EL PAíS › CERRO EL CANJE DE DEUDA CON UN ELEVADO
NIVEL DE ADHESION: SERIA DE MAS DEL 80 POR CIENTO
Es para Stock y el FMI que lo miran por TV
Después de poco más de tres años de incumplir la mitad de la deuda, ayer culminó el proceso de trueque de papeles impagos por nuevos bonos. La participación fue masiva, incluso la de grupos de acreedores que amenazaban con juicios. De todos modos, luego de una quita record, la deuda sigue siendo muy pesada.
Por Claudio Scaletta
El canje de deuda finalizó ayer con una adhesión que estaría por encima del 80 por ciento, aunque por ahora no habrá cifras globales oficiales. En el Ministerio de Economía lo consideraron “un éxito total”. El tramo local terminó con una adhesión por encima del 97 por ciento, lo que en la práctica significa una aceptación plena. De acuerdo con fuentes gubernamentales, sobre el cierre de la operación los sistemas de algunos bancos se encontraban desbordados y, luego del cierre, se continuaron procesando los pedidos ingresados. Cuando todavía faltaban algunas horas para que el proceso concluyera, el presidente Néstor Kirchner adelantó el clima que vive el Gobierno. La Argentina, dijo, logró “la mejor reestructuración de la historia del mundo” (ver aparte). El ministro Roberto Lavagna fue más parco. Minutos después del cierre afirmó que “las operaciones se produjeron con normalidad”. La respuesta también fue mejor de lo esperada en los mercados internacionales, donde algunos de los fondos más combativos ingresaron a último momento. La Bolsa de Comercio subió el 4,6 por ciento, mostrando que la reprimida euforia gubernamental también era compartida por los mercados locales. Dentro de las próximas dos semanas se espera la llegada de una misión del FMI, con el que no se descartan nuevos roces, en particular por el tratamiento que se dará a quienes no ingresaron a la operación.
Uno de los datos conocidos ayer fue el ingreso al canje de los fondos de ABRA, una asociación de deudores que decía representar bonistas por 5000 millones de dólares, pero que en realidad terminaron siendo sólo 1200 millones. Su cara más visible era Adam Lerrick, conocido en Argentina por, en el temprano año 2000, haber propiciado el default, aunque luego optó por el negocio de representar bonistas. Hasta el final, el lobbysta sostuvo la inaceptabilidad de la oferta argentina y su disposición por la vía legal, sin embargo los fondos terminaron ingresando y tras ellos algunos grupos minoristas más. El caso de ABRA es una muestra que refleja el modo de actuar del poder financiero que permite prever que los resultados finales estarán bastante por encima del optimista 80 por ciento de aceptación.
El resultado conseguido en el mercado local refleja una situación similar. Aunque algunas asociaciones de bonistas argentinos se habían sumado al sello de goma del GCAB, finalmente la adhesión informada por el presidente de la Caja de Valores, Luis Corsiglia, fue del 97 por ciento, lo que significó el ingreso de un monto de deuda nominal de 23.400 millones de dólares. “Hemos finalizado el canje de deuda sin ningún inconveniente, estuvimos recibiendo las ofertas y emitiendo certificados sin parar, y la repercusión en los mercados anticipa un resultado exitoso”, sostuvo.
El cierre de la operación, más allá de las discusiones que existirán por el tratamiento que recibirán quienes quedaron afuera, significa el fin formal de un default parcial de 38 meses. Default que nunca fue total. Los organismos internacionales, señalados como corresponsables de la crisis por impulsar y sostener las políticas de los ’90, nunca dejaron de cobrar. El pasado martes 22, incluso, se le pagó al FMI un vencimiento de 150 millones de dólares. Ahora parece haber llegado el tiempo de abordar una nueva agenda que compatibilice las necesidades de crecimiento y superávit con las demandas sociales. En el corto plazo, el nuevo escenario estará signado por la reaparición del FMI.
- ¿Cómo queda la deuda? Una de las paradojas que dejará la salida del default es que la nueva deuda medida en dólares, con el supuesto de una adhesión global del 80 por ciento, quedará en los mismos niveles que en diciembre de 2001, esto es, alrededor de 140 mil millones de dólares. Aunque desde la ortodoxia se tratará de utilizar esto como señal del “costo de la crisis”, no está de más recordar que la película comenzó bastante antes que la foto del default. El sostenimiento del régimen de convertibilidad demandó el ingreso de ingentes cantidades de capital, vía privatizaciones primero y endeudamiento después. Finalmente, el endeudamiento fue tan significativo que, incluso con una reestructuración exitosa con una quita record de 50.000 millones de dólares, los pasivos públicos se mantiene en los mismos niveles que antes de la crisis.
