EL PAíS › EL “RUSO” NORBERTO VEREA Y UNA VISION DESCARNADA SOBRE LA PASION ARGENTINA

“Ojalá haya una revolución en el fútbol”

Fue arquero del ascenso, campeón de la C con Talleres de Remedios de Escalada, y atajó en Español y Chacarita. Hincha de Independiente y del Manchester, roquero hasta la médula, columnista en radio y TV, arrancó reflexionando sobre “la arqueridad” para arremeter contra el negocio.

 Por Facundo Martínez

–¿El arquero es el personaje más solitario del fútbol?
–Al arquero lo bastardean hasta sus propios compañeros: la broma estúpida de “los gorditos van al arco”. Hasta Maradona, que se ofende y sale a hablar cuando se dice algo malo de un futbolista, es el mismo que viene y te dice: “Qué querés, era arquero”. Pero cuando ataja los penales salen todos corriendo a abrazarlo, aunque normalmente el auto se lo dan al que hizo un gol. Hay una gran contradicción, porque también está la parte en la cual tipos como Fillol, el Loco Gatti, Goycochea en el Mundial ‘90, marcan el camino de lo que cualquier técnico llama la columna vertebral: el 1, el 2, el 5, el 9, bendito asunto que todavía siguen nombrando todos, hasta los que le atribuyen al Bambino Veira los éxitos del Boca de Bianchi.
–¿Qué tiene que tener un arquero para ser bueno?
–Los buenos arqueros son esos a los que le llegan cuatro veces y resuelven las cuatro. La inatajable es gol, pero es la inatajable. Hay otros que no, que le llegan cuatro veces y uno dice: “Las que van afuera no las metás”. Es muy complicado hacerle entender a la gente qué es un buen arquero. Para mí, los arqueros que siguen haciendo escuela y tienen un plus sobre los demás son los que atajan como los de antes. No me digan que Córdoba no se parecía a cualquiera de los de hace 20 años atrás.
–¿En qué se parecen?
–En que resuelve desde la facilidad lo que otros hacen muy complicado. Mientras todos dan rebotes, Córdoba las mata y las agarra abajo. El arquero es el que puede llenar de energía a un equipo y el que puede llenar de intranquilidad a un equipo. Por algo es el último tipo; atrás del arquero está el gol, no queda nada más, salvo algunas circunstancias, dependiendo de qué compañeros tenga.
–¿Si está o no rodeado de buenos defensores?
–Eso es otra cosa que habría que explicar: hay defensores que andan muy bien fuera del área, cortan muy bien, cierran muy bien, casi no pierden mano a mano y adentro del área te meten un gol en contra porque no saben cerrar. Y están los defensores de área y los de área chica, que son los que cierran los centros atrás y salvan jugadas sobre la línea. Pero, volviendo al tema del arquero, me quedo con la sensación de que cada pibito, en su interior, en algún momento de un picado quiso ser arquero y no porque lo manden de penitencia sino porque quiso ver. Son pocos los que se animan a quedarse, por eso se dice que son una raza diferente.
–¿Qué es lo que ve el arquero?
–Tiene otro tiempo de pensamiento y puede manejar hasta cambios tácticos; advertir a sus compañeros si les están ganando la espalda, por ejemplo. Lo que tiene es el plano mayor de lo que está pasando en la cancha. En cuanto a la lectura del juego, los buenos futbolistas la tienen casi todos. Maradona era un tipo que tenía buena lecturas y sabía elegir muy bien dónde pararse, dónde le podía doler más al rival. Una de las mejores cosas que hacía Riquelme en Boca no eran los caños o los pases de gol; era tener la lectura de que él era siempre la salida y como salida, aun marcado, encontraba siempre los espacios.
–¿Por qué cree que hay tanto arquero veterano en actividad?
–Hubo muchos procesos de cambio y ahora el desgaste es mucho menor. Ya no se entrena como me entrenaba yo, que estoy destruido: tengo artrosis en la cadera, la rodilla destrozada y los ligamentos deshilachados.
–¿Qué arqueros le gustan?
