EL PAíS
“Ya no alcanza sólo con que nos diferenciemos del neoliberalismo”
Chacho Alvarez organizó un encuentro sobre la centroizquierda con representantes de Brasil, Uruguay y Chile. El objetivo es armar un foro permanente de pensamiento progresista latinoamericano.
Por José Natanson
“La idea es comenzar a articular una visión común”, aseguró Carlos “Chacho” Alvarez ayer, en la apertura de un seminario sobre los desafíos del centroizquierda en Latinoamérica. Organizado por el centro de estudios del ex vicepresidente, el encuentro reunió a referentes de Brasil, Uruguay y Chile con funcionarios e intelectuales argentinos: el resultado fue un cóctel de progresismo que promete continuar hasta conformar un foro permanente.
El encuentro, que se realizó en el elegantísimo Museo Fernández Blanco, comenzó con una explicación de Chacho sobre los objetivos de la iniciativa. “Nos reunimos con la idea de que es necesario comenzar a articular un vínculo con los dirigentes políticos e intelectuales de los países que son gobernados por fuerzas que comparten una misma visión”, explicó el ex vice, que organizó el seminario como una primera escala para su objetivo, más ambicioso, de armar un foro permanente de pensamiento progresista latinoamericano, que podría inaugurarse formalmente el año que viene, con una reunión con los presidentes de la región.
“Por primera vez en la Argentina hay un presidente peronista y progresista a la vez”, dijo Alberto Fernández, el primero en tomar la palabra en representación del Gobierno. “El progresismo argentino tiene que hacer una autocrítica, porque es un progresismo de diagnóstico”, agregó el jefe de Gabinete, con un argumento que –aunque tiene su lógica– también es discutible: Hermes Binner y Martín Sabbatella, ejemplos de gestión exitosa en sus municipios, lo miraban atentos desde el otro lado de la mesa.
El panel introductorio incluía la exposición de un representante de cada país, que se encargó de sintetizar la mirada de sus respectivos gobiernos: además de Fernández, hablaron el asesor de Lula en política exterior, Marco Aurelio García, el ex ministro de Economía chileno Carlos Ominami y el senador uruguayo Alberto Couriel. Había funcionarios porteños –Raúl Fernández y Roberto Feletti– y algunos intelectuales destacados, como los politólogos Isidoro Cheresky y Juan Manuel Abal Medina, el economista Pablo Bustos, de la Fundación Ebert, y el titular de la Fundación Cenit, Carlos Bruno. Por la tarde llegaron algunos economistas y más funcionarios, entre ellos el viceministro de Economía, Oscar Tangelson, y el vicecanciller, Jorge Taiana.
A lo largo de casi ocho horas de discusión, hubo opiniones y cruces de todo tipo y, aunque se tocaron muchos temas, de todos modos pueden identificarse algunos ejes en común:
- La oportunidad. “Ya no alcanza con diferenciarse del neoliberalismo”, fue una de las frases que utilizó Alvarez para abrir el seminario. El resto de los expositores no sólo coincidió, sino que fue más allá al asegurar que el período de transición desde los regímenes militares está cerrado. “Se trata de aprovechar este nuevo tiempo histórico”, dijo el uruguayo Couriel. Y hubo coincidencias en que incluso en Chile, que aún no se ha librado totalmente de los enclaves autoritarios en su sistema institucional, el proceso está prácticamente cerrado. “Se cumplieron 30 años del golpe contra Allende y para nosotros marca un tiempo importante, con tres períodos de gobierno de la Concertación, con avances en materia de derechos humanos que antes hubieran sido imposibles”, explicó Ominami.
- La economía. “A pesar de las diferencias, nuestros gobiernos tienen algo en común: la herencia”, dijo Marco Aurelio y repasó las complicadas condiciones económicas en las que asumió Lula. “Nuestra deuda parece chica porque Uruguay es un país chico, pero tenemos la deuda externa más grande en relación con nuestro PBI”, señaló Couriel. “La economía se concentró en las variables macro y perdió de vista su dimensión territorial, su dimensión material, su dimensión humana”, completó Tangelson. La excepción fue Chile. “Es el único país que ha crecido año tras año, sin parar”, se maravilló Alberto Fernández. “Nos ha ido relativamente bien en una región a la que le ha ido relativamente mal”, agregó Ominami.
- La redistribución del ingreso. Hubo, por supuesto, muchas opiniones sobre el tema, pero fue el economista Pablo Gerchunoff, ex jefe de asesores de José Luis Machinea, quien sintetizó de manera inmejorable el verdadero desafío: “En los ’50 y los ’60 crecer no era un problema, porque crecer implicaba mejorar la distribución del ingreso. Hoy, en cambio, la incorporación de tecnología desiguala. El pensamiento socialdemócrata lucha contra la tensión entre la incorporación de tecnología, que es antipopular porque expulsa mano de obra, y las políticas activas que se pueden hacer para paliar esos efectos”.
- El proyecto. “Cuando nos dicen que no tenemos un libro que sintetice lo que estamos haciendo decimos que es cierto”, explicó Tangelson. “No tenemos un libro, porque para que un proyecto sea inclusivo tiene ser parte de una construcción social amplia y no producto de copiar un manual”, agregó. “Sin ignorar las diferencias, yo creo que podemos avanzar en la búsqueda de mayores acuerdos entre nuestros países”, completó el brasileño Antonio Prado.
Con el paso de las horas iban apareciendo más y más opiniones y enfoques, que definieron un cuadro complejo, en el cual las diferencias entre los países parecen casi tan fuertes como los puntos en común. “Tuvimos una visión común en los ’60, con la Cepal, cuando Latinoamérica logró articular un modelo de desarrollo. Después vinieron los golpes militares y los debates sobre la transición. Más tarde llegó el Consenso de Washington. Ahora tenemos la oportunidad de articular una nueva visión”, concluyó Chacho Alvarez en el cierre del seminario.