Lunes, 18 de septiembre de 2006 | Hoy
EL PAíS › LAS TRABAS DEL LOBBY DE LA INDUSTRIA CONTRA LA LEY ANTITABACO EN LA ARGENTINA
Las leyes que limitan el consumo del tabaco en la Argentina han sido históricamente trabadas por las transnacionales. Un estudio de la Universidad de California reveló los mecanismos que impiden que el país incorpore una legislación que han aprobado incluso los principales países productores.
Por Mariana Carbajal
Un estudio de la Universidad de California revela cómo las compañías transnacionales de tabaco han “bloqueado con éxito” en la Argentina, desde fines de los ’60, la sanción de legislación de control del tabaco, apelando a estrategias similares a las usadas en otras partes del mundo. Hoy el lobby de la industria está centrado en el Senado para debilitar el proyecto del ministro Ginés González García, que contempla tres de las medidas más temidas por la industria: ambientes públicos y privados ciento por ciento libres de humo, sin excepciones; severas limitaciones a la publicidad de cigarrillos y la obligación de colocar en los paquetes advertencias sanitarias claras y precisas sobre las consecuencias del fumar en la salud. “La voz de los tabacaleros es la senadora peronista Liliana Fellner, de Jujuy, que está trabajando para modificar el proyecto oficial en línea con los intereses del sector”, señaló el médico epidemiólogo rosarino Ernesto Sebrié, uno de los autores del estudio.
Sebrié integra el equipo encabezado por Stanton Glantz, uno de los gurúes norteamericanos antitabaco, en el Centro de Investigación y Educación para el Control del Tabaco, de la Universidad de California, en San Francisco. Una síntesis de las 110 páginas del trabajo “La industria tabacalera y su dominio en la formulación de las políticas nacionales sobre el control de tabaco en la Argentina, 1966-2005”, fue publicado en la revista científica inglesa Tobacco Control. “La industria tabacalera ha trabajado con éxito durante cuarenta años para bloquear la legislación del control del tabaco en la Argentina”, concluye el estudio, tras analizar minuciosamente los proyectos legislativos que fueron vetados o que ni siquiera llegaron a aprobarse que afectaban los intereses del sector. Como fuente, entre otras, utilizaron documentos de la industria del tabaco que la Justicia norteamericana obligó a las transnacionales del cigarrillo a publicar en Internet (ver aparte).
El último proyecto que analiza la investigación es el que presentó en el Senado el ministro de Salud en agosto del 2005. El texto, que se encuentra en debate en la Comisión de Salud, está en sintonía con los estándares mínimos requeridos por el Convenio Marco para el Control del Tabaco, aprobado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el 2003 y suscripto por la Argentina. El Gobierno pidió la ratificación de este convenio al Senado, pero la votación naufragó en diciembre. Los senadores de las provincias tabacaleras fueron fervientes opositores a la aprobación de la primera iniciativa planetaria para combatir el tabaquismo, que sí han firmado los principales productores de tabaco del mundo como Brasil, China y la India.
En julio, cuando varios ministros del Ejecutivo visitaron el bloque oficialista de la Cámara alta para plantear los temas pendientes de tratamiento, prioritarios para el Ejecutivo, González García se fue con la promesa de que se aprobaría en quince días, pero en las últimas semanas el escenario cambió: el lobby contra el proyecto se hizo tan fuerte que en la Comisión de Salud están analizando modificaciones profundas. “Quien está impulsando los cambios es la senadora Fellner. A tal punto de que antes de que salga una mala ley, preferimos que no haya ley”, señaló un hombre cercano al ministro de Salud.
La senadora Fellner presentó unos meses atrás un proyecto blando, a imagen y semejanza de los deseos de la industria. Fellner es hermana del gobernador de Jujuy, kirchnerista, y representa una de las siete provincias tabacaleras del país. Para avanzar en un texto normativo consensuado, Fellner decidió retirar su iniciativa a cambio de introducirle modificaciones sustanciales al proyecto de González García. “Esa es una de las estrategias de la industria en el mundo. Para evitar la aprobación de una ley de control del tabaco, presentan un proyecto alternativo débil o debilitan la ley en el proceso de aprobación. Con una ley nacional blanda el sector busca invalidar las tres leyes provinciales duras que ya se han sancionado en el país, en Córdoba, Santa Fe y Tucumán”, denunció Sebrié, en una entrevista con Página/12. Esas tres leyes provinciales fueron aprobadas en el 2005 y contemplan la prohibición de fumar en espacios de acceso público cerrados y lugares de trabajo privados, sin excepciones, una de las medidas más temidas por la industria. Para dar una idea del espíritu del proyecto de Fellner basta leer el artículo 16, donde establece que los fabricantes de cigarrillos pueden incluir en los paquetes una leyenda impresa que diga: “Actualmente no existe un producto de tabaco menos perjudicial para la salud”.
En la Argentina, dos compañías transnacionales a través de sus filiales locales dominan la producción y comercialización de los cigarrillos: Philip Morris International (Massalin Particulares) maneja el 60 por ciento del mercado y British American Tobacco (Nobleza Piccardo), el 40 por ciento. “Yo represento a los productores tabacaleros. Mi proyecto fue consensuado con la Cámara de Tabaco de Jujuy”, admitió la senadora Fellner.
–Entonces, defiende los intereses de la industria –le planteó este diario.
