EL PAíS
Pequeña ayuda del amigo cardenal para el espía caído en desgracia
El delegado de la SIDE en Madrid desde el menemismo, Alejandro Colombo, consiguió confirmar su puesto después de que el cardenal Jorge Mejía, nombrado por Juan Pablo II, intercediera por él ante Gustavo Beliz.
Por Eduardo Tagliaferro
“Pensar que un obispo levanta el teléfono y habla con el Presidente para poner o sacar un funcionario es pensar en la Iglesia del siglo XIV.” La frase pertenece a Guillermo Marcó, responsable del Departamento de Prensa del Arzobispado de Buenos Aires, y fue dicha a principios de enero, cuando todavía intentaba no polemizar con Carmen Argibay antes de que los sectores ultramontanos de la Iglesia comenzaran su ofensiva sobre la jueza. Pero sólo unos meses antes, en pleno siglo XXI, el cardenal Jorge María Mejía solicitó por carta al entonces ministro de Interior, Gustavo Beliz, sus buenos oficios para que el Gobierno diera marcha atrás con la intención de mover al delegado de la SIDE en España. Llevó un tiempo, pero los ruegos de Mejía surtieron efecto y el menemista Alejandro Colombo fue confirmado como el hombre de los espías en Madrid.
Colombo lleva casi 20 años prestando servicios a los servicios. Tal vez tocado por la varita mágica de Carlos Menem, el hombre logró obtener destinos privilegiados. En general, salvo expresa orden del poder político, acceder a una delegación en el exterior lleva muchos años. Colombo fue una excepción. Entre sus primeros destinos estuvo la delegación de la SIDE en Italia. Uno de los preferidos entre los conocedores del oficio.
Cuando la Alianza llegó al Gobierno, le tocó a los sushi regentear la inteligencia estatal. Su gestión quedará asociada al escándalo de los sobornos en el Senado, pero entre las medidas que tomaron con el personal estuvo la de repatriar a Colombo. Una vez en la Argentina la suerte lo siguió acompañando y fue enviado a la delegación que los espías tienen en Bariloche. Para su suerte, la Alianza se desvaneció en el aire a los dos años de gobierno y el manzanista porteño Miguel Angel Toma, en su paso por la secretaría de inteligencia, lo rescató de los fríos del sur para entregarle otro pasaje a Europa. En esta ocasión a España. En los años de Menem la plaza de los espías en Madrid fue ocupada por un ex exiliado que logró hacerse de los dineros suficientes como para montar un restaurante: César Neira. Con contactos fluidos con Hugo Anzorreguy, el PJ y Menem, Neira estuvo en el puesto hasta que se jubiló. La Alianza envió a Madrid a Víctor Cipolla, un hombre de la Coordinadora que supo sintonizar la onda de los sushi por su afinidad con Darío Richarte, segundo responsable del organismo. Ese puesto fue el que Toma le ofreció a Colombo.
Cuando el gobierno de Néstor Kirchner intentó traer a Colombo a Buenos Aires aparecieron los buenos oficios del cardenal Mejía, este argentino archivista y bibliotecario del Vaticano que en febrero del 2001 recibió la birreta roja del cardenalato de manos del papa Juan Pablo II.
En una carta dirigida a Beliz al poco tiempo de que éste asumiera como ministro del Interior, el cardenal escribió: “Gustavo, lo primero es desearte todo bien, con tu familia, en tu nuevo importante cargo. Desde que lo supe, te encomiendo. No sigo muy de cerca la Argentina, pero sé lo suficiente como para darme cuenta de que las necesidades, y por consiguiente, las responsabilidades de los que gobiernan son tremendas”.
Avanzando en concreto con su pedido, Mejía señaló: “Abusando ahora de tu atención y paciencia te someto este caso, que no parece tan difícil, aunque no tiene mucho que ver con la Justicia, pero me dicen que por medio tuyo se podría hacer algo. Se trata de un muchacho amigo mío: Alejandro Colombo a quien la SIDE (donde trabaja hace años, de los cuales un buen período en Roma, donde lo conocí, me ocupé de él y su mujer y bauticé a su segunda hija), mandó hace menos de seis meses a Madrid ... Es él quien me pide que me dirija a vos (está convencido que por vos se podría hacer algo), para que lo dejen en Madrid al menos un tiempo más”.
No fue demasiado el tiempo transcurrido entre el pedido del cardenal argentino en el Vaticano y la confirmación de Colombo como hombre de los espías en el reino de España. El ministro Beliz giró la misiva al santacruceño Sergio Acevedo, en ese entonces titular de la SIDE, y ahora el funcionario obtuvo el acuerdo para seguir disfrutando de las caminatas por el Parque El Retiro o por La Puerta del Sol. Antes de desear nuevos encuentros con Beliz, el cardenal concluye su pedido diciendo: “Después se hace lo que se puede y el resto se confía al Señor”. En este caso el Señor escuchó los ruegos y el ministro y algún otro funcionario también.