EL PAíS › EL FRENTE AMPLIO NO NECESITA BALLOTAGE Y TENDRA MAYORIA PARLAMENTARIA
Sin vueltas
A medianoche, con sólo el 9 por ciento de los votos escrutados, las proyecciones daban una mayoría cómoda a la coalición de izquierda, que ganó en primera vuelta y llega al gobierno nacional a 33 años de la primera formación del Frente Amplio. Los colorados y los blancos reconocieron anoche mismo la derrota.
Por Martín Granovsky
Página/12
en Uruguay
Desde Montevideo
Fueron 33 años esperando esas 12 palabras. A las 10 de la noche Tabaré Vázquez salió al balcón del Hotel Presidente y las dijo: “Festejen, uruguayos, festejen, que la victoria es de ustedes. Gracias, muchas gracias”. La coalición de la izquierda y el centroizquierda del Uruguay estaba ganando la Presidencia en la primera vuelta en un triunfo histórico y aplastante que coronó una construcción iniciada en 1971. La plaza Independencia explotó en un festejo que a la medianoche seguía, interminable, en el centro y en los barrios, con sonido de tamboriles y ritmo de candombe.
“Y ya lo ve, y ya lo ve, es presidente Tabaré”, cantaba la gente envuelta en las banderas azules, blancas y rojas de la coalición Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría.
También gritaba “Uruguay”, con las sílabas bien marcadas, como en la cancha. Y “Soy del Frente/ soy del Frente/ del Frente yo soy”.
Por supuesto, figuró otra consigna: “El pueblo/ unido/ jamás será vencido”.
En algunos parlantes de la avenida 18 de Julio, combinación de Corrientes y Avenida de Mayo, se escuchaba, como en una letanía, a Mercedes Sosa cantando “cambia, todo cambia”. También había parlantes con canciones de Los Olimareños y otros con la voz de Alfredo Zitarrosa. Las letras, las consignas y las músicas eran iguales o parecidas a las que se escuchan en actos o recitales de la Argentina. La diferencia es que, en Uruguay, no forman parte del folklore político o de una simple tradición cultural. Se convirtieron en poder local primero en Montevideo en 1990 y ganaron el gobierno nacional, que encabezarán desde el 1° de marzo por el triunfo aplastante de ayer.
El comando electoral de Tabaré recibió los primeros números a las cuatro de la tarde, cuando faltaban tres horas y media de votación. Una encuesta telefónica de mil casos realizada por la empresa Mori le daba un 51,3 por ciento de votos con un 6 por ciento que no había contestado el sondeo. Si, como es habitual, se tomase en cuenta que ese último porcentaje votara en la misma proporción que el resto, debería agregarse alrededor de un 3 por ciento al 51,3. Daba un 54,6. Con un margen de error del 2,6, en el peor de los casos el Frente estaba obteniendo el 52 por ciento de los votos, cuando sólo necesitaba el 50 por ciento más un voto para ser gobierno sin necesidad de segunda vuelta. Después la consultora agregó otros 500 casos, y la cifra subió un 1 por ciento más. Y con las primeras informaciones de los fiscales propios no les quedó ninguna duda no sólo a los dirigentes de la coalición sino a los otros dos candidatos, el colorado Guillermo Stirling y al blanco Jorge Larrañaga: el Frente no sacaría menos del 51 o el 52 por ciento.
Poco antes de las once de la noche Vázquez volvió al balcón. Recordó al general Líber Seregni y de nuevo pidió, cada vez más sonriente debajo de su pelo cano peinado al jopo, enfundado en un saco azul con pantalón gris y corbata también azul, que los uruguayos “festejen, festejen”. Ya sonaba a complicidad con los miles que estaban ahí abajo y habían empezado a hacerlo el sábado a la mañana, recorriendo Uruguay a fuerza de bocinazos.
El senador Danilo Astori, ya designado ministro de Economía, anunció irónicamente que la historia seguirá hoy al mediodía. “Habrá un breve descanso matinal que se va a imponer por la vía de los hechos”, dijo. A esa altura los uruguayos ya disfrutaban del fin de la doble veda, la que impedía beber alcohol y la que no los dejaba estallar porque todavía podían tener alguna lejana sospecha de que la segunda vuelta era posible.
