ESPECTáCULOS › LA TRASTIENDA DE EL SHOW DE DALMA
Una tarde con la hija de Dios
El ciclo de Dalma Maradona en el Canal Boca TV reemplaza el mito del desborde futbolero por la imagen de una nena de mejillas rosadas. “Mi sueño es estar en ‘La Doce’”, asegura ella.
Por Julián Gorodischer
El verdadero sueño de Dalma Maradona es estar en “La Doce”, aunque Claudia se lo impida. Para convencer a su mamá, insiste: ¿Quién me va a tocar?, con la convicción de ser, en la cancha de Boca, la niña emblema. O el más ampuloso: ¡La hija de Dios! Dalma graba, esta mañana de sábado, su programa El show de Dalma (un éxito del Canal Boca TV, los sábados a las 20.30) con el aplomo que le da su reciente conversión a Santa. Así lo decidió la Iglesia Maradoniana, que celebra el nacimiento del Diego-Jesús y dedica un padrenuestro a cada miembro de la familia: están Santa Tota, Santa Claudia, Santa Gianina Dinorah y, claro, Santa Dalma Nerea que, en la última misa, tuvo que reclamar a un fiel que se pusiera de pie. “Arrodillado no, de pie, ¡por favor!, si yo no hice nada...” Ya despojada del rosario de pelotitas y botines, sin la presión de tener que hacer milagros, Dalma conduce El show de Dalma, donde entrevista a jugadores y protagoniza el sketch “Dalma DT”, afín a su educación televisiva mamada en el living de Susana. “El sketch es donde más cómoda me siento –dice–. Pero el día que me aburra, lo dejo.”
Sergio, el productor, se obsesiona con hacer de ella una chica MTV, con movimiento frenético de manos, mohínes a cámara y voz cantada. Y Dalma acepta gustosa entonar sus copetes, sus entrevistas a jugadores con la dicción enfática de un Vj, convertida en una digna heredera del estilo Palermuchi, ese aire aniñado y prolijo que se promueve en los negocios de Palermo Soho. Dalma ingresa al Museo de Boca con su brillito en los labios, remera con arco iris, cintita en el pantalón, botas rosas y cara de despiste, encantada con ese hábitat de olor a plástico y canto de hinchada remixado que se escucha como música ambiental. En el Disney de Boca, allí donde el turista se sube al simulador de canchas y ve proyecciones en pantalla gigante, Dalma anuncia: “¡Bienvenidos al show de la pasión!”, obligada a repetir guiones imposibles que le pautan frases como: “Nos honra con su presencia”. Y después se le pide que muestre al primer plano el chivo del reloj. Como pequeña rebelión, se equivoca y dice: “Sorry”. El productor sigue indicando: “Presentá a Claudia Villafañe”, pero Dalma preferiría decirle “mamá”. El punto de acuerdo será la frase: “Con nosotros, mi mamá Claudia Villafañe”.
–Igual, como periodista, hasta acá –dice Dalma, que ya entrevistó a Carlos Tevez (“¡un placer!”) y a Víctor Hugo Morales–. Las notas me resultan muy difíciles: me da vergüenza, y pienso que tal vez la otra persona no tenga ganas de contestar. Pienso mucho en el otro y me muero si le pregunto algo que lo haga sentir incómodo.
–Se te recuerda por una escena de parto en el unitario Hospital público...
–Dicen que la hija de Maradona se quiere meter en la tele como sea, y yo ¡hace años que estoy estudiando teatro! En ese parto, le dije: “Bueh, ma, andate”. Y grabé con una panza de embarazada. No tenía nada que ver conmigo: mi mamá sabe todo lo que me pasa. Mi viejo no quería saber nada, pero cuando lo vio no paraba de llorar; para él soy la más perfecta del mundo.
Aunque Dalma comience cada programa con una bienvenida al “show de la pasión”, su ingreso al canal parece ser la última puntada para hacer de la cancha un paraíso light. Ella calza perfecto en la obsesión macrista por la seguridad, el control de hinchadas y el espíritu familiar que sobrevuela, intercambiando chistes en notas de exteriores con el hincha y el jugador, y anunciando su próxima visita a “La Doce”. “Total, no me va a pasar nada”, con la seguridad de ser la niña mascota, esa que festejó en pleno campo de juego su cumple de quince y se emocionó con el video que le dedicaron los jugadores. “Tevez es un amor; y el Melli es un encanto”, siempre con el elogio en la punta de la lengua, tan piropeadora como lo es Susana con su papá. En el Museo de Boca, allí donde una señora alemana se pregunta si “de verdad es tan seguro y tranquilo este barrio”, el mito del “desborde bostero” es reemplazado por la imagen de una nena (“no tan nena; tengo 17”, dice) de mejillas rosadas. “Y ahora, con ustedes, Piñón Fijo, que nos honra con su presencia...”, sigue Dalma, que presenta sus notas de exteriores para toda la familia.
–Boca es todo –dice–, no se compara con ningún otro equipo. Yo festejé mis quince en la cancha, aunque no fue tan pomposo como pensaban; yo me cambié en el vestuario. Mi viejo habló con Macri, le pidió ese favor. Lástima no haber invitado a los jugadores.
El productor pide “que la cámara no baile, nada de ese pelotudeo; hay que pasar del plano medio al americano pero sin moverla”. Y Dalma repite otra vez el copete de su sketch “Dalma DT”, donde asume el manejo de un equipo con propuestas alocadas del tipo “ponerse brillitos en la cancha” o vestirse a la moda para ganar un partido. Los chistes son malísimos. “El Pájaro no está rindiendo bien”, dice la DT. “Esperalo que levanta”, pide un jugador de peluca de paja. Otro remata: “¡El Pájaro se voló!”. Dalma, a pesar de todo, lo lleva con gracia y parece no importarle que el turista se detenga para observar, nunca temerosa del “qué dirán después”. Le molesta un poquito esa ligera presión por dejarla asociada al fútbol, desde su debut en la serie Cebollitas hasta este programa grabado en plena cancha de Boca, pero más le dolería quedar ligada a otras hijas de famosos, a quienes define como “esas voladas”. Esas chicas son destinatarias de todos sus reparos:
–¡Bajá a tierra! –les pide– Y no vivas en la burbuja. ¡Cómo no vas a saludar a la gente! Obvio que soy normal. Los pies sobre la tierra te los ponen tus papás. Eso sí, Sofi (por Sofía Gala) es re divina...