EL PAíS › KIRCHNER ACEPTO LA RENUNCIA DEL JUEZ LONA
Una manera de hacer justicia
Anteayer, el Jury de Enjuiciamiento lo había sobreseído por su actuación en la dictadura. El Presidente se indignó y aceptó la dimisión que Lona había presentado para evitar el juicio.
Por Diego Schurman
La sonrisa no le duró demasiado. Apenas un día después de haber zafado de la destitución, el camarista salteño Ricardo Lona se enteró de que, de todos modos, deberá buscar un nuevo trabajo. Fue cuando, sorprendiendo a propios y extraños, Néstor Kirchner anunció que aceptará la renuncia que el magistrado había presentado en agosto pasado para evitar el juicio político.
La decisión del Presidente fue inequívoca: no aceptar en el ámbito de la Justicia a ningún miembro sospechado de violación a los derechos humanos. Lona fue acusado por no haber investigado denuncias de torturas realizadas por presos políticos, además de haber consentido, primero, y no investigado, posteriormente, el traslado de doce detenidos que finalmente fueron fusilados en la localidad salteña de Palomitas. Por ese episodio, ocurrido durante la última dictadura militar, y conocido popularmente como Masacre de Palomitas, Lona terminó el miércoles en el banquillo de los acusados del Jury de Enjuiciamiento.
Sobre Lona también pesaban otros dos cargos. Uno por incompatibilidad, al haberse impuesto como albacea del poderoso hacendado salteño, su vecino César Pereyra Rozas, mientras ejercía como magistrado. El otro por mal desempeño, al no haber investigado la sospechosa maniobra de un matrimonio francés que inscribió a un niño salteño como propio.
Por el caso de la herencia, cinco de los miembros del Jury pidieron su destitución. Hacían falta seis votos para que ello sucediera. Zafó.
El caso Lona fue prioritario en la agenda oficial. Ayer, a primera hora de la mañana, Kirchner se reunió con el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, y acordaron los pasos a seguir. Entre tantas palabras, hubo una que se dibujó recurrentemente en la boca del Presidente: indignación.
A la mirada del Gobierno, el fallo fue una categórica demostración de fuerza corporativa de la familia judicial. “Kirchner esperaba una sanción ejemplar, pero evidentemente hubo connivencia de los jueces”, señaló a Página/12 un alto funcionario de la Casa Rosada.
Lona había presentado su renuncia el 15 de agosto del año pasado, con la evidente intención de evitar el enjuiciamiento, al que imaginaba desfavorable. El Gobierno ni aceptó ni rechazó el pedido, esperando que fuera el propio Consejo de la Magistratura el que se expresara sobre el cúmulo de acusaciones por violación a los derechos humanos.
“Lona merecía una sanción ejemplar. Pero algunos miembros de la Justicia hicieron un papel vergonzoso”, fueron las palabras que escucharon decir a Kirchner ayer por la mañana. No se hicieron nombres. Pero hubo evidentes señales en contra del presidente de la Corte Suprema, Enrique Petracchi, quien dio el andamiaje argumental de la defensa de Lona. “Fue un juez independiente que no permitió ninguna intromisión del gobierno militar en su labor y mantuvo una vida austera”, había dicho el titular de la Corte, quien desembarcó en el juicio en su carácter de testigo, de acuerdo con las actuales disposiciones judiciales.
Petracchi no es un testigo más: es un superior de los representantes del Poder Judicial del Jury, y en consecuencia ejerce una tácita presión sobre ellos. Casualidad o no, fueron justamente los tres jueces –el presidente del jurado, Augusto Belluscio; Horacio Billoch Caride y Sergio Dugo– los que rechazaron los tres cargos contra Lona. A ellos se les sumó Jorge Agúndez, senador radical por San Luis.
En cambio, votaron por la destitución Guillermo Sagüés, Enrique Basla, Manuel Baladrón, Sergio Gallia y Eduardo Roca. Los cinco cuestionaron el argumento de los otros miembros del Jury, quienes habían dicho que no se podía revisar la actuación de Lona como juez de primera instancia siendo ahora camarista.
El miércoles, durante el juicio, ese mismo quinteto ratificó que Lona manejó la herencia de Pereyra Rozas, pese a la incompatibilidad que presentaba por su función como magistrado. En la sala, la nieta del hacendado, Estela, lo confirmó sin perderse en términos leguleyos. “Se quedó con los bienes de mi abuelo, nunca fueron amigos”, gritó. Poco después, la bronca salió de boca de una familiar de las víctimas de Palomitas: “Acá fusilaron a 12 personas y a nadie le importó”. A Kirchner, sí.