Miércoles, 31 de octubre de 2007 | Hoy
El empresario Ignacio Liprandi, encargado de diseñar la propuesta cultural del PRO durante la campaña, hizo circular ayer su renuncia al partido de Macri. Santiago de Estrada ocupó un lugar central en su desplazamiento.
Por Sergio Kiernan
El empresario y coleccionista Ignacio Liprandi renunció a su participación en el PRO, afirmando en una carta que tuvo que asumir “que ni mi visión acerca de las políticas culturales que la ciudad de Buenos Aires necesita adoptar, ni yo mismo como encargado de llevarlas a cabo son aceptadas por los responsables de dicho espacio”. Es el segundo tropezón del todavía ni asumido jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, que sufrió un desgaste inesperado al nominar como futuro ministro de Cultura al titiritero, filósofo aficionado y exitoso editor de libros de cocina y maquillaje Luis Rodríguez Felder. Resultó que Felder no tenía la menor experiencia en administración cultural pero sí una gran afición a dar reportajes y criticar el arte moderno, lo que despertó fuerte resistencia en los medios culturales y que se le retirara la propuesta de ser ministro. En el origen de esta crisis por el flanco menos esperado por Macri está el veto de la Iglesia a la figura de Liprandi, transmitido por el presidente de la Legislatura porteña, Santiago de Estrada, militante fiel de la curia.
La carta que hizo circular Liprandi dice textualmente: “Queridos amigos, les escribo para contarles que a partir de la fecha mi equipo de trabajo y yo nos hemos desvinculado del espacio político PRO. Motiva este alejamiento el haber asumido que ni mi visión acerca de las políticas culturales que la ciudad de Buenos Aires necesita adoptar, ni yo mismo como encargado de llevarlas a cabo, son aceptadas por los responsables de dicho espacio. En efecto, “Cultura, nuestra PROpuesta, configuraba una clara argumentación en favor de la profesionalización del campo cultural, no sólo por la existencia misma de un plan con alto grado de detalle para el área, sino también por los especialistas convocados para diseñarlo. Al mismo tiempo, una decidida defensa de la Cultura como elemento transformador de la realidad social, ligado a una inequívoca defensa de la contemporaneidad y la voluntad manifiesta de difundir internacionalmente nuestras producciones culturales, configuraban un programa coherente y homogéneo, que teníamos la intención de llevar adelante con un equipo altamente calificado. Lamentablemente, situaciones que son de público conocimiento me indican irrefutablemente la poca acogida brindada a nuestra iniciativa. Por mi parte, intentaré llevar a cabo algunas de estas iniciativas, desde el campo privado. Un abrazo, Ignacio.”
La plataforma cultural a la que se refiere la carta se expuso en un libro, financiado por Liprandi, que efectivamente reúne propuestas y diagnósticos de verdaderos especialistas en cada campo de la cultura. La diferencia de nivel entre el material así compilado y las generalidades expresadas por Felder –que pensaba en cosas como que los fileteros y los pintores de La Boca expusieran en el Centro Recoleta– es lo que indica “la poca acogida” que percibe Liprandi. Fuentes del PRO señalaron además que la manera en que se manejó el tema fue un verdadero maltrato hacia un voluntario que aportó a la campaña.
Detrás de esta crisis, nada menos que por el lado cultural al que Macri dedica una atención virtualmente nula, tiene origen en el veto de la Iglesia a la figura de Liprandi. Una pista de esta historia aparece en las conocidas opiniones del empresario, que hace un año defendió en un reportaje desarrollos sociales como la unión civil y el matrimonio gay. El encargado de llevar el veto a oídos de Macri y su vicejefa electa Gabriela Miccheti fue Santiago de Estrada, actual presidente de la Legislatura porteña y un abierto defensor de los intereses eclesiásticos.
La militancia católica de De Estrada no se limita a cuestiones de agenda social de fondo sino que tiene también ramas más inmobiliarias. Un ejemplo es su cruzada por lograr que la parroquia de Flores zafe de sanciones y logre cerrar un buen negocio demoliendo un edificio protegido en la calle Membrillar. En 2003, la vieja casona –catalogada y parte del APH de Flores– comenzó a ser demolida a escondidas y sin permiso de obra. Los vecinos se movilizaron y lograron frenar ese delito. La casona de Membrillar, propiedad de la parroquia, quedó a medio demoler y con un juicio por demolición clandestina.
Como la ley pune estas picardías, De Estrada presentó una ley para que la casona fuera descatalogada retroactivamente. En varias audiencias públicas los parroquianos de Flores presentaron argumentos atendibles –la buena tarea social de esa iglesia– y pueriles –que nunca se había recibido una carta avisando de la catalogación– y lograron , gracias a la energía de De Estrada, que se aprobara. El resultado era un engendro tan peligroso –permitía demoler en paz si se tenía un amigo legislador– que el jefe de Gobierno Jorge Telerman la vetó. Pero De Estrada sabe para quién milita y la ley está nuevamente en tratamiento.
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