Viernes, 26 de junio de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Martín Granovsky
La pregunta puede ser sólo un juego de imaginación. ¿Qué habría hecho Néstor Kirchner para elegir la candidatura 2015 del Frente para la Victoria? Pero esa pregunta también puede ser contestada con la reconstrucción de un momento. A 11 mil metros. Sobre Sudamérica. Con algún whisky en la mano. Y en vuelo desde Nueva York a Buenos Aires.
Era septiembre de 2008 y Kirchner acompañaba la vuelta de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a Ezeiza. Viajaba en su condición de “primer damo”, como le gustaba decir. Cristina acababa de estrenarse como Presidenta en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El 23 de septiembre la Presidenta se dirigió a la Asamblea con varios temas. Como siempre, elevó la exigencia de abrir las negociaciones sobre la soberanía en las Malvinas. Presentó la iniciativa latinoamericana para la identificación de desaparecidos, un trabajo conjunto entre el Equipo de Antropología Forense y sus organismos hermanos de Guatemala y Perú. Pidió, como lo había hecho Néstor en el 2007, que Irán cooperase extraditando a un grupo de sospechosos para que pudiesen ser interrogados por la Justicia argentina. Reclamó la reforma de la ONU y de los organismos de crédito, con el argumento de que un mundo multilateral es un mundo más seguro. Dijo que la nueva crisis mundial no debería ser llamada efecto caipirinha o efecto tequila sino efecto jazz, “el efecto que va desde el centro de la primera economía del mundo y se expande hacia todo el mundo”. Reivindicó el papel del Estado y criticó una “economía de casino” donde el dinero produce más dinero sin pasar por el circuito de la producción de bienes.
En ese septiembre de 2008 comenzó la gran crisis simbolizada en la caída de Lehman Brothers, una crisis que todavía no terminó e, incluso, se viralizó en el mundo de la peor manera, destruyendo empleos de a millones incluso en el sur de Europa. La delegación argentina pudo palpar los primeros signos del apocalipsis durante una visita a la sede de Nasdaq, la Bolsa de las acciones tecnológicas ubicada en plena Times Square. Mientras se sucedían los discursos, los tableros exhibían cómo las empresas se desplomaban. Colapso en tiempo real.
Para el Gobierno eran tiempos difíciles. Dos meses antes, la deserción de senadores oficialistas había llevado al desempate del presidente del Senado y vicepresidente, Julio Cobos. Fue el broche final de una derrota con epicentro en las retenciones móviles y un marco de pérdida de apoyo en grandes sectores medios de la Argentina.
En la visita a la ONU, Cristina no usó el Tango 01. Tampoco había inaugurado la era de los pequeños jets ejecutivos. La comitiva volvió de Nueva York, entonces, en un avión rentado a Aerolíneas Argentinas. A la noche, Néstor hizo lo de siempre. Primero jugó y condujo varios partidos de truco, que disfrutaba como una serie de avances y retrocesos de poder, punto por punto y tratando de consolidar a cara de perro cada paso al frente. Después se paró al lado de una fila de asientos y dejó que se arremolinaran alrededor suyo varios de los invitados. Algunos se acercaron tratando de aprovechar ese momento de intimidad en el Palacio y hacer preguntas sin perderse detalle de la conversación. Otros participaban arrodillados en los asientos. Nada más lejos de un quincho sindical: es difícil hacer una rueda en un avión. La mesa no existía, pero el centro era claramente Kirchner. Ya en ese momento, con una Presidenta que aún no había cumplido un año en la Casa Rosada, el Frente para la Victoria discutía el mandato siguiente, que comenzaría el 10 de diciembre de 2011. Hablaban y escuchaban el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich; el diputado José María Díaz Bancalari, el intendente de Rafaela, Omar Perotti, el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini y el vocero Miguel Nuñez. Las especulaciones de cada uno fueron detalladas, desde el análisis de cómo había quedado el país tras la crisis de la 125 hasta cómo podía incidir la catástrofe mundial en construcción. Hasta que en un instante Kirchner miró a todos y lanzó su síntesis: “Miren, tenemos con qué seguir. Este es un espacio con muchos compañeros. Si esto anda bien, en el 2011 será Cristina o seré yo. Si hay que corregir algo, tenemos a Daniel. Y si no alcanza habrá otros compañeros. Serás vos, Omar. O vos, Coqui, no sé. Será el que mejor mida”.
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