Sábado, 13 de febrero de 2016 | Hoy
EL PAíS › PANORAMA POLITICO
Por Luis Bruschtein
Las selfies hacen furor, igual que se viralizó entre los funcionarios del PRO la foto sorpresa (posada) haciendo compras en el súper. Se sacan la foto ellos mismos y las cuelgan en las redes como campaña simpática PRO para atenuar el impacto de la inflación. Hubo fotos de la primera dama en la carnicería y de la gobernadora bonaerense en la verdulería haciendo la parodia del común de los mortales que sufre el rigor de los precios. El Gobierno tiene constancia de que entre la compra en el súper de noviembre y la de principios de febrero hay por lo menos un aumento del 30 o 40 por ciento, sin contar la que se había acumulado en los meses anteriores. El que pagó dos mil en la compra mensual, ahora se fue a casi tres mil. Es probable que la inflación sea menor, pero en los alimentos y demás artículos que se compran en los súper el impacto es mucho mayor. Alguna vez Hugo Moyano habló de la “inflación de las góndolas”. El término pasó de moda, quizás porque cambió el gobierno. Pero el impacto de la inflación ha sido tan fuerte que inclinó la balanza en el seno del macrismo hacia las medidas graduales en detrimento de los que querían hacer todo de un tajo. Primero dijeron que a mediados de este año la inflación bajaba a un dígito. Macri dijo ahora que va a tardar más de dos años en doblegar el flagelo. Si esto es lo progresivo, no es difícil imaginar el escenario de catástrófe si aplicaban en un solo movimiento todas las medidas de ajuste.
Las consecuencias, para ellos positivas, que esperaban para disimular el bombazo, tampoco se produjeron. El famoso shock de confianza que iba a atraer inversiones millonarias no existió y les fracasó hasta una sencilla colocación de bonos al tiempo que los precios salían disparados más de lo que esperaban. Cuando el gobierno kirchnerista decía que más que inflación lo que se producía era aumento de precios, los ahora integrantes del gabinete económico acusaban al kirchnerismo de generar inflación con emisión. Según esa interpretación que hacían Prat-Gay, Melconian o Sturzenegger, tendría que haber alguien ahora, cuando ellos están en el gobierno, que sigue con la maquinita de fabricar billetes y mucho más que en el gobierno anterior, porque las marcas de inflación son mucho más altas. Pero ahora ellos dicen lo mismo que decía el kirchnerismo: que no le dan a la maquinita, que la culpa es de los formadores de precios y toman medidas clonadas del kirchnerismo pero más lavadas, inocuas, porque esta vez los responsables son ellos mismos y los formadores de precios un factor lateral. Tienen que acusar a los especuladores para distraer la atención. Han llegado a amenazar con importar carne vacuna y con aplicar la Ley de Defensa del Consumidor –a la que siempre defenestraron– para aplicar supuestas multas. Dicen que van a vigilar los precios pero acaban de despedir a los 200 empleados del Ministerio de Economía que cumplían esa función.
Cuando eran opositores inflaban a la maquinita de hacer billetes para ocultar la responsabilidad de los formadores de precios. Ahora, que están ellos en el gobierno, la figura de la maquinita no les sirve y no tienen más remedio que echarle la culpa a los formadores de precios. Pero si bien no hubo maquinita, ahora sí hubo responsabilidad central de la política económica. Siempre se dijo que si se quitaban las retenciones a la exportación de carne, el precio iba a subir, igual que los demás alimentos. Quitaron las retenciones y el precio se fue al diablo. En Argentina la carne se paga más que en países que la importan y no porque haya pocas cabezas de ganado, sino porque la carne argentina es una de las más caras y aquí se la paga a precio de importación igual que los millonarios rusos. Los especuladores aprovechan, pero el grueso de los aumentos de precios está relacionado con las medidas del gobierno. Lo mismo pasa en los demás rubros alimenticios ya sea porque se levantaron las retenciones o por la devaluación. El panorama se completa si se le agregan los especuladores y los inminentes sablazos al presupuesto casero a través de los hiperaumentos en las tarifas y las naftas.
Lo gradual está en que la devaluación fue parcial, igual que el aumento de las tarifas eléctricas. Por lo que habrá segunda vuelta seguramente después de las paritarias. Tampoco han podido anunciar el tarifazo en el gas ni el aumento en las naftas, cuyo precio está bajando en todo el mundo, pero aquí quieren llevar el litro a 20 pesos. Todo eso se va a los precios y de allí a los salarios que achican su capacidad adquisitiva.
