EL PAíS › DESPUES DE VER A MENEM, GUELAR YA ES UN BLANCO MOVIL

“Algún huevo se tiene que romper”

El embajador en Washington está cuestionado por altos funcionarios de Gobierno. Los reproches por la desidia en política exterior alcanzan a Ruckauf, pero Guelar ofreció un flanco débil cuando se entrevistó con Menem no bien llegó a Buenos Aires.

 Por Sergio Moreno

Apenas el secretario del Tesoro norteamericano, Paul O’Neill, dejó la Argentina, una disputa hasta ese momento latente eclosionó en la Casa Rosada. “El viaje salió bien porque O’Neill y Lavagna lo hicieron bien, prolijo; por el contrario, en esto la Cancillería no existió. Algún huevo se tiene que romper”, dijo a este diario uno de los funcionarios de mayor confianza de Eduardo Duhalde. El hombre le puso palabras al relato que, momentos después, reiteraron con variaciones otros integrantes del Gabinete. El canciller Carlos Ruckauf no interrumpió sus vacaciones en New York para acompañar al norteamericano que el Gobierno argentino esperaba como a Moisés frente al Mar Rojo y el embajador en Washington, Diego Guelar –que llegó a Buenos Aires en viaje oficial para participar de la gira de O’Neill–, fue tachado de la lista de los participantes a la reunión con el amigo americano luego que en el Gobierno se enteraran que, apenas un día antes, fue a visitar a Carlos Menem al country que le presta su amigo Armando Gostanian.
Con más o menos vehemencia, varios integrantes del Gobierno consideraron que la relación de Guelar con Duhalde se resintió notoriamente. Las versiones no fueron homogéneas. Los más vehementes estimaron una salida más o menos perentoria de Guelar de la casona de Dupont Circle, en Washington. Otros, más fogueados en estas batallas, estimaron que será el Presidente que decida si lo renuncia y cuándo, aunque aclararon que eso podría no ocurrir si Duhalde considera que no conviene cambiar de embajador en los Estados Unidos solo siete meses después de designarlo.
Uno de los principales enemigos de Guelar en la Rosada es el vicejefe de Gabinete y ex vocero, Eduardo Amadeo. La inquina reconoce su génesis en el momento en que el Gobierno, bajo la mediación de Amadeo, contrató los servicios de la consultora Zemmi Communications, propiedad de Alan Stoga y Henry Kissinger, para desplegar una tarea de lobbying particularmente entre los financistas de la costa este. Amadeo y Stoga son viejos amigos y comparten membrecía en la Americas Society. El estado público que tomó la forma del contrato, su calidad y costos, trajo aparejado una catarata de críticas para el gobierno. Amadeo siempre achacó a Guelar la filtración y el boicot a su iniciativa. Guelar solía sospechar que Amadeo intentaba armar una diplomacia paralela en Estados Unidos, su territorio. La cancha estaba marcada, las armas listas.
Los recelos fueron creciendo hasta que a nadie del Gobierno le quedó detalle sin conocer de esa disputa. Amadeo no dejó pasar oportunidad para poner la lupa sobre la acción del embajador. Su momento llegó cuando Guelar respondió al New York Times su publicación del testimonio de un espía iraní que complicó a Carlos Menem con el presunto cobro de una coima de 10 millones de dólares por parte de Irán para encubrir la participación de ese país en el atentado a la AMIA. Guelar dijo que había respondido tratando de salvar el honor del Estado argentino, y que ésa era la obligación de todo embajador. Pero la lectura en Balcarce 50 fue que el diplomático aprovechó para defender a Menem.
El viernes pasado Guelar llegó a Buenos Aires en viaje oficial, para participar de la gira de O’Neill. Como compete a todo diplomático de su rango, debía estar en las reuniones que mantendría el funcionario norteamericano con el Presidente argentino y con el ministro de Economía, Roberto Lavagna. También el canciller debería haber participado, pero Ruckauf estaba de vacaciones.
