Domingo, 14 de diciembre de 2014 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Activismo de cierre en el Congreso. La primacía del kirchnerismo, historia previa y peripecias. La oposición, cuando fue mayoría y cuando es minoría. Los partidos políticos nacionales, un conteo provisorio. Bloques para todos y todas. Alguien que se retira tras un año sabático. Historias de una pareja.
Por Mario Wainfeld
La Comisión de Acuerdos del Senado aprobó el pliego del presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, sin sobresaltos ni acompañamiento opositor. Pasado mañana, habrá una sesión “maratónica” en Diputados. Se presuponen victorias oficialistas en similares condiciones. Sobreabunda ya rememorar la producción legislativa del año, que fue nutrida, incluyendo las rutinas como el Presupuesto tanto como códigos de fondo y de procedimientos.
La oposición puso el grito en el cielo con persistencia pero no consiguió articular propuestas. Una de sus fracciones, el Frente Amplio-Unen (FA-Unen), está mucho peor que cuando empezaron las sesiones ordinarias, disgregado por internas prematuras o personalistas.
Un año ha, se especulaba con una relativa debacle del Frente para la Victoria (FpV), una fuga masiva mayormente en pos del Frente Renovador (FR) liderado por el diputado Sergio Massa. El cálculo se reveló errado, tal vez porque se proyectó linealmente un precedente histórico. En 2008, el oficialismo sufrió una derrota política en el conflicto de las retenciones móviles. En ese entonces sí, a pocos meses de las elecciones presidenciales, varios diputados y senadores del FpV se transfuguearon, muchos a contados meses de ser elegidos junto a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La elección parlamentaria de 2009 agravó la sangría oficialista. La oposición pasó a formar una hipotética mayoría, que resultó virtual a la hora de los bifes. De cualquier manera, el bienio 2009-2011 fue muy arduo para los parlamentarios kirchneristas, particularmente en Diputados, donde debieron abroquelarse atrás y colgarse del arco.
En 2011 recuperaron la primacía y no la dejaron desde entonces. No contaron con mayoría propia pero se dieron maña para articularla proyecto tras proyecto, de a uno en fondo.
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Partidos y sistemas: El sistema político realmente existente es objeto de escasos abordajes, casi nunca serios. Hay pereza intelectual, la agravan los intereses creados aunque debe reconocerse que no es sencillo hacer un inventario serio de los partidos políticos realmente existentes o de los bloques legislativos. La creatividad criolla es alta, la crisis de representación añade lo suyo. Ni un politólogo avezado, formado en Europa, podría explicarlo con minucia como ya se dirá.
Como esbozo para lecturas más refinadas este cronista sugiere que al 14 de diciembre hay dos partidos nacionales, de muy asimétrico tamaño: el FpV y la Unión Cívica Radical. Y tres fuerzas que gobiernan una sola provincia con persistente presencia parlamentaria nacional: el Movimiento Popular Neuquino (MPN), el socialismo santafesino y el PRO porteño conducido por el jefe de Gobierno Mauricio Macri, que tiene rango de presidenciable. Ninguno de la terna tiene implantación nacional. El PRO tiene las mayores ambiciones posibles, hoy y aquí.
El MPN es estrictamente provincial, muy arraigado tanto que gobierna su territorio desde 1983. Eso le vale presencia recurrente, “estructural”, en las dos Cámaras nacionales.
Es, aunque la crónica unitaria lo tome poco en cuenta, un partido con funcionamiento institucional. La politóloga María Esperanza Casullo lo sabe describir bien. En meses cercanos eligió en internas participativas sus autoridades partidarias y su candidato a gobernador. Ganaron las huestes del actual mandatario, con una llamativa y deplorable presencia de Jorge Sobisch, un ex mandatario de aciaga memoria.
Partidos nacionales y de porte, en sentido estricto, acaso solo sean los cinco mentados. En el Congreso hay muchas más fuerzas con banca, el sistema
D’Hondt propicia la diversidad en la Cámara baja. Franquicias costumbristas la subsidian, a menudo dispendiosamente.
El inventario de los bloques es todo un incordio.
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Del bajón a la fiesta: “Ya mismo le exijo un paper con el detalle de la composición del Congreso, profesor. De eso dependen su mesada de enero y el doble aguinaldo”. El decano de Sociales de Estocolmo apremia a su ex discípulo predilecto, el politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre Argentina. Este mira sin ver la pantalla de la compu, su libido va por otro lado.
La pelirroja progre se le ha hecho perdiz, otra vez. No sólo lo dejó de garpe en su dolor de hincha de Boca, en un fin de año complejo. Además se fue a los festejos de River en el Obelisco, so pretexto de su apego a las fiestas populares, sea cual fuera su color. El científico social piensa que hay algo o alguien más en ese desaire. Los celos no precisan datos, se bastan solos para carcomer.
El enamorado tiene motivos leves. La pelirroja le da vueltas con su propuesta de casamiento. Con leve incoherencia ensalza al matrimonio igualitario pero reprueba al, digámosle, convencional. Lo caracteriza como una antigualla, superada por el progreso de las costumbres y la ampliación de derechos, connatural a la década ganada. La pelirroja a menudo es más enfática que congruente, lo que no le resta atractivo pero sí legibilidad.
Cierto es que la muchacha se entusiasma con la idea de una luna de miel recorriendo parajes de la región, desde la quebrada de Humahuaca hasta Machu Picchu, pasando por el lago Titicaca, La Paz y Cuzco. Cuando repasa el itinerario, alumbra la ilusión del sueco.
