EL PAíS › OPINION
Encarar múltiples desafíos
Por Alejandro Vanoli*
Ayer se cerró un capítulo en que la Argentina debió negociar en un mundo con signos adversos y en virtual soledad. En este punto, el balance es razonablemente satisfactorio: el país mantuvo el espíritu de los lineamientos de Dubai y logró evitar la presión combinada del Fondo Monetario Internacional y de los bonistas, dejando de lado el acuerdo con el FMI. Aún ignoramos la cifra final. Con todo, es bueno evitar el hiperpesimismo y el sobreoptimismo. En este último caso, lo curioso es que surge de expertos que siempre cuestionaron la estrategia oficial. La idea de los hiper y los sobre sería que una aceptación final importante luzca deslucida. Atrás quedaron las especulaciones por la lentitud de las últimas tres semanas. ¿Era porque los minoristas optaban por el bono con descuento? ¿Estaban vendiendo su participación a mayoristas? ¿Los minoristas habían sido sobreestimados en el mapa de inversores? ¿O simplemente retaceaban la operación?
Los sectores hostiles al canje alimentaron la confusión. Fue lo que ocurrió con las operaciones sobre inversores italianos, “asesorados” para no participar en el canje o para vender sus títulos para beneficio de “gestores” de los bancos o de instituciones que sí ingresaron al canje.
El proyecto aprobado por el Congreso indicando al Poder Ejecutivo que tiene prohibido mejorar la oferta a los tenedores que no ingresen al canje, que debe inhibir pagos sobre esos bonos y que tiene que avanzar en el deslistado de los títulos en default fue una señal importantísima para que los acreedores decidieran los pasos a seguir. Es cierto que hubo leyes que no se cumplieron o que pueden modificarse después. Pero eso no invalidó el valor innegable de una señal donde la mayoría aplastante del oficialismo y la oposición funcionan como contención de las presiones externas en el presente y el futuro.
Tanto el Gobierno como la sociedad son conscientes de que los costos políticos, económicos y sociales de ceder en una negociación vital son infinitamente superiores a eventuales y efímeros réditos de muy corto plazo. Una actitud más amistosa en lo superficial, sin duda hubiese llevado a un progresivo deterioro político y económico. Y en el mediano plazo el país marcharía hacia un default, como mostró acabadamente el megacanje.
Los que privilegiaron la aceptabilidad a cualquier costo sólo obedecían a intereses concretos alejados de la sustentabilidad. Algunos operaron para sobrevalorizar los bonos artificialmente y venderlos en el corto plazo. Otros, como suele ocurrir en los mercados, simplemente actuaron por miopía.
Defender a rajatabla un cronograma de pagos realista, sobre supuestos muy conservadores, es la mejor manera de defender la solvencia. También sirve a los intereses de los inversores en el lago plazo.
Más allá de algunas posibles sentencias desfavorables en los Estados Unidos, cuyos tribunales tienen un claro sesgo proacreedor, hay evidentes límites para obtener cobros efectivos a gran escala. La oferta argentina es razonable. El contexto internacional valoriza indirectamente la oferta. La economía continúa recuperándose. Si a estos elementos se agregan las señales claras del Gobierno y el Congreso sobre no cambiar la oferta, no sorprenderá que la participación de los acreedores en el canje haya superado el 70 por ciento. Pero aun en el caso de que ése no fuera el resultado, igual la Argentina debe ratificar su oferta. Sólo podría incrementarse la participación con medidas como la elección voluntaria de algún bono en lugar de recibir el par por omisión. Eso podría hacerse mediante una eventual extensión del período de canje y con un límite de monto para evitar especulaciones. De todas formas, la aceptación no superará el 85 por ciento, dado que los fondos buitres apostarán temporalmente por la vía judicial. Así, la Argentina podrá dar vuelta honorablemente un cuarto de siglo doloroso. Y, salvado el obstáculo, tendrá la chance de encarar los múltiples desafíos macroeconómicos y de políticas financieras necesarios para desenredar la madeja del endeudamiento eterno.
* Economista del Plan Fénix.