–No, yo no soy la voz de la industria, soy la voz de los productores, defiendo a los trabajadores –replicó la senadora. Más allá de esta diferencia, lo cierto es que su proyecto propone las mismas medidas que impulsan las transnacionales tabacaleras a la hora de enfrentar legislaciones restrictivas, de acuerdo con la investigación que lleva adelante el equipo de la Universidad de California que integra Sebrié.
Para evitar que la ley imponga la prohibición total de fumar en lugares públicos y privados –como establece el texto del ministro de Salud–, la industria –en otras partes del mundo– y el proyecto de Fellner aquí proponen la habilitación de espacios para fumadores y no fumadores en sitios como cines, teatros, estaciones de ómnibus, trenes, aeropuertos, hoteles, sitios de trabajo; y en restaurantes y bares de una superficie superior a los 80 metros cuadrados, la opción de usar equipos de extracción y renovación de aire que minimicen el impacto del humo sobre los no fumadores. “Es exactamente lo que buscan las tabacaleras. Es la estrategia que usan para enfrentar leyes que imponga espacios ciento por ciento libres de humo. Han desarrollado programas llamados de ‘convivencia en armonía’ o ‘cortesía de elegir’ que defienden la convivencia entre fumadores y no fumadores. Es una iniciativa voluntaria de la industria, que incluye el ofrecimiento a los hoteles, bares y otros lugares de acceso público de asesoramiento técnico para la instalación de equipos de extracción y ventilación. Incluso tienen una red de expertos internacionales y agencias que venden los equipos. Estos programas usan palabras clave como ‘tolerancia mutua’ y se identifican con el símbolo oriental del yin y el yang. Pero está demostrado que estas medidas no garantizan que los espacios estén realmente libres de humo y se proteja la salud de los no fumadores”, explicó Sebrié.
En el programa de Convivencia en Armonía elaborado por British American Tobacco de México, al que tuvo acceso este diario, se advierte a hoteleros y dueños de bares y restaurantes sobre las políticas prohibicionistas, y como ejemplo se menciona el caso de la provincia argentina de Santa Fe. “¡No espere una prohibición!”, exhorta la transnacional para que tomen medidas como las que propone Fellner, y así lograr neutralizar una legislación más dura.
–¿Por qué la industria les teme a los espacios ciento por ciento libre de humo? –le preguntó Página/12 al médico rosarino Sebrié.
–Porque reduce dramáticamente su rentabilidad. Está probado que al haber menos chances de fumar, disminuye el consumo de cigarrillos en un 30 por ciento y se promueve que la gente deje de fumar. Además, este tipo de medidas reduce la iniciación en los jóvenes y la aceptabilidad social del consumo de tabaco.
Otra de las iniciativas que teme el sector tabacalero tiene que ver con la restricción de la publicidad de cigarrillos, señaló Sebrié. El proyecto del ministro es muy severo en este aspecto: sólo permite la publicidad y promoción de productos elaborados con tabaco en el interior de los lugares de venta y prohíbe a los fabricantes, productores y comerciantes de cigarrillos auspiciar o patrocinar cualquier tipo de actividad o evento cultural o deportivo. El texto de Fellner, en cambio, es mucho más permisivo: impide sólo la publicidad en publicaciones o espectáculos dirigidos a menores de 18 años y dentro del horario de protección al menor en radio y televisión.
La tercera gran diferencia entre ambas iniciativas son las advertencias sanitarias en los paquetes de cigarrillos. La de González García establece que deben ocupar un 30 por ciento de la superficie de ambas caras del envase; la de Fellner, habla sólo del 20 por ciento. El del ministro obliga a incluir “imágenes” que alerten sobre las consecuencias del fumar, como las que se usan en Brasil, donde en los paquetes se ven rostros cadavéricos de personas con cáncer. Son imágenes de alto impacto. Fellner, en cambio, aclara que se pueden usar imágenes sanitarias “siempre que no afecten el pudor ni la sensibilidad de la personas”.
En cuanto al contenido de las leyendas, las que enumera el texto del Ministerio de Salud son: “Fumar causa cáncer”; “fumar causa adicción”; “fumar causa enfermedades cardíacas y pulmonares”; “el humo es causa de enfermedad y muerte” y “la mujer embarazada que fuma causa daños irreparables a su hijo”, entre otras opciones que deberán rotarse cada seis meses; las frases propuestas por Fellner dicen: “Fumar puede causar cáncer”; “fumar puede causar adicción”; “fumar puede causar enfermedades cardíacas y respiratorias”; “la mujer embarazada que fuma puede causar daño a su hijo”. Consultada sobre este aspecto, la senadora jujeña respondió: “Usamos la palabra puede porque no a todo el mundo el cigarrillo le produce cáncer”. Es cierto. Pero también está demostrado científicamente que el tabaco causa cáncer.
De acuerdo con el Programa Nacional de Control del Tabaco del Ministerio de Salud, el consumo del tabaco causa 40 mil muertes anuales en el país, de las cuales 6 mil se deben a la exposición pasiva al humo del tabaco. El costo del tratamiento de las enfermedades relacionadas con el tabaco es de más de 4330 millones de pesos por año, una cifra que representa el 15,5 por ciento del gasto público total en salud. “Mientras tanto, los impuestos al tabaco recaudados por el Gobierno son de 3500 millones de pesos al año”, compara el estudio publicado por la Universidad de California.
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