En la plaza, Jorge, de 22 años, contó a Página/12 que vende tarjetas de teléfono y que votó por primera vez. Puso una boleta del Frente porque,dijo, “estamos podridos de estar así”. A saber: “Somos tres gatos locos y estamos cagados de hambre”.
A su lado, Natalia, 19, estudiante de Arquitectura, zapatillas rojas y movimiento de candombe perpetuo, dijo que ninguno de los dos era militante del Frente Amplio. “Militantes no, votantes”, informó.
–¿Y qué hacen envueltos en banderas?
–Lo que pasa es que el Frente es un sentimiento, loco –dijo Jorge como en la cancha.
También dejó una idea de por qué la alegría era interminable:
–Si yo lo siento como hubiera esperado este triunfo más de 30 años, imaginate toda esa gente –dijo mirando a los de cuarenta y tantos, los únicos con memoria política propia para haber experimentado la espera en carne propia.
José Mujica, ex tupamaro, hoy senador, posible ministro de la Producción, tiene 70. Le preguntaron si ahora, después del triunfo, iba a descansar. Vale la pena reproducir su respuesta entera, porque pinta bien a este político práctico con frases camperas y una obsesión a lo Lula por decir las cosas con mucha sencillez: “No, no, yo no descanso. Yo duermo de parado. Me comí un montón de años de cana y a las dos horas, cuando salí, ya estaba militando. Como ahora. No sé lo que se viene. Se viene un ventarrón. Yo sé que es mucho más fácil soñar que poder construir, y seguramente que en nuestro horizonte hay futuras frustraciones. Pero no voy a traicionar a mi pueblo. Lo poco o mucho que me quede lo voy a poner. Y cuando no pueda más me moriré o me acostaré abajo de un árbol. Soy un viejo antiguo: no voy a permitir maricones que lagrimeen al lado mío. Los pobres piden poco. Pero piden. Lo primero es comida para los gurises que tienen anemia, porque después nos van a costar más”.
A la coalición las cosas se le presentan fáciles en términos de instrumentos institucionales. Según las proyecciones estadísticas, que los cómputos definitivos deberán confirmar, en el Senado el Frente tendrá 16 escaños sobre 30, y podrá sumar al vice Nin Novoa en eventual caso de empate. En la Cámara baja, sobre 99 diputados la izquierda tiene asegurados 52, contra 35 blancos y 10 colorados. Los 99 se completan con dos todavía en duda. El nuevo presidente tendrá mayoría en las dos cámaras, cosa que sucede por primera vez en 38 años. No llega a los dos tercios que le permitirían, por ejemplo, designar ya mismo a los directivos de los organismos de control, que de esta manera deberán ser consensuados con la oposición, en especial los blancos.
“Logramos una votación excepcional que el partido no registraba desde 1989”, dijo Jorge Larrañaga, que habló de la justicia social y la libertad “para compatriotas de todos los pagos”. “Al país, lo que necesite; al gobierno, lo que merezca, como dijo Wilson Ferreira Aldunate”, citó Larrañaga.
No está claro si esas palabras y la actitud de Larrañaga de visitar anoche mismo a Tabaré (ver aparte) representa el comienzo de un sistema de cooperación especial.
El obstáculo para esa tendencia, si es que en ambas fuerzas hay dirigentes imaginándola, es que las elecciones para presidente y legisladores están desdobladas de las departamentales (Uruguay es unitario y tiene intendencias, no Estados) y los blancos estarían obligados a competir para no diluirse en el interior, donde son más fuertes que en Montevideo.
El gran fiasco de las elecciones son los colorados, que gobernaron Uruguay durante casi toda su historia, en alternancia o a veces en alianza con los blancos. Es la peor situación de uno de los dos partidos en los últimos 170 años, y tal vez el final del bipartidismo o el comienzo de un bipartidismo nuevo, entre la izquierda y los blancos.
A la medianoche el languideciente Jorge Batlle, que pasará a la historia con esta derrota colorada, llamó a Vázquez para acordar una entrevistaentre sus colaboradores para el arranque de la larga transición de cuatro meses. Con sólo el 9 por ciento de los votos escrutados, la coalición de izquierda había cumplido uno de sus pronósticos: “Que se van, se van”, decían sus candidatos en la campaña. Se fueron.