EL PAíS › COMO SE ORGANIZAN LOS FAMILIARES DE MUERTOS Y HERIDOS EN CROMAÑON. LOS DIFERENTES GRUPOS. LAS DISTINTAS POSICIONES
El mosaico de las víctimas
Son tres grandes grupos, entrecruzados por diferencias geográficas y también sociales. Y de posicionamientos ideológicos. Hay muchos que no se alinearon: algunos analizan con quién hacerlo, otros no quieren sumarse. Todos piden Justicia, pero tienen matices en el reclamo.
Con silencios inquietantes o dando la espalda como respuesta a exposiciones políticas con las que disintieron, los padres de las víctimas de República Cromañón fueron protagonistas en las sesiones de la Legislatura porteña. No sólo por sus reacciones sincronizadas sino por los momentos en que no pudieron contener el dolor que volcaron en forma de bronca. O con cantitos como “que se vayan todos”, irrumpiendo en el preciado silencio de las marchas. Son muchos. A un mes de la masacre comenzaron a conocerse y a organizarse. Aunque todavía no llegaron a verse todas las caras, entre ellos circulan las mismas ideas: “No quedar en casa llorando”, “tenemos que estar todos unidos”, “nosotros tenemos la oportunidad de acabar con la corrupción en este país”. Y, todavía perplejos, cuentan que “nunca pensamos que tendríamos que cumplir este rol”. Tres son los grupos de padres más visibles. Y están los independientes. Aquí, una reseña sobre la misión que se plantearon.
El grupo más convocante es Que no se repita, cuya cara conocida es la del abogado José Iglesias. Todos los miércoles se reúnen en la Asociación Cristiana 70 familiares de la ciudad y el conurbano. La segunda, Familias por la Vida, aglutina a 40 personas cercanas a las víctimas. La tercera es la Comisión de Familiares de Cromañón (Cofacrom) de La Matanza, partido que sufrió el mayor número de fallecidos, integrada por 30 personas. Semana tras semana, a estos grupos se suma más gente. En algunos casos, en cada encuentro, llegaron a sumar diez nuevos adherentes. Todos destacan que “estamos unidos, nuestra lucha es la misma”. Y señalan que en la formación de los distintos grupos estuvieron en juego cuestiones de proximidad geográfica o la pertenencia desde un primer momento a cierta organización. Así, entre Que no se repita y Familias por la Vida, el intercambio es constante, a tal punto que muchos de sus miembros no les ven diferencia.
En la Cofacrom militan los familiares más aguerridos. En ella están Mariana Márquez, mamá de Liz, esa mujer que le gritó a Ibarra en la cara en plena interpelación. En este grupo también están los familiares que durante la última marcha no resistieron el silencio y se largaron a cantar. El argumento era simple: “¿Por qué no?”, preguntaba José Guzmán, uno de los padres de La Matanza, donde son 39 las víctimas fatales.
La Cofacrom nació con el asesoramiento en el dolor de otros padres que ya habían perdido a sus hijos víctimas del gatillo fácil. “Todas las muertes son parte de una misma corrupción e impunidad. La misma mano te mata en Budge, Bariloche, como en el caso de mi hijo, o en Mendoza, como el caso de Sebastián Bordón”, cuenta a Página/12 Horacio Maidana, cuyo hijo Pablo se ahogó junto a cuatro amigos de 17 años como él en el lago Moreno, de Río Negro, en 1999. “Con mucho sacrificio logramos reunir el dinero para que pudiera tener su viaje de egresados”, recuerda. El padre acusa al coordinador del grupo por haber tirado a un joven a las aguas de 4 grados centígrados, lo que le causó un paro cardíaco. Los otros cuatro chicos, incluido Pablo, murieron intentando rescatarlo.
Los primeros días de enero, Horacio fue al santuario de Once “a juntar teléfonos, porque sabía que muchos chicos eran de La Matanza. La primera reunión fue de cinco familiares. Tomamos un listado del municipio y fuimos ubicando a otros padres. Para que no se queden en casa llorando”, dice.
Mariana Márquez piensa que “nosotros podemos cambiar la historia. Que éste (Aníbal Ibarra) se vaya, y el próximo va a ser un poquito mejor. Y así quizás, dentro de algunos años, tengamos un gobierno como la gente. Es nada más que el principio de lo que queremos cambiar”. Sus reuniones semanales tienen lugar en Bomberitos, la escuela situada al lado del edificio de los Bomberos de Isidro Casanova.
