Lunes, 13 de agosto de 2007 | Hoy
EL PAíS › LANZAMIENTO DEL DISCO LA “MISA DEL TERCER MUNDO”, CON TEXTOS DEL CURA CARLOS MUGICA
Tres décadas después de que el gobierno de Isabel Perón prohibiera el homenaje al padre Mugica y confiscara las 50 mil copias de la obra, el disco se presenta este viernes. Dos monjas recuerdan el trabajo que realizaba el cura y las tensiones con la Iglesia.
Por Alejandra Dandan
Quizá con el tiempo alguien pueda empezar a hablar de lo que ahora ellas no hablan para no escandalizar a quienes recorren los elegantes pasillos de esta especie de casa parroquial en el corazón de Barrio Norte. Allí mismo, donde durante los años de plomo las monjas les ofrecieron sus sótanos a los perseguidos políticos del ERP y Montoneros, en septiembre de 1974, poco después de su asesinato, estuvo a punto de lanzarse un singular disco de homenaje al padre Carlos Mugica. Pasados más de treinta años, el lanzamiento vuelve a anunciarse, porque aquella vez no se hizo: el gobierno de Isabel Perón prohibió el homenaje, secuestró e incautó las 50 mil copias del disco. El viernes próximo el Instituto Católico para la Cultura Religiosa abrirá sus salas para difundir, ahora sí, la Misa del Tercer Mundo cantada por el Grupo Vocal Argentino, con textos del cura Mugica. Será, tal vez, una reparación.
La historia de este disco de Mugica parece encerrar capítulos de otra gran historia todavía no del todo conocida, aquella que nació entre las catacumbas de las iglesias porteñas, en los sótanos o salones escondidos de aquella Iglesia militante que antes y durante la dictadura nadó a contracorriente de las disposiciones de las cúpulas clericales y políticas. En ese espacio cobró vida la Misa del Tercer Mundo. Los textos son canciones de misa reescritas con el puño mordiente del cura para entonces ya comprometido con los espacios sociales de los pobres. Marta Mugica, su hermana, todavía conserva la tarjeta de presentación de ese evento que estaba anunciado para el 23 de septiembre de 1974, pero fue prohibido por una orden de aquel Ministerio del Interior.
Las hermanas Mabel Basciala e Hilda Carboni estuvieron ahí en ese momento. Entraron a la Compañía del Divino Maestro en 1955 cuando aún eran niñas y buscaban refugios en las casas de los católicos elegantes del barrio para protegerse de las turbas peronistas. Con el paso del tiempo, demasiadas cosas sucedieron en sus vidas, entre otras la cercanía de Mugica y el nacimiento de la Iglesia de los pobres. A pedido de Página/12 ellas mismas hablan sobre aquel momento, al que ahora misteriosamente vuelven una y otra vez, y en ocasiones repasan incómodamente.
“Nosotras estábamos cerca”, dice Mabel. “Había otras religiosas temerosas y otras que se mantenían lejos, pero otras nos comprometimos más en esos años y nos fuimos a vivir a los barrios para estar más cerca de la gente, por eso decimos que vivíamos la fe desde esa realidad política que se planteaba.”
El Instituto de Cultura Religiosa había sido fundado en 1943 por Natalia Montes de Oca como un espacio social y cultural para la formación de mujeres. Quienes consagraron su vida al proyecto entraron en la Congregación del Divino Maestro desde donde nacieron distintas obras: bajo el influjo del pensamiento de Paulo Freire, dieron vida a una escuela de Servicio Social, uno de los únicos dos terciarios de Buenos Aires que dieron forma a las futuras carreras de trabajo social.
Mabel dirigía ese espacio, molesto y provocador para vastos sectores de la Iglesia. “Ahí se formaban las futuras trabajadoras sociales con una visión social y política que empezaba a ser cuestionada por la sociedad de entonces, incluso también a veces algunos sacerdotes y obispos cuestionaban la formación que brindábamos.” De esa escuela social surgieron muchos de los jóvenes que luego acompañaron a Mugica en el trabajo de las villas, y muchos de los padres de los sectores más acomodados de Buenos Aires que golpearon más de una vez las puertas de las hermanas para reclamarles, preocupados, por el futuro de sus hijos. Muchos de esos hijos desaparecieron.
“El problema era que en la escuela –explica Mabel– rompíamos con la idea de la beneficencia, del asistencialismo.” Ya para entonces las monjas intentaban llevar a la práctica los principios de los curas más combativos. Se habían ido a vivir a un departamento de Catalinas, en La Boca, el primero de los tres barrios en los que desembarcaron para estar más cerca de la gente y un poco más lejos de las barandas espiraladas y las galerías abovedadas de la mansión de Rodríguez Peña, donde funcionaba la casa cultural. Mugica las acompañó en La Boca, pero también las acompañó en el instituto donde daba misa, se reunía con los estudiantes, con seminaristas y con los curas cercanos al movimiento del Tercer Mundo.