–Yo fui un amante del Loco Gatti, por eso tengo que nombrar a Navarro Montoya, a Comizzo, al Mono Burgos. Después creo que el Pato Abbondanzieri levantó muchísimo y que Campagnuolo tuvo grandes actuaciones. Es más, si yo fuera Merlo, le pediría al escultor que funda el bronce de esa estatua y que le haga una a Campagnuolo.
–¿Y de los más jóvenes, quiénes?
–Saja, si se saca a Chilavert de la cabeza. Y Constanzo: va ser un gran arquero, pero se tiene que comer cien goles boludos y después decidir si camina para adelante o para atrás, estoy hablando del arco: ¡si vas a arriesgar, hacelo! No se puede dudar, porque de la duda no se vuelve.
–¿Cuánto influye el tema de las pelotas?
–La pelota es determinante. Las que se usan hoy, negocios sucios o no atrás, son una porquería. Grave error de los señores de traje y corbata, porque creen que con pelotas más jodidas se van a ver más goles y lo que finalmente hacen es ensuciar la estética del fútbol. Jugás la Sudamericana con una pelota, la Libertadores con otra, el campeonato con otra, y no es tan fácil: varían los pesos, se mueven de maneras diferentes, tienen una velocidad tremenda y el arquero tiene menos tiempo de reacción; si da rebote está muerto.
–¿Qué le parece esta tendencia del fútbol hacia la velocidad?
–Me parece perfecto que los jugadores busquen la precisión en la velocidad: lo más complicado del fútbol. Pero de ahí a convertirla en una necesidad, me parece que es culpa de los técnicos y de los futbolistas que no se les plantan y les dicen: “Así no podemos jugar, siempre vamos a tirar pelotazos”. No hablo del fútbol de 80 toques a los costados, que sería aburrido, pero hay que tomar la pelota como foco de distracción, toda la vida fue eso. ¿Dónde empieza el fútbol? En los barrios. ¿Adónde íbamos todos? Atrás de la pelota. ¿Qué hacen el Arsenal o el Manchester o los equipos holandeses? ¿Tocan para volver loco a Víctor Hugo Morales? No, tocan porque distrae. El problema es que los técnicos han tomado notoriedad, al punto de que durante un partido los enfocan 40 veces, algo que me parece una perversión. Y la velocidad es una de las mayores perversiones que tiene el fútbol hipotéticamente más moderno, porque es más rápido y por eso tan impreciso. Entonces, se ve un fútbol horrible y cuando vemos tres o cuatro pavaditas nos admiramos: “¡Qué bien juega Tevez!”. ¿Y qué hace Tevez? La mata, pone el cuerpo, amaga que va a salir para un lado, engaña y sale para el otro. ¿Qué hace Tevez cuando queda frente al arquero? Tiene un segundo más, no se la lleva por delante y la pone contra un palo. ¿Qué hacía Riquelme? Lo que pasa es que hoy conviene esto en esta locura, en esta enfermedad, en este gran negocio, del que también participan los entrenadores, que se han entregado a todo, porque ahora laburan si los ponen ellos...
–¿Ellos quiénes son?
–Los que manejan el fútbol junto con la AFA. ¡Yo soy hincha de Independiente, viejo! Y, al menos por este año, no voy a ver más a mi equipo los domingos, salvo cuando juegue contra River, Boca o el clásico con Racing. No es que soy un nostálgico terrible, pero me molesta que el negocio me maneje la vida. Es como en los casamientos que no te largan la comida hasta que llegue la novia. ¡No!, dame de comer ahora, y después vomitemos todos en los rincones, pero a mí no me manejés la fiesta.
–¿La AFA le vendió el alma a Torneos y Competencias?
–El negocio es muy grande y a la AFA le sirve, porque desde este lado también puede apretar a los clubes. ¿Cómo se consigue la plata hoy? Por Torneos. Ellos dicen que la televisión salvó al fútbol: ¡las pelotas! Los clubes están cada vez más fundidos y entregaron todos sus futbolistas. Independiente tiene dieciséis jugadores que no son suyos y en junio del 2004 se le van todos. Y eso ya pasó.
