EL PAíS › OPINIÓN
Seguridad y Justicia
Por José Pablo Feinmann*
Aunque el escenario del evento haya sido el Auditorio del Museo Paleontológico (que es, en verdad, fascinante), el evento nada tuvo que ver con la paleontología sino con la más estricta realidad del país. Se ha organizado, en esta ciudad, en Trelew, una Jornada de Seguridad Ciudadanay Justicia. El escenario es apropiado. No hay (o no debiera haber) quien no sepa que aquí, en agosto de 1972, en la base Almirante Zar, empezó la metodología de masacres en masa, sin juicio, clandestina. Empezó la violación a los derechos humanos que tratamos, en nuestros tiempos democráticos (y conflictivos y contradictorios y con escasas satisfacciones), de llevar siempre a primer plano. De modo que en esta ciudad de la no-Justicia es saludable hablar de ella. En algún punto no muy lejano de nuestro siempre atormentado espíritu de argentinos no podemos dejar de sentir que tal vez sea aquí donde tiene una poderosa simbología hablar de la defensa de la vida.
El tema convocante es el de la seguridad. Es un tema de moda. Hasta diría (y lo dije en textos anteriores) que es el tema al que un gran sector de la ciudadanía (impulsada por los medios y por la aparición de un personaje con características evangélicas y salvacionistas) dio prioridad por sobre otros. Especialmente por sobre el tema de los derechos humanos, cuya defensa se expresó en el acto de la ESMA una semana antes de que estallara la ira por los “muertos de hoy” y no por los “del pasado”. Una reacción que expresó el inconsciente colectivo de una sociedad que siempre ha pedido que la protejan. Del peronismo de masas y autoritario en 1955 (la Marina, siempre atenta a estos reclamos, bombardea a mansalva la Plaza de Mayo), de la “lentitud” e “ineficacia” del democrático presidente Illia en 1966 (aquí la solución salvacionista fue la figura “fuerte” del sabio estadista Onganía), de la “subversión” que desquiciaba al país (en 1976, “orden” o “petición de orden” que da origen a Videla y a otra obra maestra de los marinos argentinos, menos cerca de Nelson que de los temibles submarinos del Tercer Reich: la ESMA) y así sucesivamente (petición a Carlos Menem para que nos salvara de la hiperinflación) hasta llegar a esta petición de hoy: seguridad ante la delincuencia. Orden. Mano dura o lo que sea, lo que haga falta pero, ante todo, orden. Y así estamos: ante una confluencia entre sectores civiles y sectores mediáticos que han elegido el tema de la “seguridad” para posibilitar el retorno del autoritarismo, la reducción de las garantías individuales, la impunidad para el siempre expansivo espacio de la represión. El tema es: cómo tratar el tema de la seguridad para sacárselo a la derecha autoritaria, en qué términos plantear la represión al delito para no desgajarlo de la temática esencial de los derechos humanos, la libertad ciudadana y la defensa de la vida. Porque en esto –como en todo– se enfrentan las dos pulsiones esenciales del hombre: la pulsión de vida y la de muerte.
La primera exposición estuvo a cargo de Ricardo Gil Lavedra. En este encuentro organizado por la asociación civil Participar Patagonia, Gil Lavedra desarrolló sus temas con claridad, con rigor y –lo más importante– desde el lado de la ley y el respeto por la vida. Porque la vida (como valor esencial) es siempre la que se encuentra en peligro cuando los pueblos caen en estos estados de petición histérica colectiva de orden y seguridad. A los que en 1930, en Alemania, desfilaban por las calles, en plena República de Weimar, pidiendo “orden y seguridad” se les preguntó, después de la guerra, si lo pedían a Adolfo Hitler. Jamás, negaron. No queríamos a Hitler. Sólo queríamos orden y seguridad. ¿Contra qué? Contra la “ola roja”. Y también (¡ah, esa tierna clase media alemana que tanto hizo por entronizar al nazismo y, con él, a Dachau y Auschwitz y Buchenwald!) “contra los financistas judíos que se estaban apoderando de Alemania”. Seguramente consciente de estas leyes de la historia, Gil Lavedra relacionó la seguridad con la Justicia, con las instituciones del Estado y con el imperio de la ley para todos. Porque la delincuencia esfruto de la pobreza y el desempleo. En América latina el 45 por ciento de la población se encuentra bajo el nivel de los índices de pobreza. La primera obligación del Estado es “prevenir” el delito. Para ello la educación es clave. Y tenemos más de dos millones de jóvenes sin trabajo y sin estudio. “Las policías represivas no sirven. Sólo actúan cuando el delito ya ocurrió.” Porque el verdadero delito es el que genera las causas del delito. El aumento de las penas ha demostrado su ineficacia. La reducción de la edad de imputabilidad deja a los “jóvenes en manos de la arbitrariedad de los jueces de menores”. Además, si seguimos con estas sociedades del hambre pronto la imputabilidad se pedirá para los niños de tres, cuatro años. Hay que debatir. Crear consenso. Lograr la participación de los ciudadanos. “Recuperar el valor de la ley como pacto de convivencia.” Y el Estado debe cumplir con su razón de ser: preservar la vida.
