EL PAíS › CONVOCATORIA DE DUHALDE Y EL EPISCOPADO A LA CONCERTACION
“Para enfrentar el derrumbe final”
El presidente Eduardo Duhalde, el presidente del Episcopado, Estanislao Karlic y el delegado de la ONU, Carmelo Angulo, convocaron ayer por cadena nacional a las fuerzas políticas, empresariales y sindicales.
En su convocatoria por cadena nacional a una concertación, el presidente Eduardo Duhalde dejó por lo menos dos cosas en claro: una, que dado lo crítico de la situación no quiere que el llamado pase sin pena ni gloria como tantas veces en la historia reciente del país, y la otra, que ha decidido transitar este camino de la mano de la Iglesia. Al reiterar su renuncia a cualquier candidatura, el Presidente buscó colocarse en el rol de “un trabajador más de esta convergencia que reúna a las principales fuerzas políticas, empresariales y sindicales para enfrentar el derrumbe que nos pone en el límite de la anarquía y violencia fratricidas”. Duhalde apareció flanqueado por el titular de la Conferencia Episcopal, Estanislao Karlic, y el coordinador del Programa de la ONU para el Desarrollo, el español Carmelo Angulo, quienes también dedicaron sus discursos a explicar el sentido de la convocatoria. Si bien el mensaje fue siempre en el tono componedor lógico para estos llamados, Duhalde no se privó de recordar a los “ineptos y corruptos” que llevaron al país a la actual crisis.
La idea no tiene mucho de nueva. Es más, en el último año del gobierno de Fernando de la Rúa se habló varias veces sobre la posibilidad de realizar una convocatoria de este tenor, aunque invariablemente la propuesta quedó en la nada: que todos los sectores del país se pongan de acuerdo en cuatro o cinco puntos de la agenda social, cuestión de transformar esos acuerdos en “políticas de Estado”. Duhalde hizo suya la propuesta y anunció ayer que el objetivo final de esos acuerdos debía ser “reconstruir los fundamentos del trabajo”.
Si bien la idea puede que no sea del todo original, sí lo fue el marco desde el cual la lanzó anoche el Presidente. En el patio del recién restaurado convento de Santa Catalina de Siena, sentado en una sencilla mesa de madera, Duhalde apareció junto a Karlic y Angulo en las ubicaciones reservadas para quienes harían uso de la palabra. De fondo, una bandera argentina se asomaba de una de las arcadas del patio y se movía suavemente con la brisa. Unos metros a la derecha, observaban la escena los delegados de la Iglesia para el diálogo: los obispos Juan Carlos Maccarone, Jorge Casaretto y Artemio Staffolani.
El mensaje fue grabado antes de las 19 y se emitió a las 21. Duhalde comenzó un poco tenso, pero luego se fue soltando. Si bien tenía el discurso escrito de forma que los obispos pudieran seguirlo, el Presidente siempre trató de mirar a cámara y hablar de forma natural.
Desde el vamos, justificó el llamado en lo grave de la crisis que atraviesa el país, a la que volvió en más de una oportunidad. En cambio, no hizo ninguna referencia a problemas más coyunturales como el famoso corralito pero hizo un guiño a uno de los reclamos más escuchados durante los cacerolazos, al hablar de la necesidad de “la imprescindible reducción del gasto político”. Duhalde reiteró su renuncia a cualquier candidatura para el 2003, además de recordar su dimisión a todo cargo partidario, cuestión de mostrarse inmune a las pujas partidarias que puedan obstaculizar la salida de la crisis.
Estos son los puntos más salientes de su mensaje:
u “Nuestro punto de partida es un presente de grave exclusión e injusticias extremas. Toda pobreza es intolerable, pero en nuestro país la pobreza ha adquirido características gravísimas”.
u “Se están vulnerando los derechos humanos básicos a la vida, la salud, la alimentación, la vivienda, el vestido, la educación. Terminar con la indigencia y la injusticia y recuperar la movilidad social ascendente son el piso de todo diálogo”.
u “Se ha cerrado escandalosamente y hasta peligrosamente un ciclo de ilusiones argentinas. Participaremos constructivamente con la voluntad de superar la crisis de esta Nación a la que nos llevaron ineptos y corruptos. Más allá de contabilizar daños y culpas y sin olvidar a los grandes responsables, hoy debemos recrear los valores esenciales de esta Patria a la que tanto amamos”.
u “Después de las soluciones de emergencia, deberemos enfocar grandes objetivos: una reforma institucional que contemple desde la imprescindible reducción del gasto político, hasta la necesaria remodelación del Estado y sus niveles de eficiencia y especialización”.
La intervención de Karlic estuvo dirigida a explicar el rol que jugará la Iglesia en la convocatoria. “La Argentina necesita de grandes dirigentes que ganen el corazón de su pueblo. Sólo así el diálogo no se transformará en un hecho sin trascendencia, en una mentira más, que dejaría a la Nación sumida en peores condiciones de desaliento y frustración”, sostuvo.
Con su fuerte presencia en el acto de ayer, la Iglesia demostró su alto grado de compromiso con la convocatoria realizada junto a Duhalde. La intención de los prelados es cumplir un papel activo en los próximos días para poder cerrar la primera etapa del diálogo en un plazo no mayor de dos meses. Karlic habló de la necesidad del acuerdo para superar en forma pacífica la crisis de un país que “ha perdido el rumbo y necesita el sostén de la esperanza”.
Tanto el Gobierno como la Iglesia suponen que sólo la foto de un acuerdo que reúna a todos los sectores del país servirá para modificar un poco la desconcertante imagen de la desbocada realidad argentina que el mundo recibió en el último mes. Creen que sólo así Estados Unidos y los organismos internacionales de crédito volverán a sentarse para negociar la posibilidad de reiniciar los envíos de ayuda.
Como cierre de los mensajes, el delegado de la ONU, Carmelo Angulo, se ocupó de resaltar las bondades del diálogo –“es el principal instrumento de la sociedad democrática”– para resolver los problemas, método que el organismo puso en marcha con éxito en otros países. “El equipo de las Naciones Unidas que asesora el diálogo es muy consciente del momento de angustia y frustración que se vive en las familias argentinas”, agregó.