EL PAíS
Un aviso discreto para que el Congreso hable de Australia
Para la embajadora de Australia, si no se aprueba el tratado de cooperación nuclear, corre peligro la venta de un reactor.
@Serían apenas dos barriles de 200 litros cada uno de combustible nuclear en tránsito cada año, y el precio a pagar es perder un contrato de exportación de tecnología nuclear. Sin decirlo abiertamente y con gran cortesía de diplomática, la embajadora de Australia, Sharyn Minahan, desmintió que la Argentina sea un “basurero nuclear” e insinuó que la demora en el Congreso local en tratar el acuerdo de cooperación tecnológica puede hacer peligrar la exportación de un reactor de la empresa Invap.
La fábrica nuclear argentina Invap, radicada en Río Negro, ganó una licitación internacional para construir un reactor en Australia. La noticia sería buena sin ambigüedades si no fuera porque el pliego incluía una cláusula donde el país que ganara el contrato podría tener que llevarse el combustible radiactivo, tratarlo y devolverlo, si Australia así lo pedía. De inmediato se alzaron voces señalando los peligros de una maniobra así con materiales tan delicados y la posibilidad de que la Patagonia se convirtiera en depósito de basura nuclear.
La embajadora Minahan aclaró ayer que lo que el contrato pide es “tratar” el combustible usado, y no “depositarlo”. La diplomática subrayó que el material “volvería de inmediato a Australia y no quedaría guardado en la Argentina, en absoluto”.
“Hace cuarenta años que tenemos un contrato así con una empresa francesa”, explicó Minahan, en referencia a la firma que construyó en los años sesenta un reactor de investigaciones para el gobierno australiano. “Francia acepta el combustible gastado, hace el tratamiento correspondiente y después lo devuelve.”
Australia “quiere seguir con ese contrato”, explicó la embajadora, “y Francia ha dicho que no ve ninguna razón por la cual no seguiría. Así que no estamos pidiendo a la Argentina aceptar sí o sí combustible gastado del nuevo reactor que está construyendo una empresa de este país. Si algún día Francia no aceptara más el combustible, se buscarán otras alternativas, porque el acuerdo no dice que la Argentina está obligada a tratar el material, sino que estaría obligada a buscar una solución. Hay otros países que tienen la tecnología y las instalaciones para poder hacer eso y cada año hay más países que están tratando de ofrecer ese servicio”.
En el momento de ganarse la licitación, las organizaciones ambientalistas denunciaron como peligrosa la misma posibilidad de recibir los materiales nucleares. Para la diplomática, “nunca se produjo un accidente con este tipo de combustible” en todo el mundo. Y señaló que el reactor argentino en Australia produciría, por su pequeña escala, “apenas dos tambores de 200 litros cada uno, una cantidad ínfima frente a los miles de toneladas del mismo tipo de combustible que ya existen en la Argentina por las centrales que ustedes tienen”. Y, subrayó Minahan, ni siquiera ese “aporte” de Oceanía quedaría aquí: “Una vez tratados, los dos tambores volverían de inmediato a mi país”.
Pero la embajadora tiene un foco de preocupación mayor en el confuso estado de la política argentina. El acuerdo de cooperación binacional en materia nuclear nunca fue aprobado en el Congreso argentino, que no parece estar en condiciones de concentrarse en el tema. De hecho, los únicos que tienen posición tomada y argumentos sólidos para presentar en el asunto son los ecologistas, cerradamente opuestos al negocio.
“Lo que nos preocupa es que todos los problemas que están provocando los que están en contra puedan generar demoras en la construcción del reactor”, dijo la embajadora australiana, que atacó a los ecologistas diciendo que “le quieren hacer creer a la gente que va a venir mucha cantidad y que se va a quedar aquí, y eso es falso”. Y agregó, como un discreto aviso: “Esto causa problemas prácticos para Australia, pero también problemas para la imagen de la empresa Invap y para la imagen de la Argentina como contratista internacional”.