ESPECTáCULOS › LAURA OLIVA, DE “GRANDIOSAS” A UNA OBRA TEATRAL CON EL SEXO COMO TEMA CENTRAL
“La televisión es un espectáculo penetrante”
La actriz y conductora es una de las protagonistas de “Todos tenemos problemas (sexuales)”, que retrata casos aparecidos en una sección de consulta del diario “O Globo”. En esta entrevista, analiza la relación entre el humor y el sexo, y la nueva cara de los programas “de mujeres”.
Por Mariano Blejman
¿Quién será Roberto? Es la pregunta que surge de tanto escuchar cómo ella, la actriz Laura Oliva, lo menciona una y otra vez en “Grandiosas”, el programa de Canal 13 que conduce junto a Fanny Mandelbaum y Karina Mazzocco. Allí lo interpela, le pregunta, le pide que la escuche. Las mujeres le demandan “¿Algún día lo vas a traer al canal?”. Ella, por el momento, sólo armó un sketch con el –a esta altura– personaje. Por momentos, salvando ciertas distancias, el “Roberto” de Laura Oliva parece ocupar el espacio que tenía la “Berta” del genial Tato Bores. ¿Pero quién será Roberto? La pregunta vuelve a hacerse presente al ingresar a su casa de Corrientes y Serrano. Las paredes del living son blancas y están casi vacías, los cubiertos recién apilados a punto de lavarse y los muebles no se dejan ver aunque hace dos años que ella vive allí. De pronto, un gato siamés de ojos delineados salta sobre los hombros y Laura Oliva lo espanta con cierta ternura: “Salí, Roberto”, le dice al gato. Enigma resuelto.
Oliva –otrora integrante del circo Rodas, partenaire cómica de Antonio Gasalla y coreógrafa de los programas de Nicolás Repetto, entre otras cosas– acaba de estrenar la obra Todos tenemos problemas (sexuales), de Domingo Olivera y Alberto Goldin, con dirección de Lía Jelín (protagonizada además por Alejo García Pintos, Mara Bestelli, María Rojí y Mike Amigorena, en La Trastienda, de jueves a sábado a las 21 y los domingos a las 19). Está basada en seis cartas reales de lectores del diario brasileño O Globo que cuentan sus problemas sexuales y exigen una respuesta. “Es una comedia, aunque tiene un trasfondo bastante patético”, confía Oliva a Página/12.
–La relación entre el humor y el sexo, ¿resuelve problemas?
–El humor es bueno para todo. Es mi manera de abordar las relaciones humanas e incluso las sexuales. Es una forma de alivianar sin que se pierda el fondo. De todos modos, vamos a tratar temas profundos: la primera carta que se interpreta en la obra tiene que ver con la seducción. La segunda, con la curiosidad de una pareja de casados en que ella, virgen hasta el matrimonio, quiere una experiencia sexual con otro hombre y le pide permiso al marido. La tercera es la impotencia de una persona que toma Viagra. La cuarta es la perversión de una violación. La quinta es de una pareja que se enamora chateando en la computadora. La última es de preferencias sexuales, que empieza con cuestiones de juegos de pareja y él se desbanda. Son seis escenas separadas que no interactúan entre ellas.
–¿Una obra de teatro puede ofrecer alguna respuesta?
–Parece que van a traer soluciones, aunque por los resultados que se ven es más bien un despelote. Sin embargo, el humor básicamente es eso: decir cosas serias desde la risa. Un modo de decir a otro “sos patético” y que no se enoje. O también una forma de defensa. Es mucho más duro tener los huevos necesarios para decirle a alguien “patético” que hacerlo con el ablande del humor. A mí me parece patético que haya gente que recurra a la columna de un diario para pedir soluciones sexuales.
–Muchos van a la televisión también...
–Pero son problemas muy dramáticos. Porque el adorno de la torta en la obra es el humor, pero la verdad está en el bizcochuelo. Y la pregunta es cómo agregarle humor a un personaje pacato que se somete a una violación, por poner un caso.
–¿Y en televisión cómo resuelve ese tipo de problemas?
–En “Grandiosas” estoy actuando sin tanto personaje, sin tanta peluca y teniendo el permiso de ir y venir.
–¿Sufre el problema de tener que ser graciosa aún en la vida real?
–Ese es el gran karma de la profesión. Antes, cuando trabajaba con Antonio Gasalla, me pasaba más. Yo tengo estados diferentes igual que todos. Si voy manejando y no estoy muerta de risa es lógico, ¿o no? ¿O quieren que ande manejando con una carcajada loca? Ese es el karma del humor. Tuve que comerme alguna que otra mala onda por eso. Al principio me lo tomaba muy a pecho, pero ahora entendí que son las reglas del juego. Si no hago el chiste permanente en la calle, que lo sepa el público, no es nada personal.
–Hay muchos humoristas serios en la vida real. Gasalla, Calabró y, en otro ámbito, Quino.
–Parece como un denominador común. Es que esa hora en el aire de buen humor lleva tanta energía que es inevitable apagarse cuando se apaga la cámara. Cuando se empieza a sufrir el tema de “¡Eh, no estás siempre bien!” te vas al otro extremo y estás con cara de orto todo el tiempo, hasta que te quedás en el medio.
–Usted trabajó en un circo. ¿La televisión no le parece un circo?
–La tele es un espectáculo penetrante, violento. Tiene la inmediatez de los cinco minutos en casa.
–Pero tendrá sus elefantes, sus monos...
–Claro que sí, pero si me está pidiendo nombres no se los voy a dar. Tiene de todo un poquitito: equilibristas, gente que se cae de la soga, gente que vuelve a subir, gente que hace cualquier cosa por mantenerse arriba. Hay de todo un poquitín.
–Cuando se juntan varios ciclos de mujeres, ¿es moda o casualidad?
–Empezamos a romper con el molde de los programas femeninos y esto funcionó. A partir de ahí, creo en algún tipo de moda. No creo que “Grandiosas” lo sea, pero sí que haya setecientos veintidós programas llenos de mujeres hablando hasta de fútbol, es demasiado.
–¿Hablan mucho las mujeres?
–En los cortes de “Grandiosas”, por ejemplo, nosotras nos quedamos mudas.
–Al fin, ¿va a presentar a Roberto en cámara?
–Roberto surgió en “Infómanas”, con la Negra Vernaci. Ahora en el programa surgió la necesidad de que apareciera corpóreamente aunque degeneró en su madre, Betty, que pegó mucho más que el personaje de Roberto, así que evidentemente las mujeres estamos al frente. Mi gato, en cambio, se llama Roberto, pero Roberto Carlos.