Para Horacio la corrupción y la impunidad que menciona “no te permite ni elaborar el duelo. Si te quedás encerrado por 15 o 20 días, salís y te encontrás con que Chabán es inocente y que Ibarra empieza la campaña parala rerreelección”. Y recalca que “no trabajamos para Macri ni pretendemos que él se ponga a cargo de nada, porque todos son lo mismo. Siendo su partido la primera minoría, ¿no sabía que podía pasar esto?”, se pregunta.
Si hay algo que a Horacio le indigna más que la clase política es ese sector de la sociedad “que sale a decir que se murieron unos negritos de mierda. Esa barbaridad dicen. Tenemos que tomar conciencia de que todos nuestros hijos están en peligro y no podemos esperar que a ellos también les toque. Queremos que estos 192 muertos sean los últimos”.
Un padre
A Ricardo Righi, papá de Emiliano, de 17 años, le causa mucho dolor escuchar en la radio los llamados de oyentes diciendo “‘yo no sé cómo esos padres le permiten a sus hijos ir a un lugar de 10 pesos’, porque aunque sea un lugar de cinco pesos, cincuenta centavos o gratuito, los chicos necesitan a un Estado que vele por su seguridad”. Y comenta que “el de Cromañón fue el primer recital de mi hijo. Yo siempre lo iba a buscar a la parada. Por eso, ahora queremos hablar con todos, para que quienes dicen eso vean cuánto queríamos a nuestros hijos”. Aunque no le conoce la cara a la jueza María Angélica Crotto (otra de las frases comunes entre los padres), Ricardo afirma confiar en la Justicia. Por lo que son las caras conocidas de la política, observa que “le allanaron el paso a la injusticia”.
Con su participación en Que no se repita, Ricardo, de Ciudadela, siente que “miro al cielo y sé que defiendo a todos mis hijos”, que tienen un año y medio, 8 y 10. Emiliano era el mayor. El padre indica que se acercó a esta agrupación porque “en los primeros días con mi esposa quedamos conmovidos con el relato de José Iglesias”. Sobre él, “yo siento que defiende a su hijo y también al mío”, asegura.
Sobre las organizaciones de los padres, señala que “no tienen un fin político, porque nuestro fin es común. Están armadas por cercanías o distancias entre los familiares. Entre todos nosotros no hay nada que separe o pueda dividir. A lo sumo hay distintos criterios”. Y remarca que “rechazamos el accionar político, no somos ni de izquierda ni de derecha, ni centro ni de arriba ni abajo”.
Se sumó a la tropa de Iglesias “desde la primera semana. Estaba con mucho dolor, encerrado en casa junto a mis hijos y a mi señora. Y decidí intervenir. Para mí es una forma de sentir a mi hijo presente”. Este técnico electrónico hace más de 30 días que dejó su profesión para trabajar en la construcción de Justicia. “No acepté el subsidio de 500 pesos porque no me van a tapar la boca. Mi actitud es activa”, consigna.
Todos los miércoles se juntan a hablar “temas generales relativos al caso. Se ofrece ayuda psicológica, así podemos tener unidad para enfrentar el drama y saber que estamos contra muy poderosos. Armamos esfuerzos y accedemos a apoyo legal. Todo el tiempo se están acercando los padres, a medida que el desgaste que sufrimos se va diluyendo”. Sus labores tienen un objetivo concreto: “Tiene que marcar el fin de la corrupción. De acá en más, cuando los funcionarios juren al asumir su mandato, que sepan que la Justicia les va a demandar que cumplan”. Lo dice con las mismas letras que los demás padres: “Que a la jueza que no le tiemble la mano”.
Cromañón y Natalia Fassi
En la primera sesión de la Legislatura, el viernes 28 de enero, varias madres de Familias por la Vida hablaban con periodistas en el pasillo que rodea al recinto. Vino un padre de la organización y les dijo:
–Nos invitaron al programa de Mauro Viale para mañana, que se hace un especial porque se cumple un mes.–No, a ese programa no –rogaron un par de madres.
–Pero tenemos que hablar. No importa el medio.
–Después lo charlamos –coincidieron.
El programa de Mauro navegó con familiares independientes. Tuvieron que soportar que luego de hacer su relato y tener que oír los infaltables “¿Y qué sintió?”, el conductor del ciclo agradeciera su presencia en el estudio, mirara otra cámara y exclamara: “¡Nos vamos a nuestro móvil en Córdoba porque nos tiraron el dato de que Natalia Fassi está embarazada!” El movilero de turno padeció el hostigamiento esperado, incluidas solicitudes para que se hiciera cargo de la paternidad. Al final, la ex novia del ex astro boquense pasó sin responder a la cuestión trascendental. En el bloque siguiente, la narración de otro familiar de una víctima fue rematado por el anuncio esclarecedor de una célebre crema antihemorroidal.