Guelar estaba en la lista de la reunión que mantendrían en Olivos Duhalde, Lavagna y el secretario del Tesoro. Pero el martes, un día antes del meeting, el embajador decidió visitar a Carlos Menem en la quinta del country Armenio donde se recluyó, que le presta Armando Gostanian.
La visita al riojano fue aprovechada por quienes malquieren a Guelar. Su nombre fue extirpado de la nómina de los asistentes argentinos a la reunión con O’Neill. Amadeo, en cambio, sí fue de la partida pese a ser solo vicejefe de Gabinete. –Así está este país –se quejaba ayer el embajador–. Es demencial, si hasta me dijeron que le habían pedido la renuncia a Jorge Faurie (el vicecanciller).
Guelar sostiene que su exclusión fue fruto de una disposición previa de la Cancillería, que decidió no participar de las actividades, tal como ayer dijo Carlos Ruckauf a la prensa. En rigor, lo que Ruckauf intentó decir es que el Ministerio de Relaciones Exteriores decidió no participar de las relaciones exteriores de la Nación en oportunidad de producirse la visita del funcionario extranjero más esperado por el Gobierno nacional.
“La impresión es que en la interna entre Amadeo y Guelar va ganando Amadeo, pero dependerá de Duhalde el plazo de permanencia del embajador. No creo que haya nada inminente”, comentaba un secretario de Estado cercano al Presidente y al canciller que no fue piadoso con el diplomático. “Si a mí me hubiesen hecho eso (dejarlo afuera de la reunión), ya hubiese presentado la renuncia”, dijo a este diario.
La renuncia no está en los planes de Guelar, quien piensa regresar el lunes a las orillas del Potomac.
Happy hollidays
“La Cancillería hizo todo mal: el canciller estaba de vacaciones y el embajador visitaba a Menem. En este Gobierno hay muchos que no quieren a Ruckauf y yo no sé que va a hacer con él el Presidente, pero algún huevo se tiene que romper, alguien tiene que pagar”, fue la frase completa deslizada ante Página/12 por uno de los hombres de máxima confianza de Duhalde, desplegando un retazo del estado de ánimo de algunos de los integrantes del Gabinete.
Otro funcionario, en cambio, minimizó la existencia de cualquier acto punitivo contra el ex gobernador de Buenos Aires por parte del Presidente. “Tienen una muy buena relación y Duhalde ya sabe que Rucu está hace mucho de vacaciones. No creo que `El Negro’ le vaya a plantear nada. Me parece que el va a perder va a ser Guelar...”, dijo.
Ruckauf salió de la Argentina el 1º de agosto pasado. En su ministerio sostienen que realizó una serie de visitas a países latinoamericanos y que finalmente, por cuestiones de trabajo, recaló en New York. No obstante, uno de sus hombres de máxima confianza dijo ayer a este diario:
–Le voy a ser sincero: a Carlos le trasladaron al yerno a Nueva York, creo que el muchacho trabaja en un banco o algo así. Y (Ruckauf) se fue a ver a los nietos. Le puedo asegurar que los nietos tiran casi más que los hijos. Cuando los tenga va a entender.
El canciller prefirió quedarse en Manhattan, con su familia, a acompañar a O’Neill hasta Buenos Aires para cumplir la tarea por la que el Estado le paga su sueldo: hace lobby por los intereses nacionales. Ayer, al descender del Tango 0-1 procedente de Colombia –donde se encontró con Duhalde–, el ministro de Relaciones Exteriores explicó que la decisión fue no participar de la gira de O’Neill, excepto en cuestiones de ceremonial. Su particular reflexión fue que como quien realizaba la gira era el máximo funcionario del área económica de Estados Unidos, la faena debía recaer en las autoridades económicas argentinas, verbigracia, Lavagna, tal como ocurrió.
“La verdad es que la gira salió bien gracias a O’Neill y a Lavagna, que laburaron bien, fueron prolijos. Si fuese por la Cancillería...”, se quejaba un principalísmo colaborador del Presidente, resignado a vivir en un país donde un ministro puede decir que su trabajo no es ser ministro.

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Diego Guelar y George W. Bush, cuando el embajador aún tenía representatividad.
 
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