Las señales contradictorias carcomen el seso del politólogo, que se tilda. No le da el ánimo para cumplir con el decano. Se obstina en un inventario de amigos camporistas de la progre, hinchas de River o simplemente seductores.
El celular interrumpe las sospechas. Llega un guasap, breve pero rotundo: “¿a qué hora vamos a la Plaza y después a celebrar juntos?”. Pactan la cita, el politólogo tipea veloz, esa plata le será necesaria.
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Cifras y costumbres: Según los conteos de su presidencia, en la Cámara de Diputados hay 37 bloques. Daría un promedio aproximado de siete legisladores, cifra que, como toda cuenta lineal, es falsa.
La transigencia de las reglas internas propicia los micro emprendimientos unipersonales o con dos o tres miembros. La expresión “monobloque” frisa con el oxímoron... pero que los hay los hay. Los oficialismos sucesivos son magnánimos para “reconocer” bloques pequeños, tradición que lleva décadas.
El blog de Andy Tow, que siempre aporta elementos interesantes e inusuales, analiza su comportamiento, proclive mayormente a acompañar al FpV.
Tener un bloque chico, empero, es más astucia que seguidismo. Otorga poder para actuar en las sesiones, manejo para incidir en la formación de mayorías contingentes, recursos para designaciones. Más una dosis de capital simbólico no tasable ni nula.
La reglamentación escrita del Senado no admite los monobloques. Pero en la praxis hay legisladores que tienen poder como si fueran un bloque. Son, en general, peronistas movedizos o itinerantes. El pampeano Carlos Verna es un factor de poder en sí mismo, la santafesina Roxana Latorre gravita lo suyo. El ex presidente Carlos Menem se va retirando, quién lo hubiera dicho... ahora incide menos.
Como fuera, los mapas magmáticos de los bloques no se sobreimprimen con los de los partidos. Estos escasean, aquellos proliferan. Suponer que haya 35 posiciones distintas sobre la Argentina o sobre proyectos de ley concretos está fuera de la cuestión.
Contar con un núcleo sólido de adhesiones y con disciplina es un factor decisivo que potencia al FpV frente a la dispersión de sus adversarios. Las instituciones funcionan de ese modo, en los sistemas más establecidos.
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Fuga en Mi menor: La productividad del Congreso fue alta, es impensable lograrla sin diputados y senadores que laburen mucho. Claro que en cuerpos colegiados la unanimidad dista de ser la regla, en cualquier aspecto.
Hay legisladores que pasan sin transpirar ni producir nada interesante. Son opciones que pintan a los protagonistas, al fin y al cabo.
Martín Insaurralde (MI, según su propio bautismo-confesión) tuvo un año cuasi sabático para regresar, como estaba cantado, a la intendencia de Lomas de Zamora. Lo reemplazó interinamente Santiago Alberto Carasatorre. El Beto Carasatorre retornó a la presidencia del Concejo Deliberante el viernes, en una ceremonia desprovista de folklore kirchnerista. Los baqueanos de ese palo subrayaron que se cantó la marcha peronista pero se obviaron cuartetas epocales, incluyendo aquella que evoca: “Resistimos en los 90/ volvimos en 2003 junto a Néstor y Cristina”.
Insaurralde será reemplazado por Luis Cigogna, un abogado de larga y consistente trayectoria militante en el peronismo y en la lucha por los derechos humanos. Y un diputado tan estudioso como trabajador. A su modo, una contracara. Eso sí, una figura menos vistosa para la crónica del corazón o del espectáculo.
En el recinto o en la labor parlamentaria no se extrañará a MI, resaltan sus (¿ex?) compañeros, que hacen cola para criticarlo. Una pregunta deberían formularse para redondear el juicio: es si MI se echó a perder en los pasillos del Congreso o fue siempre así. Al formular el interrogante, el cronista insinúa su respuesta: Insaurralde fue desde el vamos un error del oficialismo, que le concedió un rol protagónico del que jamás fue digno. Su caso no es único, lo que torna más imperativa la reflexión, en la inminencia de un año en que deberán armarse listas por doquier.
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Quejas y construcciones: En los lejanos tiempos en que este escriba cursó sus estudios, la historia solía enseñarse subrayándose con anécdotas. Frases memorables y apodícticas, de ardua o imposible corroboración que funcionaban como parábolas o lecciones. Uno recuerda la atribuida a la madre de Boabdil, el último rey moro de Granada. Boabdil se rindió ante los reyes católicos y se supone que lloró cuando se alejaba de Granada. La mamá, severa, le habría espetado “llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”. La frase es didáctica, tal vez ahora sería recusada en pro de la corrección política o de la no discriminación por género.
En todo caso, se la puede parafrasear conservando el sentido original. La oposición brama por cómo funciona el Congreso porque no se dio maña para imponerse cuando era mayoría y por no haber ganado las bancas necesarias luego. Lamentan (obviemos el “lloran” que suena despectivo) en los medios lo que no supieron construir políticamente.
El oficialismo conserva un apreciable nivel de legitimidad tras once años, con vicisitudes varias. La preeminencia en el Congreso, en la calle, la centralidad de la Presidenta forma parte del capital político del Gobierno, que no le da la llave de la continuidad pero que no deja de ser envidiable en términos comparativos.
La gobernabilidad es valorable en términos sistémicos, no apenas como un recurso del kirchnerismo. El repaso de la historia de la recuperación democrática, que rebrota en estas fechas, debería computarlo en el haber democrático.
La inminencia de elecciones libres, nuevamente, es otro bastión al que nos hemos habituado, en buena hora. El veredicto popular es todavía incierto, tanto como el listado completo de los candidatos que finalmente estarán en carrera.
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