EL PAíS › OPINION
LO QUE SE DISPUTA EN MISIONES. LA BATALLA CON LAS AFJP. LA RELACION CON LOS PIQUETEROS.
Sobre Misiones, apóstoles y otras yerbas
Notas sobre la relación entre el actual Presidente y su precursor. Lo que hay en juego, que no es la transversalidad. La derecha pide represión para variar. El Plan Jefas y Jefes, envejecido y disfuncional. La no gloriosas AFJP. La palabra del Presidente en Nueva York. Y la alegría que dispara en alguien el futuro sistema previsional.
Por Mario Wainfeld
“No crea que Duhalde siempre fue fiel a Puerta. Por lo menos una vez le hizo una buena jugarreta.” El dirigente del PJ, un especialista en roscas y armado, disfruta con el relato, con la jugarreta y con la sorpresa de Página/12. Y sigue: “Fue antes del congreso de Lanús, ese en el que se establecieron los neolemas que permitieron saltear la interna que iba a ganar Menem para ir a la elección general que ganó el flaco Kirchner. El menemismo tenía su gente, el duhaldismo estaba sumando congresales. Usted sabe cómo son esos poroteos, llenos de ansiedad y hasta un congresal vale su peso en oro. Puerta conducía el bloque federal. Le respondían como 30 congresales de Misiones y de otras provincias. No estaba contento con la candidatura de Kirchner, pensaba que él tenía más derecho a encabezar la boleta presidencial del PJ. Lo hacía sentir, se hacía desear y valer, atrincherado en un bar a unas cuadras del Congreso. Entonces fueron el Chueco Mazzón y Pepe Pampuro a buscarlo y le dijeron, palabra más, palabra menos, que lo de Kirchner era un globo de ensayo, como había sido lo del Gallego De la Sota. La candidatura se diluiría, así lo mostraban las encuestas. Y el siguiente sería, él, Ramón Puerta. El misionero entendió razones y mandó su gente a votar.
“–¿Puerta podía creer del todo ese embuste, era tan ingenuo?
“–Seguramente no, pero ¿le quedaba otra que acompañar a Duhalde? Así, por lo menos, lo hacía a cambio de una promesa. El ofrecimiento era un puente de plata. Y, al fin de cuentas, no era imposible que lo que proponían Mazzón y Pampuro se hiciera verdad. Tal vez, si Kirchner no subía en las encuestas...
“–¿Puerta no odia a Duhalde por la triquiñuela?
“–El hubiera hecho lo mismo. Además, Duhalde luego viajó a Misiones a consultarlo si quería la vicepresidencia o la Cancillería.
–¿Duhalde manejaba esos cargos?
“–No, como ahora se nota, Kirchner controlaba todo. Pero Puerta eso sí no tenía cómo saberlo”.
El narrador mordaz sonríe, casi da gusto verlo gozar con el sucedido. La política es, en parte, eso. Un juego de astucias, de promesas incumplidas, un operativo de seducción en el que las dos partes se macanean a veces impiadosamente, otras en pro de un provecho o una construcción mutua.
La elección de hoy día en la provincia de la tierra roja alude a códigos complejos de la acción política no reducibles a términos simplistas o binarios. Duhalde y Kirchner son dos aliados consistentes pero compiten en ese territorio en el que ambos son visitantes. Duhalde seguramente “paga” (más que esa pillería de Lanús que, en el Código Civil justicialista, no da derecho a compensaciones jugosas) acciones de Puerta en los intensosdías de diciembre de 2001 y enero de 2002. Kirchner se obceca en cerrar el camino a cualquier pichón de sucesor de Menem. Duhalde se hace el distraído de cuán menemista es su pollo misionero, incluso en eso de tener pistas de aterrizaje ligadas a negocios no muy precisos. Kirchner no se pone muy riguroso al mensurar qué diantres tiene que ver Rovira, aliado de Puerta hasta hace un ratito, en la nueva forma de hacer política que él propugna.
