Martes, 2 de agosto de 2016 | Hoy
EL PAíS › DECLARó LA HERMANA INéS, QUIEN RECIBIó A JOSé LóPEZ EN EL MONASTERIO DE GENERAL RODRíGUEZ
En su indagatoria ante el juez Rafecas, la religiosa aseguró que no sabía qué traía en los bolsos el ex secretario de Obras Públicas. Imaginó que se trataba de alimentos, porque la superiora le dijo que se encontraba mal espiritualmente y que se podía quedar unos días.
Por Irina Hauser
Mientras entrababa a los tribunales de Comodoro Py la semana pasada, un juez con un resto de sentido del humor cantaba la canción de Charly García: “Están pasando demasiadas cosas raras como para que todo pueda seguir tan normal”. Y se reía solo. Ayer volvió a pelear por su lugar en el podio de las excentricidades de los tribunales federales la causa de los bolsos de José López, cuando llegó a prestar declaración indagatoria por la mañana la hermana Inés Aparicio, una de las que recibieron al ex funcionario en la madrugada del 14 de junio en el convento. “Yo creí que traía alimentos, porque entendí que se venía a quedar unos días; según me había dicho la hermana Alba se encontraba mal espiritualmente, angustiado”, declaró la mujer ante el juez federal Daniel Rafecas. La religiosa explicó que ella conocía al ex secretario de Obras Públicas de haberlo visto casualmente algunas veces pero aseguró que no sabía quién era ni que era funcionario.
Aparicio fue acompañada por la defensora oficial Perla Martínez de Buck. Su llegada a los tribunales era indisimulable, ya que se presentó con sus hábitos de color negro. Primero entregó un escrito en el que negaba enfáticamente ser una encubridora de López, el presunto delito por el cual había sido convocado. Contó que es religiosa de vida activa (no es monja de clausura) desde 1986 y que antes había sido maestra de grado. Vivía en el convento de las monjas Orantes y Penitentes desde abril de este año. Antes residía en una casa religiosa en Luján. No tiene cuentas bancarias, informó, y jamás usó teléfono celular.
La monja, de 78 años, hizo un relato de lo que pasó antes y durante la llegada de López. Explicó que estaba al tanto de que vendría. El día anterior su esposa, María Amelia Díaz, había llamado y pidió hablar con la madre superiora Alba Martínez Fernández. Le preguntó si se acordaba de su esposo –de acuerdo a la declaración de Aparicio– y le dijo que le pasaba la comunicación con él. Ahí fue que, según lo que le habría transmitido Alba a Inés, López le dijo que estaba atravesando un momento anímico complicado, que estaba mal “espiritualmente” y que necesitaba recluirse. “Mari”, como le decían con cierta cercanía a la mujer de López, al parecer tenía una relación fuerte con el convento y es muy creyente. Cuando allanaron la fastuosa vivienda de Tigre encontraron un rincón con sus cosas llenas de imágenes, estatuillas y símbolos religiosos. Casi un mini santuario. Pero también quedó claro por la documentación secuestrada en una inspección ocular que el propio López tenía una relación de larga data con el establecimiento, al igual que con el fallecido obispo Rubén Di Monti, que vivía allí, con quien firmó contratos de obras y refacciones con fondos del ministerio de Planificación.
Cuando eran las 12 de la noche, López todavía no había llegado. Alba le dijo a Inés que se fuera a dormir, y que ya verían. El hombre apareció a la madrugada y se sobresaltaron. En el ínterin, la superiora Alba habló cuatro veces con su esposa. Pero según el relato de Inés, le dijo que fuera abrile la puerta porque “como era tan tan tarde pensaba que le había pasado algo malo”. López ingresó pasadas las tres de la mañana, después de arrojar los bolsos con los nueve millones de dólares por encima de la pared que da a la calle. La hermana Inés lo ayudó a entrarlos pensando, dijo, que traía comida. El, como se ve en las imágenes de las cámaras de seguridad, dejó un fusil al lado de la puerta. Según relató ayer la monja, López se encerró con la hermana Alba en una habitación y estuvieron cuarenta minutos allí. El ex funcionario le habría dicho que consiguió el dinero para obras en el convento.
–¿No tuvo curiosidad de ver los comestibles? –le preguntaron en la indagatoria. Y ella dijo que ni se le ocurría sacar nada sin permiso de Alba, que le daba las órdenes.
Cuando llegó la policía, alertada por el repartidor de pollos Jesús Ojeda, tardaron en abrirle en teoría porque no escuchaban el timbre. La religiosa contó que en el momento en que los uniformados abrieron los bolsos y vieron los millones de dólares quedó “horrorizada”. “Me agarré la cabeza”, dijo.
En la indagatoria le preguntaron si conocía a Julio de Vido y a Alicia Kirchner y dijo que jamás los había visto. Y que incluso a López lo conocía como José. Lo había visto en algún cumpleaños de Alba.
Dados los hechos y los relatos, la madre Alba estaría comprometida, pero Rafecas espera que el Cuerpo Médico Forense determine si a sus 94 años está en condiciones de enfrentar un proceso penal, algo aún indefinido. Hoy será indagada María Amelia Díaz; y en los días siguientes es el turno del contador Andrés Galera y del empresario Eduardo Gutiérrez, sospechados ambos de ser testaferros en la compra de la casa en Tigre que López habitaba con su esposa. López también volverá a ser indagado. El delito por el que se lo investiga originalmente es enriquecimiento ilícito.
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