EL PAíS › KIRCHNER BUSCA ABRIR MERCADOS EN UN
PAIS DE 1300 MILLONES DE CONSUMIDORES

De Marco Polo a Néstor Carlos

En su primer día de visita oficial a China, el gobierno argentino y los empresarios atendieron las dos claves de ese país. La cumbre entre presidentes apuntó a consolidar la relación política con un Estado que aún presenta un nivel extraordinario de concentración de las decisiones políticas. El despliegue simbólico del poder militar. Un lobbista que se quedó sin autoridades para comer choripanes.

 Por Martín Granovsky

Un oficial caminaba de un lado a otro, como midiendo sus pasos. Y efectivamente los medía. Llegaba a una punta, y chequeaba que la punta de su bota derecha quedara dentro de la baldosa negra. Iba hasta la otra y lo mismo. Y así cuatro veces. Después recién avanzaron las tropas. Su paso era rápido, como de marcha. Soldados altos y flacos. Granaderos chinos. Primero el Ejército. Después la Marina. Al final la Fuerza Aérea, de uniforme celeste claro. El último soldado quedó justo en la baldosa. El oficial pasó al costado y examinó las filas hasta el fondo. Sonrió con satisfacción profesional. Media vuelta, firmes, descanso, presenten armas, bayoneta calada, jefes desenvainando el sable. Un oficial de mayor rango caminó hasta una tarima vacía, gritó, volvió sobre sus pasos, gritó otra orden más y marcó el camino con la punta de su sable. Entonces los pasos volvieron a sonar como cascos en la acústica perfecta del salón de recepciones del Palacio del Pueblo, gracias a los paneles en el techo.

La estructura militar es una de las marcas de continuidad del Estado chino. El ex presidente Jiang Zemin es jefe de la Comisión de Control Militar, una especie de jefatura política conjunta de las Fuerzas Armadas de jerarquía superior al Ministerio de Defensa. China desarrolla su programa militar de largo plazo para convertirse en una potencia militar acorde a su despliegue económico mientras atiende su principal problema: Corea del Norte, el vecino que se resiste a un cambio de su programa nuclear y, a los ojos de los chinos, es una fuente de desestabilización potencial de la región. Con un añadido: cientos de miles de norcoreanos pasan la frontera y agravan la situación de desempleo creada por la crisis de las empresas estatales y el avance de la desigualdad, por la que los habitantes de las ciudades ganan el triple que un campesino.

El Ejército ejerce el papel de protector del poder del Partido Comunista chino y los entrelazamientos son complejos. Hu Jintao, el presidente, es vicepresidente de la Comisión Central Militar del Estado y la Comisión Central Militar del PC. La tradición es que las reuniones de la Comisión ni siquiera se informan, que en la simbología china es otra muestra de dónde reside el poder real. El factor militar es clave en términos internos para el control de áreas de disidencia como el Tibet y también del eventual regreso de protestas de trabajadores como las que ocurrieron en marzo del 2002, cuando en el nordeste los empleados del Estado llenaron las calles para quejarse por la falta de pago de beneficios sociales y el enriquecimiento desigual de cuadros del PC. Fueron las primeras protestas de trabajadores porque en Tienanmen, en 1989, primaron los estudiantes y sus reivindicaciones de ampliación de garantías individuales.

Cuando las tropas volvieron, quedó claro que se había tratado de un ensayo. Sólo que esta vez en la tarima estaban parados el presidente Néstor Kirchner y su colega chino Hu Jintao. Detrás de ellos, la comitiva argentina de un lado y la china del otro. En el medio de los dos grupos, Cristina Kirchner y la señora de Hu y su medio metro de diferencia en la altura de ambas. La banda del Ejército tocó los himnos. El argentino, notablemente bien. Captó el ritmo sin la equivocación de quienes tocan en los Mundiales. El chino tiene ritmo de marcha militar. Es posterior a 1949, el año de la revolución encabezada por Mao. Kir-chner, saco abierto y mocasines, guiado por Hu, pasaron revista dentro de ese recinto gigantesco: igual que la Iglesia en la Edad Media, el socialismo de Estado de China, como el de la Unión Soviética, querían impresionar internamente por su poder y marcar externamente una paridad en la simbología de las potencias.