Con esas distracciones taimadas o sagaces, la votación de hoy tiene su valor, que trasciende largamente el del asado que se han apostado Duhalde y Kirchner. La relación de los dos políticos más poderosos de la Argentina incluye un alto nivel de acuerdo pero también trampitas, zancadillas y competencias. Kirchner ganará terreno si, como lo indica la mayoría de los sondeos previos, Rovira le gana a Puerta. Cuando compartan el asado ambos pondrán en el otro platillo de la balanza de estos días el desembarco conspicuo que hizo el duhaldismo en el gobierno de la provincia de Buenos Aires. La llegada de Juan José Alvarez en la sensible área de la Seguridad de la provincia es una movida propia de un jugador de ajedrez, el ex Presidente. Es difícil predecir sus proyecciones cabales... pero no es aventurado pronosticar que condiciona todo el juego futuro.
Así como la política incluye promesas que no son del todo promesas, engaños que cuentan con el aval del presunto engañado, una alianza entre dos dirigentes importantes incluye una eterna puja. Duhalde y Kirchner no cinchan por Misiones exactamente. Cinchan por el poder.
Tampoco es un caso la transversalidad que el Presidente busca, mestizada con su crecimiento en el peronismo realmente existente. Ni Duhalde ni ningún peronista es remilgado a la hora de sumar. El peronismo ha sido especialmente dúctil para aceptar herejías, rupturas o apoyos tácticos. Al fin y al cabo, tan mal no le fue. Se ha fagocitado a todos sus compañeros de ruta, desde la Democracia Cristiana, hasta la Ucedé, pasando por el MID y diversos militantes de la izquierda nacional. El problema no es (o mejor, no es en lo esencial) la transversalidad sino quién conduce. La transversalidad, hoy y aquí, le suma a Kirchner y le resta a Duhalde. En Misiones no se dirime ni un asado ni una discusión sobre eventuales nuevos espacios, se dirime un capítulo de la madre de todas las batallas: la interna del PJ.
Un enigma apostólico pero no romano
“Quiero un informe completo sobre la ciudad de Apóstoles. No figura en mi atlas, lo que me sugiere que es pequeña. Pero sé que en ella nacieron políticos de primer nivel: dos ex gobernadores de Misiones (Julio Humada y Ricardo Barrios Arrechea) y tres importantes dirigentes nacionales: Enrique Nosiglia, Mario Losada, Ramón Puerta. Los dos últimos llegaron a ser Presidentes, sí que interinos. Incluso en algún momento eran el segundo y el tercero en la sucesión posible de Fernando de la Rúa. ¿Qué ocurre con ese lugar? ¿Es un centro de excelencia como Harvard, Yale o Cambridge? Le pido un trabajo sesudo, lo más rápido posible.”
Al decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo no le importa demasiado Apóstoles. Lo que sí busca cuando remite el mensaje por correo electrónico es disciplinar y hacer laburar a su protegido, el politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina. El becario está hecho un vago, se dedica a las minas y a seguir la campaña de Boca, aduciendo en este ultimo caso que lo impulsa un interés por un hecho único en la historia argentina y de enorme convocatoria popular.
El politólogo tiene pereza de contestar por variadas razones. La primera es que, integrado a ciertos hábitos locales, ambiciona ser un ñoqui universitario, trabajar lo menos posible a cambio de un buen puñado de coronas. La segunda es que ha recibido una invitación que lo excita mucho. La tercera es que quiere tener el domingo libre para ir a ver a Boquita.Le ofrece unos pesos a su pasante noruego para que le haga el informe, pero éste se ha vuelto remolón y a su vez, en parte para molestar, quiere ir al Monumental para hinchar por River. Entonces el hombre tipea una respuesta rutinaria y hasta despectiva. “Apóstoles es una ciudad pequeña, según el censo 2001 tiene 26.649 pobladores. Su principal actividad es la yerbatera. No quiera saber la pista de aterrizaje que hizo Ramón Puerta y menos averigüe para qué sirve. La intendente se llama Ana María del Valle Puerta y es prima del candidato. Aunque no haya contestado su pregunta, no se queje: este correo contiene datos jugosos”. Ya desembarazado del decano, el hombre disca el teléfono de una universidad argentina, que le ha hecho esa invitación que lo entusiasma.
Orden y viabilidad
“Sin orden, ninguna sociedad es viable” se titula el principal editorial de La Nación de ayer. El proverbial vocero de la derecha argentina comenta que “por primera vez” el actual gobierno decidió la acción policial para “desalojar por la fuerza a grupos de piqueteros que se habían adueñado de espacios públicos en la Capital Federal y La Plata”. El editorial saluda la novedad pero se alarma por “el furor autoritario y violento” de esos grupos, porque “están arrastrando a la sociedad al caos” y otras lindezas que integraban el pensamiento vivo de Jorge Rafael Videla, quien, durante su larga dictadura, jamás mereció una diatriba similar del diario de los Mitre.