En este escenario, que apenas empieza a sentirse en el bolsillo ciudadano, se produce esa inundación ridícula de funcionarios que hablan del súper como si fueran todos los días. Alfonso Prat Gay se sacó la foto, el ministro Buryaile dijo que fue a la carnicería y hubo más fotos en las que quieren mostrarse como víctimas de esos aumentos de precios y no como sus promotores como realmente son. No por casualidad Macri eligió un supermercado para anunciar desde allí que luchará contra la inflación, pero que se demorará más de dos años en volver a una inflación de un dígito. “Gasten menos”, aconsejó.
El anuncio de Macri confirmó la vía gradualista. El salto de los precios ha sido tan grande y las respuestas positivas reales del mercado tan débiles, que un tratamiento de shock como estaban dispuestos a realizar hubiera llevado a una recesión drástica de las que nunca se sabe cuándo se sale, como sucedió con la Alianza. El gobierno quiere enfriar la economía a costa de los salarios y una reducción del consumo, pero no quiere un cuadro de alta recesión. Esta prolongación de la inflación pondrá en aprietos al Indec de Todesca-Bevacqua que anunció que no publicará índices durante un año, con lo que ocultará el brusco salto de los precios durante ese lapso.
Gran parte de las políticas del macrismo son publicitarias, mediáticas, no existen en la realidad, o incluso son contradictorias con ellas. Como cuando Macri dice que despide a miles de empleados públicos para que puedan encontrar un trabajo legítimo más digno. Les fue bien en la oposición con ese mecanismo. Habrá que ver si funcionan igual ahora que están en el gobierno. Desde el supermercado, Macri hizo un parangón entre la economía del país y la de una familia. Por eso pidió que se gaste menos de lo que se gana. O sea no endeudarse. Pero su gobierno está desesperado por pagarle a los fondos buitre para tomar deuda externa nuevamente. A eso le llama “salir del aislamiento” o “volver a los mercados”.
El macrismo no asume ninguna responsabilidad. La descarga en los formadores de precios o en el gobierno pasado. Los medios oficialistas y sus analistas aseguran que esta situación se produce porque el kirchnerismo no tomó estas medidas “de sinceramiento de la economía”, que debería haber tomado, y que ahora tomó el macrismo. El kirchnerismo decía eso justamente: que no tomaba estas medidas porque quería evitar estas situaciones y que lo del “sinceramiento” era un argumento del neoliberalismo. El kirchnerismo hubiera tenido que revisar muchas de sus políticas porque el panorama internacional sufrió cambios drásticos desde que asumió en 2003, sobre todo por la crisis en Brasil y otras economías y por la baja del precio de los granos y las materias primas. Pero el kirchnerismo y el macrismo tienen dos conceptos diferentes de la economía. Lo que para el macrismo es “sincerar”, para el kirchnerismo es favorecer al capital concentrado. Cualquier medida que tomara el kirchnerismo hubiera resguardado la vitalidad del mercado interno, porque es el eje de su concepción. En vez de decir “gasten menos”, hubiera dicho “gasten más” y se hubiera preocupado por sostener la demanda, es decir, que los salarios no perdieran su capacidad adquisitiva.
Otra estupidez que se ha repetido desde los medios oficialistas es que debido a las bajas tarifas de electricidad, de agua y del gas, las privatizadas no habían realizado obras de infraestructura. Durante más de diez años, con el “uno a uno” de los gobiernos del menemismo y la Alianza, en la Argentina se pagaron las tarifas más caras del mundo en dólares, más caras que en Nueva York o cualquier país europeo. Argentina era la sucursal más rentable de estas transnacionales que se llevaron toda la ganancia a sus países de origen y no hicieron una sola obra de infraestructura en todo ese tiempo.
En un marco de alta carestía, el gobierno puso un techo del 25 por ciento a las paritarias, pero no puede cumplir a rajatabla esa marca si no quiere incendiar el país a poco de asumir. La nueva modalidad que se está planteando es la negociación por seis meses. Algunos gremios ya han pactado porcentajes que rondan esa cifra más alguna cantidad fija, con la perspectiva de sentarse a negociar nuevamente dentro de seis meses. Como parte de esa vía progresiva, la estrategia oficial será que en cada negociación, el salario pierda una fracción y espera que en la misma medida que disminuya el salario, baje la demanda, se enfríe la economía y poco a poco ceda la inflación. En el mejor de los casos habrá menos inflación, menos salario y menos trabajo. En el peor, habrá menos de todo pero más inflación. Son todos escenarios que los argentinos ya conocen.
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