Cincuenta personas se sentaron a una larga mesa de caoba con tés, aguas y gaseosas. Detrás, un gran fresco grisáceo con un paisaje de montaña. Al costado, un paisaje con cisnes dorados. Arañas que no denotaban ahorro de energía. De un lado se sentaron los chinos. Del otro, los argentinos. En una segunda fila, como si fuera un banco de suplentes, los diputados Jorge Argüello y José María Díaz Bancalari, el vicecanciller Jorge Taiana, el secretario de Relaciones Económicas, Martín Redrado, y el subsecretario de Transporte Aéreo, Roberto Cirielli. Parado, el embajador en China, Juan Carlos Morelli.

El resto fue sin testigos, pero la charla pudo ser reconstruida. Cada uno de los presidentes habló tres veces. Hu prometió apoyo a la Argentina en la discusión de la deuda frente a los organismos multilaterales de crédito. ¿Tiene sentido? Respuesta de un alto funcionario: “China es la cuarta economía mundial y la tercera economía exportadora”. La Argentina apoya a China en su reclamo de soberanía sobre Taiwan. China, lo mismo con las Malvinas. Los dos países optan por el multilateralismo, un modo de señalar una crítica al unilateralismo de los Estados Unidos. En un tono que podrían haber usado los soviéticos en los años ‘60 y ‘70, Hu reivindicó “la coexistencia pacífica y la convivencia de todos los Estados del mundo”. Es una forma tradicional de señalar que se puede cohabitar incluso con sistemas distintos. Es un mensaje: “No se metan con nosotros ni siquiera con denuncias de derechos humanos en Naciones Unidas”. La Argentina quedó en evaluar positivamente el reconocimiento de China como una economía de mercado. Hu calificó de “asombroso” el crecimiento de la economía argentina, con más de 10 por ciento en el primer trimestre.
Con estricto pedido de reserva de su nombre, un funcionario argentino dijo a Página/12 que Kirchner intenta cambiar la tendencia general de los negocios con China que impera desde la visita del primer presidente de la dictadura, Jorge Videla, en 1977. Viajaron Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa, pero igual fue consolidándose un tipo de relación comercial como la que podría haber tenido la Argentina con Gran Bretaña entre 1860 y 1890. Si la relación con China es sólo soja, dice el razonamiento, “la Argentina se consolidará en su situación marginal dentro de la economía mundial”. Siete firmas controlan el complejo sojero, y la relación está desojada sólo por la presencia de los tubos sin costura de Techint, que ocupan el 14 por ciento del mercado chino. “El Estado quiere hacer políticas proactivas para aprovechar la enorme ampliación del comercio internacional chino”, dijo un funcionario. La explicación es que la Argentina no pudo aprovechar la escala China. En 1990 exportaba por 500 millones de dólares, cuando el trigo vendido a China iba reemplazando el grano que se vendía a la Unión Soviética a punto de sucumbir. En el 2003, las exportaciones fueron de 1700 millones. Pero incluso con esa operación de más que triplicación, en 1990 la Argentina representaba el 0,43 por ciento del comercio exterior de China y en el 2003 el 0,54 por ciento. La señal de alerta es que la economía china está en desarrollo: el país ya es primer productor mundial de tomates, duraznos, peras y manzanas.

En su discurso de ayer a la mañana, en un seminario para 300 ejecutivos argentinos de 250 empresas y sus pares chinos, Kirchner destacó que China “es uno de los cuatro principales socios comerciales de la Argentina y el primero en la región Asia-Pacífico”. Kirchner enmarcó la búsqueda de un acercamiento dentro del Grupo de los 20, la clase media del mundo, como dentro del Mercosur. “La Argentina no sólo debe asociarse a China como abastecedor de materias primas”, dijo. “Será por ello importante el acuerdo en materia de biotecnología agrícola y bioseguridad”, adelantó dentro de la estrategia de reconocer a China su status de economía de mercado, que Beijing necesita para la Organización Mundial del Comercio, a cambio de la efectivización de acuerdos concretos que hasta ahora estaban sólo en las buenas intenciones. Este diario pudo saber que los negociadores avanzaron ayer en paralelo a la cumbre presidencial. De la delegación argentina ya formó parte el experto Mariano Ripari, hoy en Washington y con grandes chances de convertirse en el primer agregado agrícola en China.