–¿Por qué cree que para esta temporada se registraron tantos pases de entre equipos de Primera?
–Porque el circo necesitaba esta renovación. El peligro es que dentro de cuatro años nadie va a poder festejar un gol. Es todo una sanata, una vergüenza: negocio. Es ver cómo se reflota esto de la miseria, mientras se venden las últimas joyas afuera.
–¿Hacia dónde cree que va el fútbol por este camino?
–Mientras la gente siga tarada, agarrándose los huevos y pensando en cuántas banderas va a llevar el domingo y no en qué es lo que va a quedar, puede pasar cualquier cosa. Independiente necesitaba puntos, lo entiendo, había que armar un gran equipo, pero el tema era también “salió campeón Racing”. Uno como hincha o como conductor no se puede comer esa pelotudez. “Los clubes no pueden continuar así”, dice Grondona. Claro, los clubes se funden por el cloro que gastan en la pileta... ¡No, viejo! Se funden porque los Mascardi están llenos de plata, porque los Aloisio están llenos de plata. ¿Adónde vamos? Ojalá haya una revolución en el fútbol, una rebelión y que los protagonistas entiendan que es para ellos.
–Pero esa rebelión no pasa por la cabeza de los jugadores...
–¡Qué va a pasar! El jugador está esperando agarrar trescientas lucas y que no le secuestren al padre, y también en irse rápido a jugar afuera. Después viene toda la mentira: juegan seis, ocho meses o un año, los que se pueden mantener, y los que no se quieren volver rápido porque pudieron meter la guita en Suiza y el técnico no los pone. Porque acá venden a cualquiera. Les dan 200.000 dólares y por esa guita son capaces de ir a jugar a Irak en el medio de los tiroteos.
–¿Qué piensa de la pasión en el fútbol?
–Yo me pregunto, ¿la pasión es también cuando te meten un revólver en la frente y te dicen: “Te vas al descenso y te mato”? ¿La pasión es la amenaza por teléfono, porque “nosotros te seguimos a todos lados”? ¿La pasión es poner plata todas las semanas para que la barra brava viaje a ver al equipo? No me mientan más, no me jodan. Hay que reencarrilarlo todo, decirle la verdad a la gente que realmente se interesa en estos temas.
–¿Va a la cancha?
–Dejé de ir, porque me da asco. Querés comprar entradas y no hay y resulta que los barrabravas tienen para revender. En el fútbol hay mucha hipocresía, mucho cinismo dirigencial. Después critican a Grondona: “Nos mata. Nos manda al descenso. Maneja a Romo”, lo cual no es mentira, pero todos se mueren por ir a chuparle las medias. “Julio, ¿no puede interceder en la FIFA por Ortega?” “Voy a ver qué puedo hacer...” No seamos más hipócritas. ¿Estoy defendiendo a Grondona? No, estoy ubicando las cosas en situación. Los dirigentes se quejan, pero después van y les hablan a Luis Nofal y a Armando Tedesco –mirá qué personajes nombro, más allá de los Avila hijos, que se creen que son unos sabios y lo único que hacen es hacerle perder guita al padre, como con El Gráfico, con “Polémica”–, y les piden que les pongan en la primera fecha a Chicago.
–¿Hay complicidad con el negocio por parte de los medios?
–En la televisión hace mucho tiempo que se perdió todo. El último bastión fuerte de crítica, más allá de la ironía y la acidez que manejábamos, fue “Fútbol Prohibido”. ¿Qué pasó? La realidad es que si uno quiere hacer un programa sobre fútbol, independientemente de Torneos, no tiene las imágenes. Por otro lado, los gerentes de marketing y comercialización les ganaron la batalla a los gerentes de contenidos. Si el periodista no vende algo, dejó de ser periodista. “Te pago, si me vendés”, y hay muchos periodistas que se han entregado a ese mecanismo.
–¿De qué forma?
