EL PAíS › EL PROTAGONISTA FUE UN CHICO DE 11 AÑOS, EN UNA ESCUELA DE SALTA
Otra vez disparos dentro de un aula
El hecho ocurrió en Cachi, en los Valles Calchaquíes, pero conmovió a todo el país, sacudido todavía por la tragedia de Carmen de Patagones. El niño llevó a la escuela la pistola de un familiar, que es policía, y disparó dentro del aula. No hubo heridos.
Por Mariana Carbajal
Dos disparos quebraron ayer la tranquilidad bucólica de Cachi, el más bello de los pueblos de los Valles Calchaquíes salteños. Como hizo días atrás Junior en Carmen de Patagones, un alumno de sexto grado, de apenas 11 años, sacó de su mochila escolar una pistola 9 milímetros y gatilló dentro de un aula. Pero no apuntó a sus compañeros: tiró al techo y a una silla vacía. No hubo heridos. “Pudo ser una tragedia, pero todo resultó bien. Dios estuvo allí en ese momento”, atinó a decir la directora de la escuela, Raquel Patrana de Aramayo, conmocionada por el hecho como el resto de la comunidad local. El arma pertenecía a un familiar del chico, un suboficial de la policía provincial, que se encontraba de vacaciones en la ciudad de Salta. “Es un buen alumno, un chico totalmente normal. Lo único que puedo pensar es que hubo un efecto de imitación de lo sucedido en Carmen de Patagones. No le encuentro otra explicación”, evaluó anoche ante Página/12 el ministro de Educación de Salta, Juan José Fernández.
Ayer, el uniformado fue suspendido provisoriamente en sus funciones y se le inició un sumario administrativo para deslindar su responsabilidad en el episodio. “Reglamentariamente debería tener el arma a su cuidado”, recordó a este diario el director general de Seguridad de la provincia, comisario mayor Amado Gaspar. El chico, cuyas iniciales son G.R., fue inmediatamente trasladado al hospital local. Allí pasó todo el día y la noche custodiado por un policía y en compañía de su madre, que es docente de la misma EGB Victorino de la Plaza donde sucedió el episodio. G.R. quedó a disposición de la jueza de Menores de Salta Silvia Bustos Ralle, quien habría ordenado que hoy sea trasladado a la Comisaría del Menor de la capital provincial.
“Nunca había sucedido algo así en Cachi”, señaló con estupor la jefa comunal, María Flores de Guitian. En Cachi, la gente deja la puerta de sus casas y de los autos abiertas. Es una localidad turística, paradisíaca, de alrededor de 3 mil habitantes, donde también hay minifundistas dedicados a la plantación de pimentón, verduras y frutales y pequeñas bodegas. Algunos pobladores crían cabras y ovejas. Se encuentra a 2280 metros sobre el nivel del mar, a 157 kilómetros al oeste de la ciudad de Salta, “Todos se conocen”, describió el médico cirujano Vicente García, director del hospital Harne Hoygaard, ubicado justo enfrente de la escuela, la única primaria del lugar, a la que concurren poco más de 700 alumnos en dos turnos.
G.R. va a la mañana. Como todos los días, ayer entró al aula de sexto grado con sus compañeros y la maestra poco después de las 8. De pronto, casi a las 8.15, sacó el arma de la mochila e hizo los dos disparos. “Uno dio en el techo y el otro en el asiento de una silla e hizo impacto después en el soporte de la mesita”, relató la directora. La maestra le pidió que saliera de la clase y afuera se encontró con su mamá. Según describió Aramayo, los dos abrazados, arrodillados, lloraron desconsoladamente. El chico ya había dejado la pistola en el piso. Y Aramayo se ocupó de levantarla y llevarla a la dirección. “El arma estaba cargada con más proyectiles”, acotó. Le quedaban siete, precisó. Al parecer, no tenía demasiada pericia para manejarla. “Creo que quiso llamar la atención”, evaluó el director del hospital.
G.R. tiene tres hermanos. Los cuatro viven con su mamá en el barrio Luján, a dos kilómetros del centro del pueblo. Su papá es comerciante y suele pasar varios días de la semana en la capital salteña.
La noticia corrió a gran velocidad. Enseguida llegó la policía, la intendenta y el director del hospital. El chico “estaba nervioso, con llanto, cuando me vio se levantó, me abrazó, se partía en llanto”, contó a Página/12 García, que lo conocía a G.R. de haberlo atendido y también a la mamá porque fue maestra de uno de sus hijos. El médico pidió una ambulancia y llevó al chico al hospital, donde quedó acompañado por su madre. “Clínicamente no tiene absolutamente nada, está más tranquilo”, comentó por la tarde. El Ministerio de Salud de la provincia envió a Cachi tres psicólogos para atender al chico y a su familia. También llegó al pueblo la viceministra de Educación provincial, Graciela Moedas, con un equipo de psicopedagogos y asistentes sociales para trabajar en la contención de los docentes, los padres y los alumnos de la escuela. En la tarde de ayer hicieron la primera reunión con la comunidad educativa. El martes está previsto que continúen las clases normalmente.
“Es un excelente alumno desde lo pedagógico, muy incluido dentro del grupo. No es un niño que llamara la atención, no tenía antecedente de mala conducta ni de violencia según nos dicen los maestros”, comentó sobre G.R. Lilia Ovejero, coordinadora de los equipos interdisciplinarios del Ministerio de Educación. En la EGB Victorino de la Plaza no hay gabinete psicopedagógico. Ovejero anunció que a partir de este caso incorporarán uno.
¿Cómo llegó el arma a manos de G.R.? Se sabe que pertenece a un pariente de apellido Díaz, que es cabo de la policía salteña en el destacamento de Payogasta, a unos diez kilómetros de Cachi. Según explicó a Página/12 el director general de Seguridad de la provincia, Díaz vive en una habitación de la casa de una tía del chico, hermana de la mamá. Pero su familia vive en la ciudad de Salta. “Estaba de licencia hasta el 26 de octubre, en la ciudad de Salta. Dejó el arma en la habitación cerrada con llave, en un ropero. Pero la dueña de casa abrió el cuarto para limpiarlo y habría quedado sin llave. Y el chico entró y agarró la pistola, que no tenía el cargador colocado”, dijo el comisario mayor Gaspar.
En diálogo con Página/12, Ovejero destacó “lo bien que la escuela manejó la crisis con el apoyo de toda la comunidad”. Apenas sucedido el episodio, el director del hospital, junto con el cura del pueblo y la directora, charlaron con los compañeros de G.R. y hasta rezaron una oración. Los otros cursos pasearon por la plaza cercana. Después, las clases siguieron con normalidad.
Como en la mayoría de las escuelas del país, en las aulas de la Victorino de la Plaza se reflexionó sobre la tragedia de Patagones. “Uno no sabe cómo se debe tratar el tema. Tal vez se le dio demasiada trascendencia, pero tampoco se lo puede ocultar”, comentó, con preocupación y desorientación, Evangelina Romero, docente y mamá de dos alumnos de la EGB de Cachi.