Lunes, 16 de mayo de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Pablo Gentili*
Algunos defensores del gobierno argentino podrían suponer que la crisis política brasileña contribuirá a proyectar a Mauricio Macri como líder regional. Quizás sospechan que esta coyuntura impulsará el reposicionamiento de la Argentina en la geopolítica mundial, atrayendo inversores y rindiéndole diversos beneficios económicos y políticos al país.
La situación recuerda la popular historia ocurrida en el vestuario de la selección brasileña pocas horas antes de iniciarse el partido que Brasil disputaría contra la Unión Soviética en el Mundial de 1958, en Suecia. Cuentan que el técnico Vicente Feola explicaba en un pizarrón la estrategia de ataque que encabezarían, por primera vez, Pelé y Garrincha. En un didáctico gráfico, el técnico sostenía que Pelé y Didi avanzarían por la izquierda, concentrando todos los esfuerzos de la defensa rival, mientras Garrincha subiría solo por la derecha, sin marcación, facilitando que Pelé le cruzara un pase abierto, dejándolo sólo frente al arco. Garrincha escuchaba atento, aunque incrédulo, la explicación del técnico, hasta que preguntó: “Profesor, ¿Ud. ya arregló todo esto con los rusos?”.
Los cambios políticos en Brasil deberían encender las alarmas de incendio del gobierno de Mauricio Macri. Lo que se avecina no parece nada bueno, ni para las ambiciones internacionales del presidente argentino, ni para la economía del país.
Temer eligió como ministro de relaciones exteriores a José Serra, el eterno derrotado de Lula y Dilma, quien, además de canciller, será ahora responsable del comercio exterior de Brasil.
Serra nunca dejó de expresar su aversión, rechazo y desprecio hacia cualquier iniciativa de integración económica, política y cultural de Brasil con el resto de América Latina. Su opinión sobre el Mercosur la expuso sin rodeos en la campaña presidencial del 2010 ante los principales empresarios brasileños, cuando sostuvo que se trataba simplemente de una “farsa”. Sus declaraciones cayeron pésimamente mal tanto en la diplomacia argentina como en la brasileña, por lo que Serra matizó sus declaraciones diciendo que el Mercosur debería “flexibilizarse”, ya que su existencia interfería en la posibilidad de que Brasil pueda elegir mejor sus alianzas comerciales. Serra, como su partido, el PSDB, siempre creyó que el ALCA constituía una mejor estrategia de integración para Brasil.
No creo que el golpe que ha destituido ilegítimamente a la presidenta brasileña sea el principal motivo de preocupación del mandatario argentino. Sin embargo, sí debería serlo el cambio de rumbo que sufrirá la política exterior de nuestro principal socio comercial. El Mercosur no anda del todo bien, es verdad. Aunque si se trataba de empeorarlo, nada mejor que nombrarlo a José Serra al mando del Itamaraty. Una profundización en la crisis del Mercosur es una pésima noticia para toda la región, pero particularmente para la Argentina. Si esto ocurre, no nos irá mejor que a los rusos en aquel célebre partido contra Brasil, donde perdieron dos a cero y los brasileños jugaron lo que se consideran “los tres mejores minutos de la historia del fútbol”.
Los problemas para la Argentina no acaban aquí.
Con razón, la administración de Macri ha sido caracterizada como un gobierno de gerentes, de CEOs que representan los intereses de las grandes corporaciones y grupos económicos nacionales e internacionales. El gobierno de Temer, entre tanto, es un gobierno de dueños, no de sus delegados o mediadores. El nuevo ministro de Agricultura, por ejemplo, es el ruralista Blairo Maggi, llamado el “Rey de la Soja” por ser el mayor productor individual de esta leguminosa en el mundo. Además, es un destacado enemigo del Amazonas, habiendo sido reconocido por Greenpeace con el premio Motosierra de Oro. Dueño del negocio, Maggi sabe que uno de los principales peligros para el mercado de la soja brasileña es el crecimiento de la producción sojera argentina. Más allá de la opinión que tengamos sobre el comportamiento del campo argentino, no cabe ninguna duda de que hoy nuestros principales aliados comerciales han puesto al mando de su política agrícola a un enemigo de los intereses del agronegocio nacional. Ese mismo sector que apoyó con entusiasmo la elección del nuevo presidente argentino.
Ante la crisis de Brasil, nadie tiene motivo para festejar. Ni siquiera los seguidores del actual gobierno, mucho menos los que aspiran a que Macri se transforme en el líder regional que alguna vez soñó ser.
* Secretario ejecutivo de Clacso.
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