Lunes, 13 de agosto de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Washington Uranga
La exclusión es un proceso de desagregación de sectores de la ciudadanía y no sólo el resultado de diferencias dentro de una sociedad o la consecuencia coyuntural de una determinada crisis. La exclusión es manifestación de la descomposición social y consecuencia de una trayectoria que la fue constituyendo y conformando en el marco del sistema. No se trata entonces de adjudicar responsabilidades individuales (aunque éstas también existen), sino de desentrañar en los procesos económicos, sociales y culturales, aquellos factores que generan tal condición de exclusión para avanzar en el análisis de las causas profundas y dar los pasos consecuentes. Los jóvenes constituyen, hoy por hoy, uno de los sectores más expuestos a la situación de exclusión. Pero tampoco son todos los jóvenes. Porque también es cierto que en el país se ha producido un fenómeno de fragmentación que dio como resultado la existencia de jóvenes de distintas “calidades” en función también de las oportunidades existentes para ellos mismos y para sus familias. Pero en el segmento de aquellos afectados por la exclusión se constata que los jóvenes tienen menos posibilidades de conseguir empleo que los adultos, que las mujeres están más perjudicadas que los varones y que, siempre en materia de empleo, los que viven en áreas rurales están en peores condiciones que los que habitan en centros urbanos. Pero en el escenario urbano, particularmente en los cordones de las grandes ciudades, la problemática de la desocupación juvenil se agrava por una educación no adaptada a las condiciones y las demandas de vida (no confundir con las demandas del mercado) y con servicios de salud no acordes con las necesidades. Para no hablar de la falta de posibilidades de recreación y esparcimiento que son esenciales en esa etapa de la vida. Todo ello está directamente vinculado con el escaso valor que estos jóvenes le atribuyen a su propia vida puesta en juego en cada momento, por iniciativa y audacia propia o como consecuencia e impelidos por el contexto en el que se desenvuelven. Situaciones en las que se amontonan y entrecruzan multiplicidad de factores sin que uno solo de ellos pueda considerarse el primero o el fundamental y en los que todos son subsidiarios de los demás. Puede hablarse de la pobreza y del desempleo como causa del delito, pero también de una “cultura del delito” que justifica la no búsqueda de un trabajo asalariado o la recurrencia a la droga –extendida como una epidemia social– como causa y consecuencia de todo lo anterior. No hay una sola causa para un solo efecto. Siempre existe multiplicidad de causas entrelazadas entre sí, generando innumerables consecuencias. Por eso no basta con revisar estadísticas, o intentar dar respuestas coyunturales a uno de los temas. Los jóvenes que hoy viven en situación de exclusión son el resultado de una trayectoria social que los depositó en esa condición y no apenas de una circunstancia. Los diagnósticos no pueden reducirse a números que reflejen la gravedad del momento. Tienen que dar cuenta de ese trayecto constitutivo poniendo en evidencia todos los factores estructurales que llevan a arribar a tal situación. Por tal motivo una política pública en materia de juventud comienza por dejar de lado todo tipo de estereotipos y de discriminación, para encuadrarse en el marco de los derechos ciudadanos, garantizando a partir de la participación de los involucrados la vigencia de los derechos económicos, culturales y sociales de los jóvenes. Es una responsabilidad primera del Estado, pero no tan sólo del Estado. Es una responsabilidad pública que involucra a multiplicidad de actores. Los jóvenes no son “un problema” que tiene que resolver la sociedad. Más bien, todos los actores y sectores que conforman la sociedad tienen que asumir responsablemente el derecho a la vida digna de todos los que habitan en el mismo suelo. Porque todos y todas en distinto grado somos responsables de que una parte fundamental de nuestra propia sociedad tenga derechos ciudadanos y sociales conculcados.
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