EL PAíS › UN DIA DE CLASES CON LA LIDER DEL ARI EN SU ESCUELA POLITICA

Lilita te la explica

Foucault, Weber, los modos de liderazgo, la concepción del poder: la Escuela Hannah Arendt que dirige Elisa Carrió ya está en acción, ella da clases en aulas repletas y planea franquicias en el interior. El temario recorre las preocupaciones políticas y éticas de la referente.

 Por José Natanson

No abandonó sus diagnósticos tajantes, sus famosas metáforas del “parto doloroso” ni sus pronósticos apocalípticos. Sin embargo, a Elisa Carrió se la ve más contenta y distendida que cuando era diputada, cómoda en su recuperado rol de docente. Página/12 presenció una clase en el aula magna del Instituto Hannah Arendt, donde la líder del ARI, vestida con un sorprendente pulóver naranja furioso, mezcló conceptos de Weber y Foucault con abundantes críticas al Gobierno.
Por los pasillos
El instituto funciona en una casona de Congreso, alquilada gracias al aporte de los diputados del ARI y de un crédito pedido por Carrió. Cuenta con cuatro aulas, una de ellas con capacidad para 400 personas, y algunas oficinas. En el primer piso hay un bar y una librería especializada en temas de mujeres.
Por los pasillos caminan los alumnos de esta particular academia de formación política. “¿Vendrá Lilita?”, se pregunta la señora, psicóloga, que ha cedido una tarde en Palermo Viejo para escuchar, el sábado, la clase de la líder del ARI.
Como ella, en general son mujeres las que se acercan a escuchar a Carrió, algo que no debería asombrar si se tiene en cuenta el altísimo porcentaje de mujeres que la votaron en las presidenciales (dos de cada tres) y la importancia de las cuestiones de género en la trayectoria pública de la chaqueña. Pero, además de mujeres de clase media, se han anotado muchos jóvenes universitarios, que llegan con sus cuadernos y observan concentrados, tomando apuntes, la clase de Carrió.
El despacho de la líder del ARI, moderno y alfombrado, tiene un pequeño living con un sillón. “Dicen que estoy primera en Capital”, comenta la chaqueña. De todos modos, dice que no está ansiosa por encarar una nueva campaña. Y no parece muy preocupada por las encuestas para las elecciones del 2005, en las que enfrentará a Mauricio Macri y al candidato de Néstor Kirchner.
En clase
Pulóver naranja, jean y botas marrones, la líder del ARI ingresa al aula magna y produce un pequeño murmullo. Algunos alumnos reprimen el tic de colegio secundario de ponerse de pie. “¿Qué vieron la última vez? ¿Ya hablamos de Foucault?”, pregunta Lilita. Borra el pizarrón, que aún conserva garabatos del curso anterior, y comienza la clase.
“En la escuela, en la familia, en la universidad, nos educaron con determinados conceptos como verdades indiscutibles, conceptos que están dados, que no cuestionamos. Entre ellos está el del poder. Generalmente se lo plantea en la ciencia política con un enfoque estadocéntrico clásico, como algo inalcanzable, que está ahí arriba. Foucault rompe con eso y rediscute la concepción de poder.”
Así comienza la disertación de Carrió, parte del núcleo central de los cursos del instituto, estructurado sobre un tronco de materias –titulado “Poder, verdad y la cuestión del otro”– más una serie de seminarios. Aunque se trata de una materia esencialmente teórica, la líder del ARI no se priva de introducir, de vez en cuando, referencias concretas al Gobierno.
“El Estado implica el monopolio de la coerción. Cuando un gobierno dice, como dijo Kirchner, que no iba a reprimir con la policía de gatillo fácil está renunciando al poder del Estado”, asegura la líder del ARI. Y, con el episodio del ataque a la Legislatura aún fresco, aclara: “No se trata de reprimir o no reprimir. Ese es un falso dilema. Se puede usar la policía para prevenir, para disuadir. Lo que no se puede decir es que no se va a hacer nada, porque se diluye la noción de poder”, agrega.
Carisma
Ex titular de cátedra, profesora de derecho en la UBA, Carrió habla con soltura. Se nota que le gusta dar clases y soporta con paciencia las preguntas, que muchas veces más que preguntas son pequeños discursos de señoras –esas que suelen ir a las presentaciones de libros– deseosas de hacerse escuchar por la jefa del ARI.
En la clase del sábado, Carrió explicó también el clásico criterio clasificatorio de Weber, el padre de la sociología moderna que distinguió tres tipos puros de dominación. El tradicional, prevaleciente en las sociedades más primitivas. El racional-legal, típico de las democracias modernas de masas. Y el carismático. “Suele aparecer en situaciones de crisis y lo que hay que entender –explicó Carrió– es que el carisma no es algo que emana de una persona. Por supuesto que el líder carismático tiene que tener ciertas características, pero lo central es que se produce una transpolación, la sociedad le otorga algunas cualidades extraordinarias.”
–Un ejemplo puede ser Menem. Todos creían que era rubio y de ojos azules –dice una señora de pelo canoso, tímidamente.
–Es un buen ejemplo. Fue una fascinación increíble lo que sintió la sociedad argentina por Menem –acota Carrió.
–¿Y vos, Lilita, qué tipo de liderazgo tenés? También puede ser carismático –se anima un señor de segunda fila.
–Pueder ser. Algo –responde Carrió.
Los planes
A los seminarios y cursos se sumarán algunas iniciativas que se irán desarrollando en los próximos meses. En agosto, por ejemplo, se iniciará un curso de formación ciudadana para adolescentes, con clases, actividades y hasta un campamento, y un taller de investigación para niños y jóvenes. En cuanto al vínculo con el interior, el instituto busca expandirse. Ya se abrió una sede en Rosario, dirigida por Cristina Wheeler, y la idea es profundizar el contacto con otras provincias. Como es complicado distribuir sucursales, la idea es avanzar en cursos a distancia.
El plantel docente mezcla militantes del ARI como Carlos Raimundi y Rubén Lo Vuolo, con académicos como Ema Cibotti, Hebe Clementi, Alcira Argumedo y Dora Barrancos. La idea original era abrir un curso central, pero la demanda obligó a Carrió a multiplicar la oferta, y ahora hay siete cursos paralelos a los que asisten, en total, 1200 alumnos que pagan 25 pesos cada uno. Una vez por mes, el instituto ofrece un desayuno –cuesta 15 pesos– al que asiste Carrió o alguna figura importante. “Fijamos un arancel bajo, que sea accesible para todo el mundo, y además tenemos un sistema de becas. Hubo que invertir una suma importante en el alquiler y el equipamiento. El objetivo es que sea autosustentable antes de fin de año”, explica la coordinadora académica del instituto, Diana Maffia.

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Carrió en el aula magna de su instituto, que funciona en una casona de Congreso que alquiló y remodeló.
 
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