La derecha argentina, cuyo principal órgano de prensa no da puntada sin nudo, está furiosa con el actual gobierno no porque conduzca al caos, sino por las medidas que viene tomando, todas dentro del margen de la ley. Sus reclamos sobre la inseguridad y la falta de libertad traen bajo el poncho el cuchillo de la tentación autoritaria. Portavoces de intereses tangibles, concentrados y excluyentes, apelan al miedo urbano para ganar corazones. Como se apostrofaba a otros reaccionarios de siglos anteriores, nada han cambiado, y nada han aprendido en décadas.
Quienes no dan puntada sin nudo proponen soluciones perversas, en este caso leña y represión, para problemas tangibles. La prensa de derecha, no sólo La Nación, puntualizó que es la primera vez durante el gobierno Kirchner que la policía reprime a manifestantes. No es verdad, ha habido otros encontronazos en las cercanías de la Casa de Gobierno. Lo que sí ocurrió en una anterior ocasión, en la que incluso hubo detenciones, es que el Presidente (que estaba en el país) pidió explicaciones urgentes al ministro del Interior. Y el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, tomó cartas en el asunto. Un modo operativo de demostrar que la política de derechos humanos también puede proyectarse al presente. Algo que también molesta a la derecha nativa, siempre incómoda cuando se fijan límites legales a las fuerzas de seguridad.
Más allá de la patente mala fe de esa derecha, existe un problema político con los movimientos de desocupados que es una bombita de tiempo para el Gobierno. Su contexto es la desocupación homérica, que no ha variado en lo sustancial, y el estancamiento del Plan Jefas y Jefes de Hogar. Urdido con lógica de bombero por la administración Duhalde, el derecho ciudadano mínimo cumplió una función de contención y reparación valorable. Pero a más de un año vista, adolece de variadas carencias que exigen pronta solución.
El Plan se instrumentó a través del Ministerio de Trabajo, para facilitar su despliegue en todo el país. Eso tenía su sentido en medio de la urgencia, pero no es especialmente lógico que siga encallado ahí y no en el área de Desarrollo Social. Mucho menos sensato es su (muy imperfecto) sistema de bajas que, a saltos de computadora, desampara a muchos necesitados de la noche a la mañana. Tampoco derrocha transparencia (por decirlo con un eufemismo) el sistema de altas que hace rato no tienesistemas de control serios y cabales. El Plan tenía sus carencias de origen, que fueron muy potenciadas por prácticas clientelísticas de la entonces ministra de Trabajo (hoy diputada electa por el duhaldismo) Graciela Camaño.
El monto de la asignación tampoco ha cambiado y, como todo el resto, se ha deteriorado con el correr de los meses.
Los movimientos de desocupados –que cumplieron y cumplen un importante rol de integración y movilización– fue estableciendo durante el gobierno anterior una intrincada relación con oficialismos nacionales, provinciales y municipales. Incluye relaciones muy personalizadas con algunos funcionarios y un sistema muy al uso nostro de movilización-diálogo presto-respuesta rápida si que parcial. Uno de esos funcionarios que posee una agenda formidable, buen predicamento entre los líderes piqueteros y mucho know-how es el actual ministro del Interior Aníbal Fernández. Otro es el flamante incorporado al gabinete de Felipe Solá, Juanjo Alvarez. Esa trama de relaciones fácticas y arreglos cotidianos informales tenía su sensatez durante el breve y provisional mandato de Duhalde. No es sostenible ni conceptual ni prácticamente en el de Kirchner, que es más largo y se propone objetivos más vastos. Y, por qué no decirlo, mucho más comprometido con la transparencia y la institucionalidad.
El problema es político y requiere soluciones políticas, de gestión y de asignación de recursos. No mano dura ni represión, criminalizar la protesta no es la solución. Pero tampoco lo es administrar espasmódicamente el tema, mediante respuestas a protestas locales o puntuales, que funcionen antes como un premio a quien presiona más que como una postura equitativa y sustentable.
