EL PAíS
Murió en Ginebra la pedagoga argentina Cecilia Braslavsky
El mundo académico de la Educación se conmovió con la muerte de Cecilia Braslavsky. Ocupaba la titularidad de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco y era un referente de la Pedagogía.
Por Nora Veiras
“Me doctoré en Pedagogía en una universidad que ya no existe de un país que tampoco existe.” Cecilia Braslavsky apelaba a esa descripción para presentarse ante los estudiantes de la maestría en Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Corría el año 1997 y esa misma mujer que se había posgraduado en la Universidad Karl Marx de Alemania del Este era la responsable de los equipos técnicos que elaboraron los Contenidos Básicos Comunes (CBC), uno de los cambios de la cuestionada reforma educativa menemista. Esta pedagoga que defendía con pasión y solvencia cada una de sus posiciones murió ayer en Ginebra a los 53 años. Desde el 2000 ocupaba en Suiza la titularidad de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco. Sus cenizas serán traídas a Buenos Aires.
Apenas egresó, primero del tradicional Colegio Nacional de Buenos Aires y después de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Cecilia Braslavsky empezó a develarse como una innovadora. Recaló en la Universidad de Río IV, pero en el ’76 emigró a Alemania en medio del oscurantismo de la dictadura. En su adolescencia había militado en la Federación Juvenil Comunista y con el retorno a la democracia colaboró en la confección del programa educativo del Partido Intransigente y tuvo después una activa participación en el Congreso Pedagógico. Por entonces se definía como independiente e integrante de las corrientes progresistas y defensoras de la escuela pública. El mismo espacio en el que abreva su madre, la longeva pedagoga Berta Braslavsky.
Al regreso del exilio se había integrado a Flacso y junto con Juan Carlos Tedesco escribió uno de los libros claves para entender lo que había pasado en las escuelas mientras reinaba el terrorismo de Estado: El proyecto educativo autoritario. “Si algo sintetiza a Cecilia es una combinación entre pasión y racionalidad. Podía defender con mucha pasión sus ideas, sus convicciones y al mismo tiempo hacerlas lo más racionales posible. Era muy honesta, muy transparente, y esos mismos rasgos le hicieron ganar muchos amigos pero también le generaron ‘menos amigos’”, recuerda Tedesco.
Esa frontalidad le valió no pocas críticas cuando decidió integrarse al equipo de Jorge Rodríguez y Susana Decibe. En Flacso se generó un duro debate interno y la actual directora de la institución Guillermina Tiramonti fue una de las colegas que se distanció. Ayer Tiramonti reivindicaba que “Cecilia tuvo la inteligencia de instalar un área de educación con otras preocupaciones para pensar el futuro de la educación en el páramo que era la transición democrática. Fue la primera en plantear que la igualdad no se limitaba a estar adentro o afuera de la escuela sino que planteó el problema de la segmentación, de la desigualdad en función de los distintos sectores sociales de donde provienen los alumnos. Discutió el lugar del Estado en la definición de los contenidos educativos. Planteó la dificultad del Estado en la instalación de la innovación en las escuelas”.
Convocó a los más prestigiosos especialistas con el propósito último de modernizar los planes de estudio. Desde la Dirección de Investigación y Desarrollo Educativo, Braslavsky coordinó la elaboración de los Contenidos Básicos Comunes. Un trabajo monumental que no llegó a traducirse a un lenguaje accesible para los maestros y que fue sometido al retrógrado rasero de la Iglesia. El entonces obispo de San Luis Juan Rodolfo Laise llegó a equiparar a los nuevos contenidos con “una jeringa con veneno que se intenta introducir en el ser argentino”. El lobby eclesiástico surtió efecto y los CBC fueron lavados. Se produjo una renuncia en masa de especialistas. Ese fue quizás el momento de mayor tensión con el progresismo que se sentía defraudado.
–¿Por qué no renunciás? –se atrevió a sugerirle una amiga.
–Los que se van son los débiles –respondió, convencida de que ésa era la oportunidad histórica para refundar el sistema educativo desde un rol de funcionario de Estado y no del gobierno de turno.
Decibe sigue convencida de lo mismo y habla de “Cecilia como una amiga, una luchadora, optimista, una militante de la educación, una convencida de que todo era posible, una tipa comprometida, solidaria”.