Los 140.000 millones de la nueva deuda se componen, en cifras gruesas, de una emisión de bonos nuevos de alrededor de 34.600 millones (80 por ciento de 43.200, los 81.800 con quita), deuda post default (Boden, Bocon, anticipos del Banco Central, Bogar) por 34.000 millones, 30.000 a organismos internacionales (FMI, BM y BID), 14.000 de préstamos garantizados, 6600 de otras deudas y, por último, 20.800 de los que no entraron al canje (el 20 por ciento de los 81.800 más intereses, es decir, de 104.000). Si los números finales que se den a conocer oficialmente el próximo jueves 3 de febrero son muy superiores al 80 por ciento, por ejemplo del 90, la deuda global quedaría cerca de los 134.000 millones, siempre contando 10.400 no ingresados al canje sin quita y con intereses.
De todas maneras, el punto relevante aquí no es cuánto, en el margen, abulte la deuda la porción que no ingresó al canje, sino que, hasta que no exista una solución definitiva, esta porción seguirá siendo formalmente deuda y como tal, hará bastante ruido en la agenda con el FMI. Sin embargo, una alta fuente del Ministerio de Economía dijo a este diario que, además de las restricciones legales de mejorar la oferta, la propuesta realizada por la Argentina se encuentra en el “límite de lo sustentable” y, por lo tanto, resulta incompatible con cualquier reconocimiento a los tenedores que se quedaron afuera. Pero, sin duda, “será el próximo round”, reconoció.
- ¿Cómo sigue la relación con el FMI? Los mal pensados creen que el organismo no está contento con el éxito de la “solución argentina”. El temor es que el mal ejemplo se propague a otros países con dificultades en su deuda. Desde la perspectiva del establishment financiero internacional, una quita de 50.000 millones es un mal precedente. Pero, aunque a regañadientes, al FMI no le queda otra alternativa que asumir la realidad. Lo que no significa que dejará de demandar “alguna solución” para los que quedaron fuera de la reestructuración. Este punto se convertirá en el principal factor de conflicto de la relación. En cualquier caso, las conversaciones se reactivarán y se espera la llegada de una misión en las próximas dos semanas. Fuentes del Ministerio de Economía dijeron a este diario que el nuevo programa hará menos hincapié en las metas cualitativas, entre las que se cuentas las llamadas “reformas estructurales” como la coparticipación federal, para concentrarse en las metas cuantitativas, monetarias y fiscales, que la Argentina ya cumple. Por supuesto, no faltará el renglón de la relación con las privatizadas, léase renegociación de contratos con ajustes tarifarios.
- ¿Cómo seguirá el dólar? El consenso de la city es que el dólar sufrirá una fuerte presión a la baja, sobre todo cuando se sume la oferta de dólares de las exportaciones de la cosecha gruesa con un masivo ingreso de capitales de corto plazo alentado por el buen resultado del canje. A ello se agregaría que, con una inflación por encima de lo deseado, se limitarían las posibilidades de intervención del Banco Central, esto es; de comprar los dólares a cambio de pesos aumentando la cantidad de dinero. Para otras fuentes, como la consultora MVA Macroeconomía, la realidad no es tan dramática. La baja de los precios internacionales se traducirá, a pesar del aumento de las cantidades vendidas, en menores ingresos de dólares que el año pasado, los que adicionalmente serían contrarrestados por mayores importaciones. Sobre el ingreso de capitales del exterior, la consultora sostuvo que prever su magnitud es más difícil. El argumento es que el efecto positivo del canje sobre la entrada de capitales ya se siente desde hace algunos meses, porque “los mercados se adelantan a los resultados”. Un dato interesante que agrega MVA es que, dado que la tenencia de bonos en pesos por parte de extranjeros será muy alta, no se producirá “un aluvión” de divisas en busca de posicionarse en pesos. Todo esto significa que la acción combinada del Banco Central y el Nación en busca de mantener el valor del dólar tiene chances de éxito. La proyección es que la divisa no bajará de los 2,85 pesos por unidad.