Lunes, 18 de enero de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Toer *
“Las ideas son grandes en cuanto son realizables, o sea, en cuanto aclaran una relación real inmanente a la situación, y la aclaran en cuanto muestran concretamente el proceso de actos a través de los cuales una voluntad colectiva organizada da a luz esa relación (la crea) o, una vez manifiesta, la destruye y la sustituye. Los grandes proyectistas charlatanes son charlatanes precisamente porque no saben ver los vínculos de la ‘gran idea’ lanzada con la realidad concreta, no saben establecer el proceso real de actuación.” (Antonio Gramsci, Pasado y presente.)
La cita me parece apropiada dado que en toda circunstancia donde se requiere un balance suelen aparecer, junto a las palabras oportunas, que suscitan reflexión, otras que solo manifiestan estados de ánimo o surgen de encuadres incorrectos que hacen desviar la atención de lo que es relevante. Una de las más trilladas es la que se obstina en lamentar que no se hayan tomado medidas decisivas para impedir que el poder real pudiese revertir la situación. Es la más falaz de todas, ya que desprecia el hecho de que la mayor parte de las veces, es precisamente ese poder el que se ingenia para evitar que tales medidas se tomen (aunque alguna vez se pierden oportunidades). El listado es conocido y alude a lo que podría haber hecho un poder popular controlando resortes clave, generalmente de la economía (cuando no del poder represivo o mediático) que hubiesen llevado a que las clases dominantes retrocedieran pidiendo disculpas y solicitando la escupidera.
Suele estar asociado este tipo de lamento al clamor de personajes que solicitan radicalidad y pretenden una revolución anticapitalista en la periferia cuando el siglo XX se cansó de darnos ejemplos de que las tesis de Marx y Engels sobre el papel precursor e ineludible del centro no era un aspecto lateral de su teoría. Sin ir más lejos, la pretensión de suponer que había que seguir los pasos de Venezuela y descalificar al gobierno de los Kirchner por su inconsecuencia ha sido sostenido ayer no más por los que hoy, con el diario del lunes, se suman a los que fustigan la “soberbia” de Cristina y a las vacilaciones de las organizaciones más cercanas a su entorno. Tamaña confusión deviene de la peripecia de empezar de adelante para atrás y no reconstruir los hechos históricos de la manera que se fueron dando. El período que estamos viviendo comenzó con la asonada de un coronel caribeño que después gana las elecciones prometiendo seguir el camino de Tony Blair y que recién a posteriori decide explorar un nuevo “socialismo”, diferente de los del siglo pasado. Y nosotros nos sumamos cuando un ala del dividido justicialismo sale segundo en las elecciones con un 22 por ciento, detrás del candidato del mismo partido que había sido considerado paladín del neoliberalismo en la región. Como es sabido, el primero se baja y permite el inicio de este periplo de doce años que a tantos ha sorprendido. Por cierto, en cada uno de los casos se encontraba como sustrato el enorme descontento popular con las arbitrariedades del neoliberalismo.
No hay mucho margen para los sabihondos presumidos. Todo fue aprendizaje. Y si el camino recorrido fue importante se debió a que, como dice el epígrafe, “las ideas son grandes en cuanto son realizables, o sea, en cuanto aclaran una relación real inmanente a la situación”. Y de eso se trató. Y la relación de fuerzas dio para este recorrido. No es un razonamiento conformista. Como tantos, he lamentado y señalado desaciertos. Aquí y en Venezuela tenemos que develar todas las limitaciones y errores para que la próxima ola, como nos dice Alvaro García Linera, sea más honda y carcoma en mayor profundidad las defensas de la costa. Pero para eso hay que alinear las ideas de cierta manera, en la perspectiva de afirmarse en lo que hemos avanzado y desde allí ver cómo proseguir. Sin resignación ni voluntarismo. Será lo que permita entrever “concretamente el proceso de actos a través de los cuales una voluntad colectiva organizada da a luz esa relación (la crea) o, una vez manifiesta, la destruye y la sustituye”.
De otra manera, la queja alimenta recelos o estimula vanidades que no hacen más que entorpecer. Los candidatos que disputaron la última elección no fueron voluntad antojadiza ni producto del dedo de nadie sino la manera, enrevesada quizá, en que emergió toda esta historia que tiene como actor principal a un movimiento que nació con dos almas desde el primer día y produce estos realineamientos que no van a terminar y a los que no se puede desatender, dado que involucran al grueso de los protagonistas necesarios en la apertura de un nuevo curso. No queda otra que seguir fortaleciendo el ala más consecuente y evitar que “los otros” hagan pata ancha. Sumando por cierto a quienes, desde otras historias, quieren nutrir el campo popular. Para tales multitudes, tales liderazgos. ¿Que alguna vez puede surgir algo nuevo desde otro sitio? Puede ser. Pero no será como consecuencia de la lucidez de un “gran proyectista”, sino de algún movimiento formidable que emprendan las mayorías... Y menos cuando existen liderazgos ampliamente reconocidos como al que le dijimos hasta pronto en la plaza el 9 de diciembre. Así ha sido hasta ahora y, si alguien vio algo diferente en algún proceso histórico relevante, no le recomendaron la bibliografía correspondiente.
* Profesor de Política Latinoamericana (UBA).
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