ESPECTáCULOS › “PAPA SE VOLVIO LOCO”, DE RODOLFO LEDO
El unipersonal de Francella
Por Martín Pérez
Una segunda luna de miel con cuñado incluido, una canita al aire que deviene catástrofe familiar y un final que en realidad serán varios, y que intentan dejar a todos contentos. Eso es lo que tiene para ofrecer Papá se volvió loco, la nueva película de Guillermo Francella, un producto de un cine industrial argentino que atrasa, ya que imagina familias capaces de viajar al Caribe... ¡e incluso de discutir si la nena hará fiesta de quince o se irá con sus amigas a Disneyworld! “Papá, la fiesta de quince es una grasada”, se queja la hija de Juan, ante un padre que sólo sueña con bailar el vals con ella... ¡pero, casi sin darse cuenta, se vuelve de su segunda luna de miel con una despampanante novia dominicana! Al regresar a su trabajo luego de sus vacaciones catástrofe, el personaje interpretado por Francella es vivado por sus compañeros de oficina, que tiran papelitos a su paso, mientras que las mujeres lo insultan de todas las maneras posibles. La escena sirve como ejemplo de lo que hubiese sido deseable para una película que pedía a gritos un registro de farsa porteña, a la manera de los mejores momentos de los programas televisivos de Francella, pero que resulta intragable atrapada en un molde episódico y previsible, siempre incapaz de asumir qué es lo que realmente se está contando.
Porque Papá se volvió loco cuenta las desventuras de un padre de familia que se va de luna de miel, pero se enamora de una garota despampanante y termina tirando por la borda casi dos décadas de matrimonio. Pero, a pesar de ciertos amagues de grotesco bestial, la historia carece de dinamismo alguno, se envuelve en culpas y disculpas, y se desenvuelve en bromas dignas de los capítulos de Matrimonios y algo más que se exhiben en el canal de cable Volver. “Tenés que gritar en la cama y, cuando llegue el momento, abrirle la sandía”, le recomienda Ingrid Grüdke a Lucía Galán, que comienza a sospechar que está a punto de perder a su marido. Pero es una injusticia de la trama: no hay forma en que una Pimpinela en camisón esté a la altura de la infartante Yahira Guzmán, la dominicana en cuestión. Aunque la frase realmente merece pasar a la historia bizarra de las comedias locales...
Así como en la ficción Juan carga con cuñado y cuñada hasta Dominicana, Francella es quien debe cargar casi en solitario con todas las ridiculeces y el sinsentido de una película que lo tiene todo el tiempo en pantalla. Con un casting incomprensible y casi perverso (sólo Aráoz como cuñado asiduo a la trampa encaja con su papel), el solitario Francella debe hacerlo todo, y pasa de ser realmente insoportable hasta por momentos incluso salirse con su cometido. Pero esa doble moralidad cinematográfica, que se empeña en sufrir incluso en una comedia, arruina la posibilidad de disfrutar de ese paso de farsa que tan bien podía llegar a hacer Francella en vivo los fines de semana en televisión. Por el contrario, Papá se volvió loco es una película sin ningún dinamismo, en la que su protagonista se queda todo el tiempo morcilleando solo, esperando el final de cada interminable escena.