El Gobierno ha intentado algunas soluciones políticas, incluido el apoyo a (o la cooptación de) algunos grupos. Una jugada lícita pero muy insuficiente, que tuvo un traspié con el frustrante resultado electoral de la candidatura de gobernador de Luis D’Elía.
El cabal abordaje del intríngulis es una política de largo plazo que ataque sus causas, la desocupación entre ellas. Pero la coyuntura impone meter mano urgente en el muy desnaturalizado plan de ingreso ciudadano que, anquilosado, no funciona como un derecho universal.
La gloriosa AFJP
El politólogo está chocho. El gobierno argentino desea cambiar el sistema previsional y ha elegido como paradigma el modelo sueco. De resultas de eso, una facultad nativa de Sociales lo invita a dar un breve seminario sobre el tema. Nuestro amigo no tiene ni idea de cómo funciona el sistema en su país, salvo cuándo se jubilará y cuánto cobrará. Pero acepta gustoso porque en la susodicha facultad estudia su (salvo en un par de gozosas excepciones) “por-ahora-sólo-amiga”, la pelirroja progre. El visitante urde interesantes fantasías y acepta el convite a los tiros. Cavila si se pone a estudiar, pero decide que es posible ir a ver a Boca. Luego preparará una charla, con un par de generalidades, condimentadas con fuertes invectivas al neoliberalismo. Atará su primera clase con alambre. Está convencido de que eso le alcanzará para zafar y hasta para conmover a la pelirroja progre, que se ha vuelto furibundamente kirchnerista.
Palabras, palabras, palabras
La decisión oficial de modificar el sistema previsional, inobjetable, es una buena maqueta de los dilemas y condicionantes que afronta el Gobierno. Aunque sea algo inusual, vale la pena una remisión. En la página 8 de la edición de ayer de Página/12 Julio Nudler escribió una nota precisa y luminosa sobre el tema. Tanto que excede los límites usuales del (quizás hasta los límites exigibles al) periodismo gráfico. El lector interesado einquieto hará bien en procurarse “Previsional e imprevisible”, que así se llama el artículo, para entender a fondo el punto.
A cuenta de ese abordaje, rescatemos de ese texto un par de párrafos. Uno se refiere al infierno pasado. La segunda, al Purgatorio presente y futuro.
u “El pecado original de la reforma –que se lanzó cuando ya se estaba disparando el desempleo– es que no perseguía como propósito esencial instaurar un mejor régimen jubilatorio, superior al de reparto, sino generar una creciente masa de ahorro privado que asegurase financiación abundante y barata a los tomadores internos de fondos”.
u “Es casi una quimera (pretender lograr) cobertura universal para una economía con alto desempleo, enorme proporción de marginalidad laboral y cuentapropismo y hasta evasión de aportes laborales en el propio Estado que implican una ínfima capacidad contributiva”.
Lograr una digna cobertura para los trabajadores jubilados es, hoy, una utopía que la necesaria denuncia a las AFJP no plasmará. Las decisiones correctas y aún necesarias encuentran un límite cerril en la carestía. Se trata de un tope que los funcionarios deberían computar para no caer en la autocomplacencia. A veces cierto triunfalismo que crece en la Casa de Gobierno sugiere que el oficialismo piensa que ha ganado la guerra cuando embistió contra responsables del desquicio argentino, en este supuesto las AFJP. Y en verdad ha dado un primer paso, imprescindible mas insuficiente.
Por cierto, designar adversarios, ser claro en indicarlos y en proponer objetivos es una misión de cualquier gobernante democrático, soslayada en los últimos años para desgracia del país. Uno de los logros de Kirchner es haber recuperado el valor de la palabra. Cuando el Presidente dice, se descuenta una básica sinceridad, lo que ha trocado las reglas de juego, para bien. El discurso presidencial en la ONU, su homenaje a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, se hace digno del adjetivo “memorable”. Un fenómeno asombroso, micro, gratificante computa este cronista, la circulación espontánea por correo electrónico de un discurso oficial.
Que un mandatario exprese a los mandantes debería ser lo natural, pero no lo ha venido siendo. La mentira, el doble discurso, la degradación del verbo fueron parte de un pasado penoso cuyo lastre no se removerá así no más. Las palabras políticas que digan algo, que apuntalen pertenencias valiosas, que conmuevan por añadidura, tienen un valor que merece ser subrayado al cierre de este comentario.