Pablo Blanco, cuyo hijo Lautaro, de 13 años, era ahijado del diputado Milcíades Peña, cuenta que Familias por la Vida se formó “en las marchas, en las reuniones en Casa de Gobierno y en encuentros ocasionales”. Se pudo meter de lleno en la organización hace dos semanas, cuando su hija Maylin, que cumplió 17 años el lunes pasado, salió de la internación. “Fueron veinte días que estuve internado con mi hija. Solamente dejaba el hospital para ir a las marchas”, relata. Con Familias “nos reunimos una vez por semana para definir estrategias judiciales y para trabajar porque esta cuestión no se desinstale de la sociedad”.
Arturo García, otro integrante de Familias, se sumó hace tres semanas. Allí siente que recibe algo que no le puede dar cualquiera: “Ayuda”. “Entre tanta angustia y tanto dolor que uno tiene, te pasa que mirás a los ojos a los otros papás y sabés que te entienden”, reflexiona.
Aún no tienen una sede ni una fecha fija para los encuentros semanales en esta organización que está cumpliendo su primer mes. En estos momentos, aún vertiginosos, sólo pueden trabajar sobre el día. “Quiero transformar la bronca en amor hacia los otros”, manifiesta Blanco: “Así era Lautaro, con un profundo sentido de la Justicia, con lo chico que era”.
Los giraltistas
También están los familiares independientes o “giraltistas”, como dice Jorge Giralt, cuyo hijo, también llamado Jorge, dejó la vida en Cromañón. No se suma a ninguna organización porque siente que “todos tenemos el mismo fin, pero vamos por diferentes caminos. Yo visito a todos. Estuve en La Matanza, también con la gente de Iglesias”, señala.
En la marcha del domingo pasado, “hubo alguna gente confundida”, menciona Ricardo Righi con relación a los padres que no contuvieron el silencio. José Iglesias dice que “no conozco velorio al que se entre cantando. Si gritás ‘que se vayan todos’, te estás mezclando con sectores políticos. En otras marchas, que se haga. Pero creemos que en las que se hacen por Cromañón, el silencio es más elocuente que cualquier cantito, porque no hay nada más duro que el silencio”. Para el abogado, las diferencias se deben a una razón manifiesta: “los familiares de las víctimas somos un corte transversal de la sociedad. Entonces hay de todo. Pero nuestro deseo es único: queremos Justicia”.
Daniel Rozengardt, tío de Julián, que a los 18 años murió en Cromañón, es otro familiar independiente, pero por cautela ideológica. En este sentido, considera que “por los tiempos que se toma la Justicia, tenemos tiempo hasta marzo o abril para ver con quién sentimos más afinidad”. Daniel apela a “la fuerza de la multiplicidad” que generan los distintos grupos ya que “desde todos los ángulos apunta a un mismo pedido”. Por eso, aventura que “la unidad entre los padres pasaría por una red de organizaciones, antes que por una sola. Porque a todos nos junta el deseode Justicia”. Para argumentar sobre variables ideológicas, trae el caso de las Abuelas de Plaza de Mayo: “Además de la unión por el dolor y el espanto, a ellas les dieron coherencia las construcciones ideológicas de sus hijos. En el caso de Cromañón, los chicos perdieron la vida en un recital, no estaban en una lucha social. A pesar de que muchos eran luchadores sociales, en ese instante estaban en una fiesta”, dice.
El hecho de que hayan muerto en una fiesta le da el indicio de que “hay que realizar cambios profundos en la sociedad, hay que proteger a los jóvenes, darles trabajo, y dejar de matarlos en festivales o de hambre”. Rozengardt evidencia que detrás de la masacre hay responsabilidades de todos los componentes de la sociedad. Está “el que cerró las puertas con candado sabiendo que ya se habían producido incendios, lamentablemente el que arrojó la bengala, los inspectores que no hicieron su trabajo y el jefe de Gobierno, por ineficaz”. Ante esta situación, cree que “si no logramos ser una sociedad responsable en cada estamento en todo los que hacemos y hacemos hacer y dejamos hacer, no sólo Cromañón se va a repetir sino que va a seguir pasando, y ya no va tener arreglo”.
Informe: Sebastián Ochoa.