Miércoles, 26 de agosto de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Martín Fresneda *
Cuando el 15 de mayo de 2012 me hice cargo de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, no se trató de un logro individual. En ese momento se estaba produciendo un recambio generacional en la construcción de las políticas de derechos humanos en Argentina. Pero lo esencial de ese hecho es que este recambio implicó una continuidad y no una ruptura. Existe una larga línea originaria que comenzó con el enfrentamiento, impensable y asimétrico, de un grupo de mujeres que se plantó, armadas sólo con su profundo amor y su insobornable tenacidad, frente al más brutal aparato de barbarie que conociera la historia argentina.
Junto a ese grupo inicial fueron creciendo las organizaciones de derechos humanos, que debieron iniciar, tras la noche del genocidio, el cruce, a veces en soledad, del desierto de la impunidad, la cobardía moral y la comodidad del olvido. Mi generación se fue convirtiendo, a través de su práctica, de víctimas individuales en colectivos de luchadores sociales. Comprendimos que nuestro rol era ser los inclaudicables custodios de las vigas maestras de la Democracia: la Memoria, la Verdad y la Justicia. Comprendimos que no hay un objetivo final para nuestras luchas. Comprendimos que el sentido de nuestras batallas era convertir al Nunca Más en las verdaderas condiciones de la No Repetición: una sociedad de Inclusión y Justicia Social. Un Estado de Derecho con Derechos.
En ese camino encontramos luchadores, militantes que venían de diversas experiencias políticas, con los que comenzamos a conjugar un idioma intergeneracional, con el que conjurar la maldición de la que nos alertaba Rodolfo Walsh, un entramado nuevo que pudiera romper el círculo que nos lleva a la condena de no tener historia, a empezar de nuevo, separada de luchas anteriores, a perder experiencias colectivas, a olvidar lecciones. Con Horacio nos cruzamos por primera vez en los ’90. La militancia para desmantelar la maquinaria de la impunidad nos cobijó en la movilización, la denuncia, la construcción de la condena social a los genocidas y las tácticas jurídicas para remover los obstáculos en la justicia y poder avanzar en el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad, cometidos por la dictadura.
Desde el año 2003, con la llegada al gobierno nacional de Néstor Kirchner y luego de Cristina Fernández de Kirchner, los derechos humanos tienen un lugar significativo en la agenda del Estado, y las demandas de los organismos de derechos humanos, que por mucho tiempo fueron invisibilizadas, hoy son políticas públicas consolidadas. Pero, lo que para nosotros significa avances y profundización de la democracia, para el poder concentrado es un retroceso. La misma corporación mediática que silenció los crímenes de la dictadura no tolera ni perdona, los logros que hemos obtenido. Por eso intenta desgastar al gobierno nacional. Por eso intenta desgastar a quienes aportaron para consolidar este presente de Memoria, Verdad y Justicia. Por eso atacan a Horacio Verbitsky.
No es casual que en estos momentos su persona y la lucha que representa se encuentren en el ojo de la tormenta. Tormenta formada no por las lícitas críticas de un militante a un militante, sino por una baja colección de mentiras, articuladas difamaciones y venenosas telas de araña.
Podría decirte que no te preocupes, que hay agresiones y que hay enemigos que te honran. Podría decirte que atacándote a vos tratan de atacar a la política de derechos humanos en Argentina. Podría decirte que tratan de deslegitimar a quien se ha ido convirtiendo en uno de los referentes más sólidos para pensar propuestas que nos permitan construir esos espacios de ética, solidaridad y justicia. Pero prefiero decirte sencillamente, que quienes creen que te atacan solamente a vos se equivocan, porque en un punto nos atacan a todos nosotros. Porque prefiero decirte a vos y decirles a ellos que no podrán evitar que en conjunto construyamos el futuro. No estarás solo en el esfuerzo para que los derechos humanos, además de pasado, tengan presente y futuro. ¡Fuerza, Perro!
* Secretario de Derechos Humanos.
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