial de los bancos. Pero hubo gente que dijo que sin crédito el nivel de actividad no se recuperaría, y la realidad lo ha desmentido.
- A pesar del show mediático, con presagios de desaceleración y estancamiento, los indicadores muestran que la economía sigue creciendo a buen ritmo, y no veo razón alguna para que no continúe haciéndolo el año que viene. Nunca, desde hace un siglo, hubo un tipo de cambio tan alto y sin inflación, porque en el pasado los sindicatos reaccionaban, subían los salarios y se desataba la espiral. Ahora, además de una política monetaria muy controlada, hay una tremenda fractura social. Los piqueteros no son la Unión Obrera Metalúrgica: ellos no generan inflación. Apenas un poquito de gasto fiscal primario cuando imponen sus reivindicaciones.
- Como esto no es un proceso de stop and go (freno y arranque) sino un cambio que va a permanecer, es un error creer que se interrumpirá en cualquier momento. Entretanto, no es descartable que aumenten las inversiones en transables (bienes que entran en el comercio internacional) con autofinanciación. Pero la economía no depende en los próximos meses de que esto suceda.
- Lo que quedó del colapso de la convertibilidad es un terrible desastre, por la magnitud de la deuda y la situación social, pero la economía está marchando y no va a detenerse. Además, cuenta con factores externos extremadamente favorables, como las tasas y el precio de la soja.* Dentro del drama que se vive, y por esa misma razón, la economía argentina carece hoy de restricciones. Tiene todo el stock de capital (equipos de producción) que necesita y más todavía. Tiene un amplio superávit externo y exportaciones fuertes. No sufre presiones inflacionarias porque el alto nivel de desempleo las conjura. Los mecanismos de recaudación impositiva funcionan bastante razonablemente. Tampoco hay problemas de incertidumbre política. Todo esto es así, aunque, por supuesto, nada de lo que ocurre guarda relación alguna con el proclamado cambio de modelo. Es apenas la consecuencia natural de la catástrofe.
- ¿Hay algo para hacer que no se esté haciendo? Si se refieren a un aumento generalizado de tarifas, no es cierto. Lo que conviene es negociar con las privatizadas caso por caso, redefiniendo los contratos para adaptarlos a una Argentina más pobre. ¿Que ello implicaría otra violación de contratos? Sí, como la que los argentinos sufrieron masivamente. ¿Por qué habrían de salvarse?
- Por tanto, si el compromiso fiscal para el 2004 es un superávit primario consolidado (nación más provincias) de alrededor de 3 por ciento del Producto, puede considerárselo asegurado. Todo indica que el FMI acepta ese número, pero quiere que la Argentina se comprometa a un superávit creciente en 2005 y 2006. Esto no debe aceptarse.
- El Fondo plantea esa exigencia porque no ve fuentes de financiación para los vencimientos de capital que se operarán en esos años. Pero nadie puede saber hoy si las habrá o no. Rusia volvió a los mercados voluntarios de crédito mucho antes de lo esperado. ¿Por qué no puede suceder lo mismo con la Argentina? Sería absurdo y contraproducente tomar compromisos fiscales para períodos futuros, ignorando de cuánta financiación interna y externa podrá disponer el gobierno.
- Por ende, si el Fondo aceptase un superávit plano de 3 por ciento, debería firmarse ya mismo. Pero si así no fuere, más valdría un stand by tradicional, a un año, para renegociar las condiciones a fines del 2004. No tiene sentido hacer fracasar una negociación cuando ya hay un acuerdo respecto del año próximo.
- Nuevamente, el FMI se equivoca al querer imponerle al país un ajuste fiscal creciente porque puede obstruir su crecimiento y además resultar excesivo si cambian las condiciones financieras. Lo que en realidad quiere el Fondo es que la Argentina cancele deuda con recursos fiscales. Sería muy bueno bajar de esa manera el nivel de endeudamiento, pero no es algo a discutir hoy.
- Por muchos motivos, no es razonable exigirle a la Argentina tanto como a Brasil. Lula es en un sentido parecido a De la Rúa: su mayor esfuerzo está dirigido a evitar que el país se salga del mercado de crédito. El no está dispuesto a asumir el tremendo precio pagado por la Argentina, con un desplome sin precedentes en el Producto. Es lógico que los brasileños quieran ahorrarse este terrible ajuste, pero entonces no tiene nada de inequitativo que el Fondo apruebe para la Argentina un superávit fiscal menor que el brasileño.
- Es verdad que Lavagna no está pensando en cuestiones de largo plazo. Pero hace lo que cualquier ministro de Economía astuto, porque la economía no se maneja con el largo plazo sino con el corto.