EL PAíS › RECORRIDA POR CENTROS CLANDESTINOS

Huellas de Etchecolatz

La intención era recorrer tres centros clandestinos ubicados en Arana, en las afueras de La Plata, para que los sobrevivientes reconocieran el lugar y aportaran más datos y detalles para la causa que juzga al represor Miguel Etchecolatz por crímenes de lesa humanidad. No se esperaban grandes sorpresas, pero las hubo. Cuando el grupo integrado por jueces, peritos, querellantes, defensores y ex detenidos entró ayer en el Destacamento de Policía de la localidad, los dinosaurios todavía seguían allí: “Homenaje de la policía de la provincia de Buenos Aires al personal muerto por la delincuencia terrorista” reza la placa, custodiada por un rosario, que cuelga desde 1981 en el hall de la comisaría.

“Ellos murieron para que la Patria viva” dice, a modo de sermón, en la parte inferior del cuadro que exhibe una lista con más de un centenar de nombres de policías muertos entre 1970 y 1978, con su jerarquía, nombre y fecha de muerte. No fue una excepción: hay cuadros de este tipo en La Plata, puntualmente en las seccionales primera y octava, y en otros puntos de la provincia. Según apuntaron fuentes judiciales a Página/12, fue una sorpresa que no despertó grandes reacciones, aunque generó entre algunos de los asistentes risas y comentarios irónicos.

Los sobrevivientes Nora Ungaro, Cristina Gioglio, Nilda Eloy, Jorge Julio López, Walter Docters y Gustavo Calotti siguieron con la pericia ocular con el fin de identificar, ante los jueces del Tribunal Federal Oral 1 de La Plata, los calabozos donde estuvieron detenidos durante la última dictadura militar. “Mentalmente realicé el camino exacto que recorrí cuando estuve aquí”, dijo Calotti, quien no precisó la ayuda de peritos fotográficos ni planimétricos para reconocer “el lugar por donde entraban a los detenidos, el escalón que subíamos y la celda donde estuve, que la imaginaba un poco más grande”. La inspección también constató, en la parte posterior de la seccional, un gran patio con un paredón de ladrillos a la vista donde se realizaban los simulacros de fusilamientos.

Uno de los ex detenidos, Julio López, le señaló al Tribunal un pozo que estaba cubierto con chapas ya oxidadas: allí se incineraban los cadáveres de los presos ilegales asesinados. López también reconoció un almacén contiguo a la comisaría, que funcionaba de base de operaciones, donde “vio a tres mujeres llorando y muertas de frío que eran fusiladas”. Los otros dos centros clandestinos que estaban previstos en la recorrida fueron demolidos, por lo que el Tribunal resolvió no peritarlos. Cuando salieron de la dependencia, sobre la fachada, los despidió una placa de bronce colocada en mayo de 2000 que recuerda a los visitantes que allí funcionó “un Centro Clandestino de Detención”.

Informe: Emilio Ruchansky.

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