Hay que entender esto. La preservación de la vida es la preservación de la vida de todos. El Estado (concebido por una arcaica concepción propietario-burguesa como mero custodio de los bienes privados) debe asumir su papel de custodio de los intereses de todos, de la vida de todos. Debe asegurar el espacio de la vida y del trabajo y de la dignificación social que será el terreno nutricio paras reducir las tragedias que enlutan a todos y aterrorizan peligrosamente a muchos.
Gil Lavedra se acercó a una postulación brillante en el final. Todos sabemos que el Estado no debe controlar los medios de difusión. Pero tampoco los medios de comunicación deben controlar al Estado. Es valioso marcar esto porque sabemos que la campaña salvacionista Blumberg se apoyó en una operación mediática poderosa, que la organizó, impulsó, aseguró su masividad y planea crear en su entorno el proyecto político autoritario que la derecha ideológica de este país siempre busca.
Por mis horarios extravagantes los organizadores me reservaron el cierre del evento, más allá de las 18 horas. No dije nada que no haya dicho antes. De modo que no lo voy a repetir. Importa destacar otra cosa. Este evento fue muy importante para Trelew. La gente de Participar Patagonia es joven, independiente, son, también, de clase media, porque no toda la clase media es una, una sola entidad que clama entre velas y peticiones de rigor autoritario el paso al frente de los policías bravos. No, estos jóvenes quieren pensar, debatir, defender los derechos de todos y atacar al enemigo común: el régimen económico-financiero que produce marginalidad, exclusión, pobreza extrema y, desde luego, delincuencia. Ellos organizaron, pasionalmente, este evento y convocaron a las autoridades de su provincia a formar parte del mismo. No tuvieron, en esto, éxito. Las autoridades de la provincia no aparecieron. Estaban inaugurando la temporada de ballenas. Por aquí las ballenas son muy importantes. Uno llega y sobran los personajes que lo quieren llevar a verlas. A mí (es una opinión) no me conmueven mucho las ballenas. Ninguna (salvo, claro, Moby Dick) fue importante en mi vida. Me cuentan algunos chicos de Participar Patagonia que Alfredo Casero fue sometido a la experiencia y (luego, qué duda cabe, de atravesar uno de esos fríos que algunos llaman, con esa tonalidad guaranga típica del lenguaje popular, “de cagarse”) vio finalmente a una de las ponderadas ballenas y sólo atinó a exclamar: “Pero, ¡eso es una berenjena gigante!”. Bien, los chicos de Participar Patagonia estaban muy tristes porque los funcionarios de la provincia habían elegido “lanzar” la temporada de berenjenas gigantes antes que asistir a un congreso sobre seguridad ciudadana y justicia. Uno de ellos, uno de los ejemplares organizadores del importante evento, un abogado joven, lleno de ideas y hasta de ideales, ensombrecido, comentó: “Prefieren la ecología de las ballenas a la de los hombres”. Otro, algo más descarnadamente, propuso que, en rigor, preferían la ecología del turismo. Como fuere, se los veía tristes, como olvidados por unadirigencia que –al menos ese día– les había dado la espalda a los grandes temas del país.
* Desde Trelew.