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OTRAS VOCES

- Alcira Argumedo, socióloga:
“Yo creo que fue un intento de ver cómo resultaba la estrategia represiva frente a un nivel muy alto de movilización en la sociedad, en un gobierno que estaba presionado, por una parte, por el Fondo Monetario y los grupos de poder, para ver quién pagaba los costos de la devaluación y, por otro, una sociedad altamente movilizada. Es muy significativo que días antes de la movilización, Ruckauf había hecho un discurso en el Edificio Libertador en el cual reivindicó su firma del decreto de aniquilamiento de la subversión. Atanasof y otros miembros del gabinete estaban pidiendo seriamente una mayor política represiva. Cuando uno lee los diarios anteriores al 26 de junio surge muy claramente que fue un intento de imponer la represión. Esto obviamente fue acompañado con la provocación típica de meter parapoliciales disfrazados de piqueteros que hicieran desmanes. Hacer aparecer como que esto es incontrolable, que fue una política desarrollada con los medios de descalificación del movimiento piquetero. Creo que fue muy claramente un intento piloto de ver si así se frenaba la represión. La evidencia de que esto había sido obra de la policía y, sobre todo, el repudio de la manifestación de los días siguientes fue lo que definió la convocatoria a elecciones. Era ineludible que se detectara la responsabilidad, porque la existencia de material gráfico indicaba claramente el hecho. Los pescaron con las manos en la masa. Creo que fue un caso límite que hizo posible detectar directamente a los responsables directos. Lo que no está claro son los responsables intelectuales. Esta sociedad tiene heridas que se van abriendo cada tanto por hechos de impunidad. Se da una paradoja: con la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida parecería comenzar a saldarse una etapa de hace 30 años y, por otra parte, tenés ciertos hechos como el de República Cromañón que vuelven a abrir una herida. Y, en el medio, tenés un hecho tan significativo como el de Maximiliano y Darío”.

- Beatriz Sarlo, ensayista:
“En primer lugar, fue una prueba para las movilizaciones políticas en ese momento. Pero creo que, en segundo lugar, tuvo una consecuencia política importante, que es que obligó a que Duhalde anticipara que se iba a retirar del gobierno. Es decir, que el proceso que se inicia con el llamado a elecciones, en realidad tiene su comienzo con el asesinato de Kosteki y Santillán. En ese sentido, es verdaderamente muy cruel, pero no es la primera vez en la Argentina que un proceso de carácter democrático tiene su comienzo con una muerte de militantes o de personas, la invasión a las islas Malvinas y su derrota fue el comienzo de la democracia en la Argentina. Y ese comienzo de la democracia estuvo fundado sobre miles de muertes. No sé cuán atenta está la sociedad a eso, pese a que hoy se está llevando a cabo el juicio sobre la responsabilidad de esas muertes. No sé cuánto la sociedad argentina está borrando ni a qué velocidad está borrando los hechos del pasado más reciente. Me pregunto si esos asesinatos están presentes o han sido borrados por crímenes que han venido después. Es decir, por la masacre de Cromañón y, en realidad, está dedicada a la última muerte que le es presentada a los medios audiovisuales”.

- Federico Schuster, decano de la Facultad de Ciencias Sociales:
“Lamentablemente, este es un país en el que hemos vivido, a lo largo de la historia y recientemente también, una cantidad grande de hechos de represión estatal fuerte. Uno dice: ‘Es uno más’. Y, sin embargo, fue percibido como un asesinato directo y tuvo un impacto muy grande, porque –aunque no es el único factor– puso al gobierno de Duhalde a revisar sus plazos de retirada. Y hoy sigue siendo muy importante, tiene el valor material de las dos vidas tronchadas desastrosamente. Y marca un hito histórico que, en el correr de los tiempos, será la constante de la movilización piquetera. Es decir, la movilización piquetera puede ir cambiando de ahora en más, hay algunos cambios en las relaciones laborales y sociales, que hacen que la situación de los movimientos de desocupados no sea la misma. Hay algo que va a permanecer: el asesinato de Kosteki y Santillán va a ser un hito político que va a trascender el tiempo. Marcó un corte político y social que no va a desaparecer fácilmente”.

- Nicolás Casullo, ensayista:
“Yo creo que fue un punto de inflexión entre lo que podríamos llamar una protesta que tenía una legitimidad amplia desde todos los sectores y una protesta a la que la clase política le puso un límite, que fue la ejecución de estas dos personas. Es un punto de inflexión para lo que podríamos llamar que fue el año 2002. Hay un antes y un después de estos dos asesinatos, más allá de lo que representó esa encrucijada particularmente, que hizo que Duhalde adelantara su retiro del gobierno y esas cosas. La sociedad está muy fragmentada, muy partida, hace mucho que quedó atrás piqueteros y cacerolas la lucha es una sola. Entonces, podríamos decir que para los sectores de la protesta que se encuentran en una situación de injusticia económica muy alta, la significación que puede tener es el recuerdo, la memoria y la necesidad de que se haga justicia por estos dos asesinatos, que son típicos, además, de toda una historia argentina. El resto de la sociedad está fragmentada. Hoy podemos decir que estamos viviendo con audiencias distintas, una balcanización de las audiencias”.

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