Martes, 24 de abril de 2007 | Hoy
El cardenal Jorge Bergoglio hizo referencia al martirio de Esteban, al abrir la asamblea de la Conferencia Episcopal. El Presidente usó la frase bíblica al referirse a la oposición.
Por Washington Uranga
“La Iglesia fue, es y será perseguida”, dijo el cardenal Jorge Bergoglio en su homilía de apertura de la asamblea de la Conferencia Episcopal. “El Señor ya nos lo advirtió para que estuviésemos preparados”, enfatizó el presidente de los obispos desde Pilar, donde se encuentra reunido el Episcopado. “Nosotros estamos dispuestos a poner una mejilla, la otra mejilla, el corazón o la espalda siempre”, dijo el presidente Néstor Kirchner poco después, hablando en un acto en la Casa Rosada. Y subrayó que “a veces, ni quienes predican el Evangelio lo hacen”. Las afirmaciones de Bergoglio se dieron en el marco de una reflexión bíblica a partir de un texto de San Lucas en el que se describe el martirio de Esteban. “La escena se da en un marco de disputa”, contextualizó el cardenal. Las palabras de Kirchner tuvieron lugar durante el acto de apertura de sobres para la licitación de una autovía en la provincia de Buenos Aires y en el marco de críticas que el Presidente hizo a la oposición.
Más allá de la buscada ambigüedad de las frases, pero también de la precisión de las palabras utilizadas, resulta difícil leer ambos textos al margen de la tirantez evidente en las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno. “La Iglesia será perseguida en la medida en que mantenga su fidelidad al Evangelio”, porque “el testimonio de esta fidelidad molesta al mundo, lo enfurece y le rechinan los dientes, mata y destruye”, siguió diciendo el titular de la Conferencia Episcopal en su explicación del texto bíblico para adaptarlo a las situaciones presentes.
Según Bergoglio, “la persecución es un acontecimiento eclesial de fidelidad; a veces es frontal y directa; otras veces hay que saberla reconocer en medio de las envolturas ‘culturosas’ con que se presenta en cada época, escondida en la mundana ‘racionalidad’ de un cierto autodefinido ‘sentido común’ de normalidad y civilidad”. Para el arzobispo porteño “los métodos fueron y son los mismos: la desinformación, la difamación, la calumnia” para convencer, poner en marcha y –como toda obra del Demonio– hacer que la persecución crezca, se contagie y se justifique (parezca razonable y no precisamente persecución)”.
Las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal eran aguardadas con expectativa en el escenario político, debido a que en los últimos días crecieron los rumores respecto de tensiones entre Gobierno e Iglesia, en particular después de que el secretario del Episcopado, Sergio Fenoy, reiterara que los obispos sólo se entrevistarán con Kirchner después de ser recibidos por las autoridades del Congreso, Alberto Balestrini y Daniel Scioli, siguiendo el procedimiento que ellos mismos establecieron para los “contactos institucionales”. La homilía de Bergoglio ante casi un centenar de obispos, al comenzar la asamblea plenaria, bien puede leerse como una respuesta a los trascendidos de fuentes oficiales que insistieron en la voluntad del Gobierno de dialogar con el Episcopado sobre todos los temas de interés común. En el mismo contexto podría entenderse la reacción presidencial, dedicando un párrafo “a quienes predican el propio Evangelio” en el marco de críticas a la oposición, mientras ofrecía “poner una mejilla, la otra mejilla, el corazón o la espalda siempre”.
En su homilía de apertura, Bergoglio tampoco descuidó el frente interno, donde es sabido que muchos obispos lo critican cada vez más decididamente, precisamente por lo que consideran su “intransigencia” respecto de la actitud dialoguista con el Gobierno que le fue solicitada en más de una oportunidad. A éstos el cardenal les dijo que “la tentación para la Iglesia fue y será siempre la misma: eludir la cruz, negociar la verdad, atenuar la fuerza redentora de la cruz de Cristo para evitar la persecución”. Y, para darle aún más fuerza a su afirmación, Bergoglio sostuvo que “¡pobre la Iglesia tibia que rehúye y evita la cruz!”. Por si a alguno de sus colegas obispos no le quedó claro el mensaje el presidente del Episcopado reafirmó que si la Iglesia busca evitar “la persecución” le sucederá que “no será fecunda, se ‘sociabilizará educadamente’ en su esterilidad con ribetes de cultura aceptable”. Para rematar esta parte de su alocución diciendo que “éste es, en definitiva, el precio que se paga, y lo paga el pueblo de Dios, por avergonzarse del Evangelio, por ceder al miedo de dar testimonio”. Por ese motivo les pidió a los obispos reunidos en asamblea elevar una plegaria para que Dios “nos conceda la gracia de no avergonzarnos de la cruz de Cristo, de no ceder a la tentación de que, por miedo, conveniencia o comodidad, negociemos la estrategia del reino que entraña pobreza, humillaciones y humildad”. El plenario episcopal se extenderá hasta el sábado y aún no se conoce si emitirá un documento fijando posiciones.
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