En esa época, el cura ya tenía dificultades. Dice Mabel: “Carlos ya buscaba proyectarse como un servidor de los pobres y tenía resistencias del obispo y de sacerdotes. Cuando nos preguntaba qué hacer, le decíamos lo que pensábamos: ‘Tenés que ser inteligente, buscar estrategias, no ponerte en contra del obispo, salvá también tu vocación y tu vida’, porque explotaba fácilmente, era muy apasionado”.
El obispo lo amaba y criticaba a la vez, dicen las mujeres. “Lo quería mucho y uno tenía la sensación de que de alguna manera lo invitaba a irse.”
–¿Cómo se notaba?
–El trabajo por la justicia y por los pobres en ese momento era muy conflictivo –dice Mabel–, si estabas con los pobres eras zurdo y si eras zurdo no eras cristiano o no eras parte de esta Iglesia que no se definía del todo.
–¿Lo llamaban para llamarle la atención?
–El iba mucho –dice Hilda–. Era muy hijo. Lo querían como persona. El contaba todo lo que le pasaba y le decían no, por acá no va.
–¿Puede decirse que las tensiones con la Iglesia se acentuaron con el tiempo, a medida que su compromiso creció?
–Se acentuaron mucho –dice Mabel–, y por eso llegó donde llegó. No se jugaron por él todos cuando lo mataron, y eso lo sabemos. Eramos muy pocos, en realidad hubo millones de personas que se acercaron, pero la Iglesia en su cúpula, presente, era muy poquita.
Mugica murió asesinado el 11 de mayo de 1974, en la puerta de una capilla. Hilda escuchó esa noticia por radio, corrió y encontró el cuerpo todavía tirado y sangrante, porque estaba apenas a unas cuadras.
Cuando aún estaba con vida, el cura reescribió los textos clásicos de la misa, una costumbre de muchos otros sacerdotes, pero que en él dejó huellas, porque se le ocurrió transcribirlos. Las monjas del Instituto no saben si el cura usó alguna de sus máquinas de escribir para pasar las letras de las canciones, pero tampoco lo descartan. El cura usó esas salas para todo porque era como una segunda casa. Creen que en los salones habrá garabateado alguno de los textos que terminaron integrando el disco de la Misa del Tercer Mundo. Luego de su muerte, en el momento del lanzamiento, los servicios secretos apostaron gente en los alrededores de la entrada del instituto para tomar nota de quienes estaban cerca, de quienes trabajaban ansiosamente para preparar el encuentro.
Daniel García es el hijo del productor del sello discográfico que dio impulso a aquella osadía, su padre murió y con el tiempo se prometió a sí mismo darle lugar a lo que nunca había ocurrido. Esa reconstrucción o, mejor, esa tarea de rescate, empezó hace dos años cuando intentó buscar a los dueños de los derechos de autor y entender qué había pasado con los discos. “Mi viejo era Julio García, gerente de promoción y difusión de muchas empresas discográficas. Trajo a Parchís, a Serrat cuando nadie lo conocía –explica–. Mugica llegó a través de un amigo de mi viejo, Carlos Lascano, que era productor de la Misa del Tercer Mundo.” Una parte no oficial de la historia cuenta que Lascano buscó a Julio García muerto de miedo, porque había caído la orden del secuestro de los discos. En esa ocasión le pasó un viejo disco LP preparado para el lanzamiento. “El ministro Rocamora emitió la orden de secuestrar todo el material y destruirlo –indica García–: automáticamente los 50 mil discos desaparecen casi todos. Debe haber entre cuatro o cinco dando vueltas nomás. Y lo que yo hice, digamos, es cumplir con la promesa de mi padre.” En estos dos años rastreó copias, los papeles de Sadaic, habló con productores que no tenían noción del disco pero se ofrecieron a tramitar los aspectos legales porque García podía haber intentado sacar el disco por las suyas, pero los derechos aún eran de la RCA, hoy Sony BMG. Finalmente, lo lanzarán ellos, aunque en el camino el disco de Mugica tuvo que pelearle espacios a la vida, a la muerte y hasta al presupuesto proyectado para el relanzamiento de Soda Stereo.
“Señor, tú solo;
el totalmente otro.
El que rescata para siempre
la creatividad humana,
en unión con el Padre,
fuente de la vida,
de la energía, del amor”
Este texto de Carlos Mugica se incluye en “Gloria” de la Misa del Tercer Mundo, el disco que se basa en letras del cura, con música de Roberto Lar e interpretación del Grupo Vocal Argentino. Como homenaje al padre, a 33 años de su prohibición, el disco tendrá su presentación este viernes, a las 19, en el Teatro La Comedia, del Instituto Católico para la Cultura Religiosa, en Rodríguez Peña 1062, con la participación de Marta Mugica, Alberto Sily y Daniel García.
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