–Te doy un ejemplo: a la pelota no se le pega con tres dedos, se le pega con cara externa. Nadie puede bajar esos tres dedos para pegarle a la pelota. Si los bajás, te los quebrás, ¿estamos? Eso es un invento. ¿Por qué cree que lo critican tanto a Pipo Gorosito? Lo matan porque se está uniendo al discurso del Flaco Menotti. Gorosito ya lo dijo: “Yo juego como él, yo leo una nota de él y me vuelvo loco”. Entonces, ya está. Encima, se le fue de Chicago a Niembro y éste tiene hasta el 2014 para pegarle.
–¿La quiebra de Racing es paradigmática con respecto al destino de los demás clubes?
–Es la primera prueba piloto, un buen ejemplo para entender cómo, con el verso del gran negocio, se vacían los clubes. Racing fue el mejor ejemplo de lo peor que podían hacer los dirigentes. Mucho peronismo berreta adentro, del malo: un club acostumbrado a que le regalen todo, la cancha, las piletas, la iluminación... Era una fiesta y mirá cómo terminó: ahí los tenés a los gerenciadores.
–¿Por qué cree que el fútbol permite estas contradicciones?
–Las permite porque la gente está tarada buscando que no la carguen más. Racing le debía cuatro años de sueldo a Sergio Zanetti; lo metieron adentro de la convocatoria de acreedores y vos hablás con el hincha de Racing, obrero, laburante, que por ahí hoy está de piquete, porque le sacaron todo, y por ahí te dice: “Qué querés, Zanetti se metía los goles en contra”.
–¿Qué piensa del fútbol de las categorías de ascenso?
–Que tiene algo de pintoresco, que conserva esto de ir a Zárate a ver a un equipo o ir la cancha de Cambaceres o de Laferrère. Pero en realidad, los dirigentes son iguales. Dicen: “No hacen nada por el ascenso”, y después son los primeros en entregarle el club a cualquiera. A mí me quisieron de técnico en un club. ¿Sabés qué me dijeron? “Ruso, conseguí un sponsor que te pague el sueldo y te damos la llave.” ¡Sí, tomá!, me dan la llave y seguro que cuando la voy a poner no queda ni la cerradura. Después, andá a hacerles entender a los cincuenta tipos que van con las banderas que querés hacer un proyecto a largo plazo.
–¿Pero no hay una mística especial en el ascenso?
–Sí, en ese sentido me acuerdo de que en la cancha de Riestra, por ejemplo, las gallinas te picaban los botines. Quiero decir, el fútbol de ascenso tiene una gran parte de fantasía, pero tiene otra realidad que está más cercana a lo macabro, a la gran mentira del fútbol.
–Usted dice que de los jugadores no se puede esperar mucho, tampoco de los medios. ¿Cuál es el punto de partida para esa revolución?
–En algún lugar hay que arrancar. El día que algún dirigente se plante en querer salvar a su club y su gente esté convencida de ese mensaje y lo lleve como bandera –porque hay que quedarse tranquilos que al descenso no te mandan tan fácil–, ahí puede empezar a cambiar la realidad. Hay que pensar en los clubes y dejar de comprar diez jugadores para disputar la Copa Sudamericana, que por ahí te quedás afuera en dos partidos.
–¿Hay dirigentes con esas características?
–Raúl Gámez tiene buenas intenciones, pero fue tremendamente criticado por los medios. Ahora hay un Foro Social que se armó para que los clubes sigan siendo de sus socios. Pero es bastante loco, lo apoya Cherquis Bialo, por ejemplo, un bastión de Torneos y Competencias; un tipo que siendo gerente de Torneos dijo “Argentinos Juniors, a Mendoza”. La rebelión es con la gente, pero a la gente hay que darle un mensaje claro. El día que surja un dirigente honesto, que no robe –porque vos pactás un amistoso en China y te podés traer cien mil dólares en el bolso, y eso es muy tentador–, vas a ver cómo la gente lo va a apoyar y cómo se van a armar focos por todos lados. No tengo ninguna duda de que es así.

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“Hay que reencarrilarlo todo, decirle la verdad a la gente.”
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