Kirchner marcó el interés por participar en la construcción de centrales nucleares y reactores de investigación, y en la venta y transferencia de tecnología para la fabricación de Cobalto 60, “la provisión de agua pesada a las centrales de potencia chinas y la provisión a las centrales de potencia de combustible nuclear”. También mencionó como objetivos el avance en un acuerdo de servicios aéreos y la mejora del parque ferroviario.

“En rubros como combustibles, agroalimentos, manufacturas de origen agropecuario o industrial, sobre un mercado importador de 30 mil millones de dólares estadounidenses, sólo unos 800 millones corresponden a productos argentinos”, graficó Kirchner.

Por las negociaciones de China con la Organización Mundial de Comercio, el nivel medio de derechos de importación debería pasar del 17 por ciento del año 2002 al 9,8 por ciento en el 2005. En autos importados, por ejemplo, el cambio será aún más brusco. De un 80 o ciento por ciento a un 25. Paradójicamente, la Argentina podría ser perjudicada por la mayor liberalización china en el cambio de reglas internacionales que debilite las trabas para la importación por parte de la Argentina de productos textiles y cueros.

Un funcionario de la Cancillería dijo que ayer se concertaron o se concretaron ya 400 reuniones a nivel de empresarios, sobre todo en ciencia y tecnología, autopartes, industria, agroindustria y material nuclear. Pero pidió no caer en el exitismo. “Nadie deja un proveedor estable por hablar una sola vez con alguien que propone un precio más barato”, dijo, en lo que sonó como una advertencia y una autocrítica argentina. “¿Los empresarios de un país chico como la Argentina tienen alguna chance de negociar con la monstruosa escala china?”, preguntó Página/12. “Es un punto clave”, respondió el funcionario. “Hay que acostumbrarse a explorar los nichos de mercado en las provincias, y no sólo a nivel central.”

La respuesta sobre el aprovechamiento de la descentralización china responde a una realidad. Este país sigue siendo un gigante bajo control del Partido Comunista y del Ejército, pero hace mucho que no es sólo un conjunto de grandes empresas estatales basadas solamente en Beijing. Crecieron las empresas colectivas con asiento provincial e incluso municipal y las privadas. Las empresas que dependen de la administración central pekinesa llegan hoy al 16 por ciento, según informa un documento especial de la revista británica The Economist.

Kirchner y Hu firmaron un convenio marco de cooperación en salud y ciencias médicas, tanto para administración de salud como en investigación. También otro de cooperación cultural. Y un memorándum de entendimiento sobre inversiones a nivel de los ministerios de Economía para trabajar en biotecnología, bioseguridad, agroalimentación, energía, química y farmoquímica, turismo y equipamiento portuario y servicios.

Según dijeron funcionarios argentinos, hubo una promesa verbal de Hu de dar a la Argentina un tratamiento turístico preferencial. En rigor, consistiría en ubicar al país dentro del pelotón de 56 naciones que ya gozan de ese favor en China. El sueño es contar con parte de los 40 millones de chinos de alto nivel adquisitivo que, según las proyecciones, se convertirán en el mayor contingente turístico del mundo en los próximos años.

Un lobbista argentino, Norberto Feldman, quiso convertirse en el eje de la relación entre el turismo chino y las provincias patagónicas. Feldman también es el sponsor del restaurante Obelisco, de carne argentina. El último domingo, el gerente general, José Augusto Sotelo, había cursado invitaciones. “Acorde con un evento genuinamente argentino, se degustarán empanadas provincianas, chorizos y lomos al pan, cazuela de locro, rogel y pastelitos de membrillo”, más vino “Felipe Rutini Apartado 1999”. El corte de cinta lo realizaría el Presidente a las 18.30 en punto. Pero no fue así. A esa hora, Kirchner y su comitiva de gobernadores y legisladores estaban escalando la Gran Muralla. De todos modos, el Presidente no se desligó de Feldman sólo por una cuestión de agenda. La Cancillería había reunido información absolutamente pública que incluía al menos dos datos. Uno, que Feldman, argentino, tiene carácter oficial de embajador de Panamá para los intereses comerciales chinos. Los expertos de la diplomacia argentina no lograron determinar cuál es el vínculo comercial entre China y Panamá. El otro dato, publicado por este diario, es que Feldman agasajó en su quinta, donde tiene un trencito, a Carlos Becerra y a 300 empleados de inteligencia cuando éste asumió en la Secretaría de Inteligencia del Estado en la segunda etapa del gobierno de la Alianza. Becerra es un socio político de Enrique Nosiglia.

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