EL PAíS › LA MUERTE DEL PAPA Y LA GUERRA EN
EL PERONISMO JUNTO A LOS EX PRESIDENTES
Menem y Duhalde, otra vez muy cerca
Guiados por su puente de plata Esteban Caselli y en busca de mayor poder frente al desafío de una candidatura Kirchner por Buenos Aires, Carlos Menem y Eduardo Duhalde se reunieron. Mientras, el Vaticano se propone un diálogo con el Gobierno.
Por Martín Granovsky
Miró su figura, enfundada en un frac, y le salió la burla: “Ahí va el chocolatinero”. El canciller Rafael Bielsa habló así de Esteban Caselli, el ex funcionario de Carlos Menem y Eduardo Duhalde que ayer buscó demostrar su poder intentando acomodar a la delegación argentina antes de la misa por Juan Pablo II actuando como gentilhombre de la Santa Sede. Sólo pudo cumplir con una parte, que fue sentar juntos a los dos ex presidentes. Y tal vez haya sido una de sus últimas exhibiciones de fuerza: Página/12 pudo establecer que la nota del Vaticano al gobierno argentino sobre el ex obispo castrense Antonio Baseotto no se queja de supuestas violaciones a la libertad religiosa sino que, al contrario, llama al diálogo.
Caselli se transformó en el puente de plata de Menem y Duhalde desde la llegada de ambos a Roma, en un vuelo de Aerolíneas que los dos tomaron en Buenos Aires. Los esperó en el aeropuerto y organizó su alojamiento en el Grand Hotel de la Minerve, dispuesto en un hermoso palacio del siglo XVII, con vista directa a la cúpula de la Basílica de San Pedro desde lo alto y muy cerca de Piazza Venezia, la horrible construcción que los romanos llaman “la máquina de escribir” y que gustaba tanto a Benito Mussolini para pronunciar sus discursos.
Antes de convertirse en empresario gastronómico, que es hoy su principal actividad junto con la representación de la Orden de Malta en Perú, Caselli fue número dos de Eduardo Bauzá (a su vez mano derecha de Menem), embajador en el Vaticano, secretario general de la gobernación bonaerense con Carlos Ruckauf y después secretario de Culto con Ruckauf canciller y Duhalde presidente.
En ese momento logró imponer como jefe de los capellanes castrenses a Baseotto, que sólo tres años después, de la mano del propio Caselli, provocaría un escándalo diplomático al rogar que al ministro de Salud, Ginés González García, le pusieran una piedra al cuello y lo tirasen al agua.
Esas declaraciones provocaron la decisión del presidente Néstor Kirchner de dictar un decreto haciendo caer el decreto anterior de acuerdo presidencial para la designación de Baseotto.
Algunas figuras del episcopado local especulaban con que, luego de esa medida, el Vaticano podría denunciar a la Argentina utilizando la figura canónica de la “sede impedida”, algo que como señaló este diario no se cumplió con Baseotto porque nada evitó su comunicación con los fieles.
La carta del Vaticano respondiendo al decreto de Kirchner se mantiene en reserva.
Un diplomático dijo a Página/12 que, más allá de alguna descripción (“Que en política cuenta pero en las relaciones entre Estados cuenta menos”, afirmó), la sustancia de la carta es un compromiso de diálogo y no la ruptura. “No sólo no rompieron sino que ni siquiera aludieron a la chance de romper”, fue la síntesis.
Si esto es así, se habrá dado la salida más suave del menú de opciones. Consistirá con muchas probabilidades en un largo intercambio de notas diplomáticas sobre si la Argentina violó el acuerdo de 1957 con el Vaticano, que establece el sistema de designación del vicario castrense, luego convertido en obispo: el Ejecutivo tiene capacidad de veto del nombre. Como el tratado no fija ninguna norma para el cese del acuerdo al obispo, queda abierta la discusión sobre qué sucede cuando claramente el compromiso mutuo cae por una desinteligencia grave en un puesto que afecta a una diócesis integrada por militares, gendarmes y prefectos, o sea empleados del Gobierno con uso de armas de fuego.
La paradoja de ayer fue que el caso Baseotto no estuvo presente en Roma, pero en cambio viajó al Vaticano la guerra en el peronismo. La pregunta clave es por qué se juntaron ostensiblemente Menem y Duhalde, cuando pudieron haberse alojado en hoteles distintos y haberse sentado en lugares separados.
Menem formó con Adolfo Rodríguez Saá una alianza que no le otorga fuerza decisiva dentro del peronismo. Ninguno de los dos es fuerte en la provincia de Buenos Aires, donde Luis Patti y Aldo Rico redujeron su peso político. Pero para el ex presidente, que ni siquiera controla La Rioja porque el gobernador Angel Maza juega con la Casa Rosada, incluso esa alianza es importante.
Duhalde, que por la estabilización económica terminó su presidencia con mejor imagen que la inicial, también se benefició por su distancia política respecto de Menem. “Hablamos de las cosas que hablamos los políticos y él es un político en actividad, yo no”, dijo Duhalde ayer.
Salvo que alguien crea tanto en las casualidades, parece más razonable pensar que Duhalde utilizó ayer un reflejo de aparato: mostrarse con Menem podría marcar la intención de representar el peligro de un Congreso Nacional con diputados y senadores hostiles a Kirchner o el de un peronismo galvanizado contra el Presidente. Ambas jugadas eventuales suenan incoherentes con una popularidad presidencial de entre un 60 y un 70 por ciento, pero en la guerra todo vale. Estos días, el duhaldismo está concentrado en esquivar el choque que supone la candidatura de Cristina Kirchner como senadora por la provincia de Buenos Aires, o en sumar fuerzas para que el choque no lo aplaste.
En cualquiera de las dos caras de la opción –guerra fría o conflicto abierto–, Duhalde de hecho se descartó a sí mismo como candidato.
“Cuando uno dice que no a algunas cosas, tienen que empezar a creer”, dijo, y recordó que al asumir la presidencia señaló que ése era el último cargo.
El ministro del Interior, Aníbal Fernández, contó ayer que “en una oportunidad, en Brasil, viendo con Duhalde la campaña electoral de ese país, le pregunté por qué no aceptaba ser candidato a presidente si todos los números le daban para arriba. Me dijo: ‘Dejate de hinchar; Menem y yo estamos llenos de cicatrices’”.
Bielsa registró la presencia de Menem y Duhalde. “Era notable verlo a Clinton con Bush y, por qué no, a Menem con Duhalde”, dijo. Bill Clinton fue a los funerales del Papa y también George Bush, el padre de George W., a quien Clinton frustró en su reelección.
Según Bielsa, la proximidad de Menem y Duhalde es “un milagro atribuible a la muerte del Papa”. El canciller contó por radio que “estuvieron todo el tiempo al lado e, incluso, tuvieron que darse el saludo de la paz en la misa”.
El periodista Ari Paluch recogió la versión de Duhalde.
“Hay que ser sociables más allá de que haya enemistades, ¿no?”, le preguntó ayer por radio.
“Eso desde ya”, dijo Duhalde. “Lo cortés no quita lo valiente. No tengo ninguna dificultad de charlar con ningún ex presidente. Usted sabe que somos muy pocos los ex presidentes. En toda la vida institucional argentina, desde la organización del Estado, sólo hubo 22 presidentes constitucionales (ver tapa). La verdad es que le pregunté por su provincia, pero hablamos muy poco porque en realidad fue una cosa muy ocasional.”