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Interrogantes sobre un posible efecto imitación

Para los especialistas, las réplicas de un suceso como el de Carmen de Patagones son posibles, aunque no es seguro que éste haya sido el caso. La clave está en el acceso de los niños a las armas de fuego y la responsabilidad de los adultos.

Puede haber, por imitación, réplicas menores de Carmen de Patagones, como las hubo en Estados Unidos luego del episodio de Columbine, aunque no es seguro que ése sea el caso de Cach. Tres psicoanalistas y un sociólogo consultados por Página/12 no destacan como un riesgo grave esa “imitación”, aunque admiten que es posible. Lo seguro es que la sociedad tiene miedo de que algo así se produzca, y en este sentido el caso de Patagones toma en sí mismo una dimensión traumática. En todo caso, según destacó Alberto Quevedo, titular de Flacso, “la gran pregunta se refiere al acceso que están teniendo los chicos a armas de fuego, y esta pregunta señala una responsabilidad de los adultos: los padres, las autoridades, la sociedad”.
El psicoanalista Germán García –titular de la Fundación Descartes– empezó por destacar “cómo muchos de quienes han opinado sobre el caso de Carmen de Patagones, de algún modo se han ofrecido a sí mismos: así, si quien habla es un psicólogo, el suceso demuestra la necesidad de que haya psicólogos en las escuelas; si se trata de un psicopedagogo, bueno, hay que efectuar cambios en la pedagogía que imparten esos establecimientos; desde una ideología difusamente progresista, lo que pasó fue, no cabe duda, un efecto de la globalización. El problema es que entre un acto individual y la elucidación de un fenómeno colectivo hay una brecha que no se llena fácilmente”. Llenarlo con demasiada facilidad, observa Germán García.
Entonces, ¿dónde podría encontrarse, en estos episodios, lo colectivo? “Si es cierto que el chico de Carmen de Patagones tiró primero dos tiros a las paredes, ¿qué reacción vio en los otros que lo hizo seguir y tirar a matar?”, pregunta García, señalando así la diferencia entre Patagones y Cachi, y continúa: “Eso que el chico pudo haber percibido, ni él mismo lo sabe, y por lo tanto no lo sabe nadie. Sostener que el problema estuvo en la escuela, en el chico, en la familia, no son más que intentos de zurcir un tejido que se rompió”.
En cuanto a la posibilidad de imitación o contagio, “sería mejor llamarla ‘efecto dominó’ y, sí, no hay por qué descartarla; hace unos años, en Gobernador Gálvez, Santa Fe, se suicidaron varios jóvenes con poco intervalo. El hecho mismo de la información puede promover lo que los norteamericanos llaman ‘crímenes publicitarios’, con los que el sujeto trata de salir de la angustia del anonimato. Pero esto también depende de cómo los medios traten la información”, advirtió García.
Según observó el sociólogo Luis Alberto Quevedo –titular de Flacso–, “está demostrado que las ecuaciones de imitación no funcionan: cada persona, cada chico se atiene a cómo funcionan principios ordenadores que están en relación con su familia y su propio medio social, sin perjuicio de examinar la responsabilidad de los medios en la espectacularización de este tipo de noticias”. En cualquier caso, “estos sucesos conmueven en tanto sus protagonistas son tan jóvenes y adquieren cierta frecuencia en el ámbito de la escuela”.
Por una parte, aclaró Quevedo, los casos de Patagones y de Cachi “no son exactamente de violencia escolar sino de violencia que sucede en la escuela”. Y, sobre todo, “no me parece que deban leerse como una especie de epidemia: hay millones de chicos que van a la escuela todos los días sin que se presenten situaciones parecidas. Siempre hubo en las escuelas conflictos, incluso trompadas, que la institución escolar fue y creo que sigue siendo capaz de procesar”. Pero hay una diferencia, advirtió el titular de Flacso, y es que esta violencia incluye armas.
“La gran pregunta se refiere al acceso que están teniendo los chicos a armas de fuego. Y esta pregunta señala una responsabilidad de los adultos: los padres, las autoridades, la sociedad”, destacó Quevedo.
El psicoanalista Sergio Rodríguez, director de la revista Psyché Navegante, admitió que “sí, puede haber imitación. En Estados Unidos, el caso de Columbine estuvo precedido y sucedido por otros, que no alcanzaron su dimensión ni su trascendencia. Al fin y al cabo en la imitación está la estructura básica de lo que Freud describió como ‘identificación histérica’, la más habitual en los fenómenos de masa: el ejemplo que él daba era el de un internado de señoritas donde una de las chicas, al recibir una carta con la que su novio la abandona, sufre un ataque de histeria, y las demás ‘la imitan’; se identifican con ella porque comparten un mismo deseo insatisfecho”.
El psicoanalista y dramaturgo Eduardo Pavlovsky estimó que “puede haber algún fenómeno que llamaría de contagio, en el sentido que Gilles Deleuze le da a este término; eso que pasó en el Mayo Francés o acá en la Argentina en el 2001, cuando la gente salía a la calle y eso hacía que otros salieran; es que el cuerpo, en movimiento, contagia. Y en la Argentina hay un clima de violencia imperante que podría facilitar esto. Sin embargo –puntualizó Pavlovsky–, no veo motivos para que esto se extienda mucho”.
“Lo cierto –agregó Pavlovsky– es que el caso de Carmen de Patagones está suscitando temor, actuando quizás a la manera de situación traumática en sí mismo. Y podría ser oportuno en los colegios, por ejemplo mediante grupos operativos, avanzar en diagnósticos personales y sociales para muchos chicos hoy desatendidos.”

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“Puede haber algún fenómeno que llamaría de contagio”, afirma el psicoanalista Tato Pavlovsky.
 
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